- Con guiĂ³n de Paz Alicia Garciadiego, la pelĂcula dramatiza un caso de nota roja en el que dos luchadores enanos mueren a manos de un par de prostitutas
En julio de 2009, dos luchadores enanos fueron hallados sin vida en un cuarto de hotel en el centro de la Ciudad de MĂ©xico. Los hermanos Alberto y Alejandro JimĂ©nez habĂan sido vĂctimas de un par de sexoservidoras, quienes los drogaron para adueñarse de sus pertenencias. El crimen contenĂa los ingredientes esenciales para convertirse en una pelĂcula de Arturo Ripstein: personajes sĂ³rdidos, un ambiente escabroso y una tragedia casi literaria.
La pelĂcula se centra en las dos victimarias, interpretadas por Patricia Reyes SpĂndola y Nora VelĂ¡zquez. "Me parecieron un par de mujeres desorientadas y azoradas por lo que habĂan hecho. Esta especie de inconsciencia ante la fatalidad me llamĂ³ la atenciĂ³n", explicĂ³ Paz Alicia en una entrevista con ABCguionistas.
La madre de los luchadores es encarnada por Silvia Pasquel, quien tenĂa casi 10 años de no haber participado en un largometraje. Para la actriz sonorense, que cuenta con mĂ¡s de cuatro dĂ©cadas de carrera en cine, teatro y televisiĂ³n, fue un reto interpretar a una mujer que pierde a sus hijos de una manera muy abrupta, ya que se trata de un personaje caracterizado por la fuerza, la ternura y la desesperaciĂ³n.
La pelĂcula fue exhibida en el Festival de Venecia en noviembre de 2015 en el marco de un homenaje al cineasta por sus 50 años de carrera. AhĂ, el director señalĂ³ que La calle de la amargura estĂ¡ filmada en blanco y negro por una convicciĂ³n estilĂstica que lo ha acompañado toda su vida. "Hace mĂ¡s de 65 años, de la mano de mi padre, comencĂ© a ver pelĂculas en blanco y negro, y para mĂ el cine debe ser en blanco y negro”. Aunque ha realizado pelĂculas a color, se debe a una peticiĂ³n de los productores mĂ¡s que una elecciĂ³n personal.
El director tambiĂ©n ha afirmado que esta producciĂ³n tiene influencias del expresionismo alemĂ¡n, ya que este movimiento fue fundamental para los cineastas de su generaciĂ³n y provoca la fascinaciĂ³n necesaria en la narrativa.
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