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viernes, 11 de noviembre de 2016



  • Incomprendido y criticado en su tiempo, su ingenio rebasó los límites de lo hecho hasta entonces en el cine nacional, según Carlos Bonfil

¿Cuál fue el verdadero aporte de Roberto Gavaldón a nuestro cine si a diferencia de otros cineastas de la época no fue bien recibido por la crítica, fue tachado de “frío” y “académico” y, además, conocido por películas “de encargo”? Con este cuestionamiento, Carlos Bonfil inició una profunda charla durante su participación en el ciclo de Charlas sobre cine y literatura, este lunes 7 de noviembre.
En la sala 4, Arcady Boytler, el crítico y columnista señaló que ese rechazo hacia la obra de Gavaldón es muestra de lo innovador que resultó para su época. “Una figura marginal e incomprendida, pero era tal la diversidad de su cine, sus recursos estilísticos tan grandes, que costaba trabajo ubicarlo en su justa dimensión”; así lo definió al analizar En la palma de tu mano (1950), uno de sus filmes más reconocidos.
Organizado por la Coordinación Nacional de Literatura del INBA, la Dirección de Literatura de la UNAM y la Cineteca Nacional, el ciclo de pláticas se lleva a cabo cada lunes y retoma obras de la literatura que han sido adaptadas a la pantalla, dentro del género de cine negro. En esta sesión, Carlos Bonfil conversó con el público en compañía de Alejandro Pelayo, Director General de la Cineteca.

De acuerdo a Bonfil, la película exhibida  y algunas otras de Roberto Gavaldón que también forman parte del ciclo, como La otra (1946) y La noche avanza (1951) permitieron que en México se diera a conocer el concepto de cine negro, pues las cintas constan con elementos que oscurecieron la noción del melodrama, un género que sí era popular para las audiencias. Es ahí donde radica la importancia del cineasta.
Al preguntarle sobre el origen de este estilo subversivo, el ponente explicó que Gavaldón se inspiró en el cine negro proveniente de Estados Unidos, donde sí eran aceptados temas más polémicos como la fatalidad y la crítica hacia las clases sociales poderosas, crítica que el realizador introdujo con éxito a nuestro país en el marco del alemanismo.
El análisis ofrecido por Carlos Bonfil y la gran calidad de la película motivaron a que, por momentos, el debate se diera entre los mismos asistentes a la función. Se comentó, incluso, que el trabajo de corte sombrío elaborado por el mexicano “no le pide nada” a Hitchcock y similares.
Las charlas sobre cine y literatura continuarán el próximo lunes 14 de noviembre en punto de las 18:00 horas con la proyección de El suavecito (Fernando Méndez, 1950), que será comentada en la sala 4 por Alejandro Pelayo y Fernanda Solórzano. La entrada es libre al presentar las cortesías de acceso que serán repartidas en la taquilla 5 de la Cineteca Nacional.

El legado de Roberto Gavaldón fue valorado en la Cineteca Nacional

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sábado, 1 de octubre de 2016



  • La desafiante cinta del filipino Lav Diaz recurre al naturalismo y a un ritmo único para adaptar el argumento de Crimen y castigo

Al cineasta independiente Lav Diaz le ha interesado ilustrar la política y las repercusiones socioeconómicas de los eventos históricos que han moldeado a su país natal, Filipinas, de manera completamente distinta al cine épico que provee la única mirada emotiva a la historia para millones de espectadores alrededor del mundo. Diaz busca el naturalismo libre de entonaciones melodramáticas.
Con esta visión, el filipino realizó Norte, el fin de la historia (Norte, Hangganan ng Kasaysayan, 2013). Este relato que muestra a Joaquín, un hombre encarcelado por un crimen que no cometió; Eliza, su esposa desprotegida y en lucha de sostener a su familia, y Fabián, el verdadero criminal, se incorpora a la cartelera de la Cineteca Nacional tras su paso por el 36 Foro Internacional. La cinta podrá disfrutarse a partir del sábado 1 de octubre.

La premisa y su forma dramática se asemejan a Crimen y castigo (Prestupleniye i nakazaniye, 1866), de Fiódor Dostoievsky, y a la observación moral, psicológica y espiritual de los novelistas rusos. Aunque aquí quedan reflejadas discretamente las condiciones sociales de Filipinas, en donde la situación económica repercute en los valores de la gente y la someten a distintas clases de presión.
El aspecto más reconocible del cine de Diaz es su ritmo. Los 250 minutos de duración del largometraje, quizás de apariencia imponente para las audiencias acostumbradas a películas más concisas, no se comparan con los 485 (ocho horas) de su más reciente producción: Hele Sa Hiwagang Hapis (2016). De acuerdo con el autor, la renuencia del público por las cintas de larga duración ha disminuido lentamente con la llegada de la era digital.
Según declaró para Philstar Global: “La cultura es un organismo y crece. Cuando empecé a hacer estas películas, hubiéramos visto a cinco personas en la sala. En una función de Ebolusyon [Evolución de una familia filipina, 2004] en Tailandia, sólo había un espectador. Pero con la era digital y las redes sociales, las reseñas están en internet y eso ha sido una gran ayuda. Más gente joven está viendo este tipo de películas”.
En su crítica para La Jornada, Carlos Bonfil defendió el formato de Norte, el fin de la historia. “La extravagancia de duraciones fílmicas tan largas parece al fin matizada por una narrativa lineal y un estudio detenido de la complejidad sicológica de sus personajes. En esta cinta el cineasta filipino ofrece la que bien podría ser su película más vigente y visionaria”, comentó tras su proyección en el 36 Foro Internacional de la Cineteca.
Precursor del llamado Nuevo Cine Filipino, Lav Diaz comenzó su trayectoria como documentalista. Ha realizado ficciones de extensa duración como Melancholia (2008), de siete horas de metraje, y Hele Sa Hiwagang Hapis, de ocho horas, que obtuvo el Premio Alfred Bauer en la Berlinale de 2016.

Cineteca Nacional exhibe los límites de la moral con Norte, el fin de la historia

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jueves, 18 de agosto de 2016



  • El realizador regresa con un filme sobre el misterio de la vida y sus límites con la irrealidad, una cinta que retrata el duro panorama social en Tailandia

La figura del hospital continúa estando presente en la todavía breve pero ya sustanciosa obra fílmica de Apichatpong Weerasethakul. Lo vimos en Síndromes y un siglo (2006), nominada al León de Oro, y en su trabajo triunfador como mejor película en Cannes, El tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas (2010). Y es que el misterio de la vida en sus límites con la irrealidad de nuevo llama la atención con su más reciente película, Cementerio de esplendor.
Nominada a mejor película en la sección ‘Una cierta mirada’ en Cannes, Cementerio de esplendor se estrena este19 de agosto en la Cineteca Nacional en la Sala 10, Luis Buñuel. Se trata de un título que, tras su paso por el 36 Foro Internacional, da continuidad a una de las filmografías más interesantes actualmente dentro del panorama de los directores asiáticos.
El filme nos ubica en Khon Kaen —lugar donde el cineasta creció, al noreste de Tailandia—, en lo que fue en el pasado una escuela rural y que ahora como clínica alberga a un grupo de soldados que padece la enfermedad del sueño. La solitaria ama de casa de mediana edad Jenjira (Jenjira Pongpas Widmer) atiende a uno de estos militares (Banlop Lomnoi) quien sufre alucinaciones que desencadenan en sueños extraños, fantasmas y romances.
Con formación de arquitecto y experiencia en el campo de las videoinstalaciones, Weerasethakul siempre genera altas expectativas con su obra. Su nueva película ha circulado por múltiples festivales generando críticas favorables, aunque ciertamente se trata de un autor no para mayorías. Su estilo ostenta una complejidad que muchos no toleran por ser demasiado personal.
Sobre el haber rodado en su ciudad natal, el realizador comentó en entrevista para Film Comment que fue la primera vez que filmó en Khon Kaen: “Fue más personal en la expresión de desesperanza para mí. Se siente como que al vivir allí [en Tailandia], me es cada vez más difícil expresar las cosas, y ver a los amigos detenidos, encarcelados, es casi como esperar mi turno”; esto en referencia al dominio militar que impera en la nación tailandesa y donde las personas ven regulada su conducta.
En su crítica para La Jornada, Carlos Bonfil escribió que el cine poético de Weerasethakul “no se limita ya a mostrar la migración de las identidades ni el misterio de las reencarnaciones en un contexto budista; sino a yuxtaponer épocas históricas y registros de ficción y realidad para señalar una fría modernidad y una decadencia política.Cementerio de esplendor es, a un mismo tiempo, una experiencia gratificante y perturbadora.”
La propuesta estética del también fundador de Kick the machine, compañía que se dedica al fomento del cine experimental e independiente, se apoya en el afortunado trabajo del cinefotógrafo mexicano Diego García (Manto acuífero, 2013; Buey neón, 2015), egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).

Apichatpong Weerasethakul vuelve a la Cineteca con Cementerio de esplendor

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