Rayo Guzmán, una mujer que enseña el camino del perdón
Por Héctor Medina Varalta
Guadalajara, Jalisco, diciembre de 2015. Las teorías tibetanas dicen que los hijos eligen a los padres. Según esta visión de la vida, tres meses antes de iniciar la gestación cada alma hace la elección de acuerdo con las lecciones que debe aprender en esa vida. De los vínculos “divinos” en la Tierra, el más poderoso es el de la Madre y nos genera un aprendizaje profundo, tan doloroso que a veces lastima, tan amoroso que, en ocasiones mutila y sobreprotege. Todo en nombre del amor. La conferencista Rayo Guzmán escribió el libro Cuando mamá lastima. Relatos de perdón para hijos con el corazón herido. Es un texto que encierra historias verdaderas convertidas en mentiras que se sienten de verdad, porque donde al lector le duele un párrafo es porque ha conectado con alguna herida interior. No pretende curar las heridas de la relación más importante de nuestra existencia como es la madre con un hijo, pero sí busca, sin juicios, sin prejuicios, sin rencores, la comprensión del porqué y del para qué. En síntesis, es una recopilación de historias conmovedoras narradas desde ese niño herido que, a través del perdón, se deshace de su dolor crónico y camina hacia el sendero de la liberación emocional, de la reconciliación y la gratitud.
La madre es uno de los vínculos que nos marcan para toda la vida
La escritora menciona que, Cuando mamá lastima, es un libro reconciliador de veinte relatos breves, donde los protagonistas de cada uno desde el punto de vista del hijo hablan de esas heridas que van descubriendo a lo largo de la vida, que fueron provocadas por el vínculo materno. Para quienes son madres, es como una oportunidad de plantearse, de alguna manera, nuevas opciones de relación sus hijos y romper con esa herencia emocional que tiene tantos paradigmas rígidos que se han repetido una y otra vez. Como hijo, es plantearse la posibilidad de trascender ese daño de perdonar. Viva o muerta, la madre está muy presente en nosotros; es uno de los vínculos divinos muy poderosos que nos marcan para toda la vida. Por lo tanto, es un libro que no da recetas, no da tips, no da consejos o sugerencias, simplemente el lector leerá relatos donde se va a identificar con los protagonistas, y va a decir: “este soy yo”, “esta fue mi herida, y así fue como yo perdoné y trascendí”, “y cómo salí más fuerte después de comprender lo que me sucedió con mi madre.” Es decir, van a encontrar historias de todas las edades, por ejemplo, el primer relato que se titula Desde el abismo, es el caso de un hombre de 72 años a quienes los médicos le dicen que tiene un padecimiento que es incurable y le queda poco tiempo de vida. A su edad ya no le preocupó mucho, ya era viudo, enterró bien a su mujer, sus hijos ya son independientes, tengo varios nietos. Sin embargo, ese hombre se puso a hacer un balance de vida: vio que personas le debían dinero y les perdonó la deuda, pagó a quienes debía. Trató de ponerse en paz con la vida. Arregló su testamento. Al hacer su revisión de vida se dio cuenta, que se iba a morir con un dolor y con algo inconcluso. Su madre nunca le dijo: “Hijo, te amo”. A pesar de que en sus últimos días la cuidó en el hospital y le dijo cuanto la amaba, esperando que ella le dijera un “yo también”. Pero su madre no lo hiso.
Uno de los libros más vendidos en la FIL
En el libro uno va a encontrar relatos de jóvenes de 20, 30 o de 40 años, de mujeres cómo hablan de ese lazo con mamá siempre fue de comparaciones, de exigencias, vamos a encontrar diferentes tipos de madres en los relatos: la mamá posesiva, la mamá sobreprotectora, la mamá metiche, la mamá invasiva, la mamá miedosa que le trasmite el miedo a la vida a sus hijos; la dura, la rígida, la intolerante-la que dice: “te callas porque soy tu madre y punto”.
Para Rayo Guzmán, es una gran oportunidad en su cuarto libro de tocar un tema que antes no se había abordado porque en nuestra cultura la mamá es “intocable”. Tan sólo pensar mal de nuestra madre nos hace sentir culpables. Como Rayo abrió una puerta para decir. “Bájenle cambiemos el paradigma, nuestras madres y nosotras como madres no somos perfectas, nos equivocamos”. Hoy tenemos la posibilidad de aprender de nuestros hijos, de conocer cosas del mundo a través de ellos; tenemos que dejar atrás esa herencia emocional y atrevernos a entregar una nueva, que venga menos cargada de esos estigmas, de esos tabúes, de esas ideas. “Obviamente, la respuesta de los lectores ha sido ha sido muy satisfactoria. Me siento muy contenta de presentar mi libro en la FIL de Guadalajara. Me encuentro muy entusiasmada porque ha sido muy acogido el libro, y creo que es precisamente porque se abre esa puerta que a través del perdón y de la reconciliación sanar esas heridas que vienen del vínculo más poderoso que existe en los seres humanos, que es el de la madre. Tenemos un caso reciente, el de otro hombre al que su madre constantemente le decía: “No sé para qué naciste”, “eres un inútil”, “un bueno para nada”. Por mucho tiempo, él se lo creyó. Cuando su madre falleció no sintió la más leve emoción, incluso tenía pesadillas recurrentes: él soñaba que su madre salía de su tumba y él la volvía a enterrar, pero boca-abajo. Cuando despertaba se sentía culpable por soñar semejante “aberración”.
Los hijos alcanzamos a recibir el contagio
Rayo Guzmán comenta que la culpa lo acompaña al revisar esos daños, porque es su mamá y le dio la vida, pero por el otro lado ese hombre se cuestiona: “¿Cuándo dije que quería la vida?” esas son heridas muy profundas y añejas; hay heridas relacionadas con el vínculo materno que vienen desde el vientre, de sí fue uno deseado o no, de si fue parto natural o cesárea, de si hubo conflicto emocional durante el embarazo o no. Es decir, nosotros somos seres humanos que vivimos en dos dimensiones palpables: la vida intrauterina dentro de mamá y la otra es fuera de ella. Y cómo es tan poderosa esa dimensión que cuando uno llega a la edad adulta y atravesamos por un problema, adoptamos la posición fetal, es el recuerdo automático de regresar al vientre de mamá donde todo estaba bien y uno aún no afrentaba esos problemas. Poner en paz ese vínculo, garantiza mejorar nuestra relación con uno mismo. Nuestra madre nos dio lo que sabía dar, lo que tenía a su alcance, lo que posiblemente recibió. Por esta razón, la escritora dedicó el libro a aquellos que le abrieron el corazón para que ella escribiera sus historias, pero también está dedicado a todas esas madres que por ignorancia, desconocimiento, por accidente y a veces, muchas veces han lastimado a sus hijos sin darse cuenta. “En lo particular, le he preguntado a mi mamá: “¿recuerdas cuando me hiciste esto?” voltea y dice… “¡Yo!”. “¿Acaso no fue tu papá o tu tía”. Hay una dimensión dónde ni cuenta nos damos de lo que decimos, y palabras que se repiten por inercia: “Deberías de ser como tu hermano”, obviamente cuando hay rencores, maltrato emocional, cuando hay situaciones de fracaso en nuestras madres, los hijos alcanzamos a recibir el contagio.
Tú no la vas a hacer, mejor quédate donde estás
Por otra parte, nuestras madres necesitaron ayuda profesional y no supieron buscarla; todo lo arreglaban rogándole a Dios y pidiéndole ayuda a las abuelas, a mujeres que habían recibido menos información que ellas y así se fueron, pensando que hacían lo correcto. Antaño se concebía como increíble no golpear a los hijos, pues con los golpes los vástagos “aprendían” a caminar derechito y es la manera en que uno ha aprendido a hacerlo. Obviamente, hubo cosas muy valiosas que nos salvaron y que en su ignorancia y en repetir las cosas que ellas recibían nos libraron de muchas cosas, pero hay muchas heridas, las más típicas que vamos a encontrar son esas frases que lanzaron en un momento de crisis y que las dejaron ir como aguijones en el corazón de los hijos y cuando menos acordaban ya se habían salido de la boca. Y ya no las podían recoger y decir: “Hijo, no es cierto”, pero ya les habíamos dicho “eres un tonto”, “tú no puedes”. En el libro, Rayo escribe sobre las madres sobreprotectoras o a las que critican mucho a los hijos, eso le genera al hijo o hija que no son aceptados y que nunca van a dar el ancho con la madre; sienten que nunca van a dar el ancho a la vida. La mamá sobreprotectora que le dice al hijo: “te vas a caer”, “ni lo intentes, no vas poder”. Hay una historia en el libro de un hijo que es tratado de esa manera, su madre era la juez más dura, pues el hijo llegaba a casa y le decía: “Fíjate que me voy a cambiar de trabajo porque me ofrecen una mejor oportunidad”, a lo que la madre agregaba: “Tú no la vas a hacer, mejor quédate donde estás”. Ya casado, aunque le dijeran sus amigos o su esposa: “Tú sí puedes”, era tan fuerte lo que le había dicho la mamá, que él se contenía y se hacía para atrás.
Hijo, perdóname
Otro de los asuntos recurrentes, es el hijo favorito. Algunas personas que dieron su testimonio para escribir el libro, le decían a la escritora: “Rayo, yo no soy el hijo favorito, pero si le preguntas a mi madre, va a decir: “A todos los quiero por igual”. La escritora mencionó que hasta que se es madre si hay hijo favorito, pero se tiene que callar la boca porque cómo una va a decir que no se quieren igual a todos. Sin embargo, los hijos tienen otra visión. El día de hoy, una como madre tiene muchas posibilidades de romper esos eslabones o grilletes que nos han puesto en el corazón, pero tiene uno que atreverse, sentarse y decirle a los hijos: “Hijo, hija, perdóname, lo siento mucho, me equivoqué”. Y eso no la hace a una ser peor madre, ni humilla, ni quita autoridad; al contrario, considero que los hijos lo agradecemos. Yo pienso que hasta más amor y mayor respeto se siente por una madre que se atreve a decir: “Me estoy acordando o me estoy dando cuenta de que esto no estuvo bien”, principalmente, porque todos los seres humanos en algún momento fuimos un ser indefenso, porque fuimos niños. Y en nuestra indefensa, en la forma en la que ellas nos daban era la forma en que estábamos conociendo la vida y el mundo. “Por lo tanto, aunque ya somos adultos y tenemos que hacernos responsables de esas heridas y sacarlas adelante con mamá viva o muerta, sean como sean, cambien o no cambien, es su responsabilidad personal.
Encontrando nuestros pedacitos de infancia
Claro que es muy bonito que una madre asuma que cuando uno era un niño indefenso ella se equivocó y que ahora de adulto se siente con uno y diga: Lo siento mucho, porque es como volvernos a parir emocionalmente y dar una paz y decirle: “Gracias mamá, yo pensaba que nunca ibas a reconocer tu falta:” Es un gran ejemplo para un hijo: que aprenda asumir las consecuencias, las responsabilidades de sus acciones y que se dé cuenta que, como madres-lo digo como mujer y como madre-no somos perfectas. Mi hija me ha enseñado más de lo que me podría yo imaginar ya que he tenido la oportunidad de decirle: ‘perdóname, hija’, porque es muy importante que uno reconozca sus faltas. Pero en nuestra cultura, la madre es perfecta, nunca se equivoca, lo sabe todo y es la mamá. Entonces, si uno piensa mal de su madre, nos vamos a sentir culpables, mejor nos quedamos callados. Y la gente camina por la vida con esas heridas abiertas a flor de piel y sin poder decir nada y por la culpa uno se calla. Cuando mamá lastima, es un libro que nos da la oportunidad de encontrar nuestros pedacitos de infancia y al mismo tiempo trasladarnos hacia la ruta del perdón.
Trayectoria profesional
Rayo Guzmán es licenciada en Ciencias de la Comunicación y Maestra en Educación. Profesora universitaria, conferencista y especialista en temas de Desarrollo Humano y Comunicación Humana. Se ha desempeñado en el ámbito empresarial como capacitadora y consultora externa. Trabaja como conferencista e impartiendo talleres de comunicación y desarrollo humano. Ha sido catedrático de licenciatura y posgrado. Motivadora y terapeuta de familias y grupos de mujeres. Ganadora de Mención Honorífica en el Concurso DEMAC 2006, Mujeres que se atreven a contar su historia, con su obra En mis cinco sentidos. Ganadora del Premio Mujer Cultura 2012, UARHI, Mujer destacada, otorgado por el Instituto de la Mujer Irapuatense. Autora del libro Regalos para toda Ocasión (Historias que las mujeres comparten para multiplicar su fuerza, que conmovió el corazón del público femenino. En su libro Tú princesa, y yo sapo (las historias que los hombres cuentan después del beso), aborda desde el punto de vista masculino la relación de pareja y los conflictos amorosos, mostrando a un hombre más sensible que nunca, pero tan varonil como siempre.
Facebook: Rayo Guzmán
Web: www.rayoguzman.com
Twitter: @rayoguzmanc
Correo: rayo2805@yahoo.com.mx