viernes, 14 de agosto de 2015

Mujeres que dejan huella


Silvia Orozco, la nutrióloga que revolucionó el campo de la nutrición en México

Primera parte


Por Héctor Medina Varalta

 

La Doctora Silvia de Lourdes Orozco Aviña, Presidente y Director médico de la Dieta de la Zona en México, detalla cómo se adentró en ese maravilloso mundo de salud que está al alcance de todos. Por principio de cuentas, es cirujano partero, egresado de la ciudad de Guadalajara, su Alma Mater está en la Universidad de Guadalajara, ahí se formó; por cierto la Doctora Orozco realizó tres intentos para ingresar a la Facultad de Medicina, ya que era muy difícil,. No obstante, era lo último que iba a hacer, ya que en realidad estaba apasionada desde entonces por la carrera de nutrición, una carrera muy noble donde se puede mostrar no solamente la parte de la ciencia sino la parte de ayudar a otros. Como médico, durante la preparación de esta profesión, se dio cuenta desde que estaba como médico interno que desde las aulas veía a los pacientes obesos de una manera muy especial en el Hospital Civil de Guadalajara, al que prácticamente fue su casa, hace 30 años aproximadamente; algo llamaba la mente y corazón de la futura y famosa nutrióloga, pues le atraía ver a esos pacientes con obesidad porque Orozco sentía que, muchos de los problemas de la salud en los seres humanos, el mismo envejecimiento se originaba en los malos hábitos nutricionales.

En la Facultad de Medicina jamás recibió clases de nutrición

En esa época, no teníamos los altos índices de obesidad como lo tenemos hoy, ya que somos el país número uno en obesidad y diabetes infantil, es decir, no hay gente más obesa que los mexicanos, pues el 70 por ciento de la población padece obesidad. En aquel tiempo-resalta- observaba que el médico regañaba a los pacientes obesos porque no bajaban de peso ya que por eso tenían hipertensión, problemas con los lípidos, colesterol, problemas para moverse, depresión, complicaciones con las cirugías y la calidad de vida era muy mala. Me daba cuenta que era muy injusto decirle eso a un paciente que bajara de peso y no darle las herramientas para hacerlo. En lo particular, me llamaba mucho la atención mi tesis para recibirme como médico; la hice sobre resistencia a la insulina y obesidad, desde que tenía mi tesis tenía la idea de hacer esto. Dios había puesto esto en mi corazón, estoy completamente segura.

Cuando la doctora Orozco termina su carrera como médico general se da cuenta que no fue suficiente, pues cuando estuvo en la Facultad de Medicina jamás le dieron clases de nutrición, pues a los médicos no los preparan en el campo de la nutrición; se les prepara en farmacología, neurología, fisiología, bioquímica, anatomía, entre otros, pero no, pero no enseñan cómo comer adecuadamente. Por lo tanto, la doctora Orozco seguía inquieta, pues deseaba poder ayudar a sus pacientes obesos. Ya había terminado su carrera como médico, por lo tanto buscó hacer un diplomado y una maestría en nutrición clínica, y lo hizo a través de la Universidad Autónoma de México.

Tiene que haber algo más

No obstante, hace 30 años no había en Guadalajara diplomados ni maestrías como ahora; Orozco tenía que ir a la ciudad de México cada semana: viernes y sábado. Recuerdo que mi esposo me acompañaba muy amablemente cada fin de semana durante un periodo de tres años para terminar estos estudios, porque sabía que no tenía que conformarme con recetar medicamentos, con hacer cirugías, quería algo más para ofrecerle al paciente. Cuando termino mi carrera como nutrióloga, cuando termino estas partes de especialidad, termino mi master, mi diplomado en nutrición clínica, me encuentro en otra encrucijada más grande, siempre hubo obstáculo sobre obstáculo ya que me encontré con la dificultad más grande: cuando aprendí la carrera de nutrición, ya como médico empecé a practicarlo con sus pacientes y me di cuenta que había cambios muy pobres en comparación como yo esperaba resultaba muy poco. Yo seguía los lineamientos que da el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos  a todo el mundo; seguía lo que el instituto Subirán y el Instituto Master de Nutrición en mi país, me enseñaron lo que tenía que darles de comer a mis pacientes: a los hipertensos, obesos, diabéticos, a la gente con problemas de lípidos; les daba su cereal con lechita, por cierto, ya le pedí perdón a Dios por esto; les daba su pan integral, pan con mermelada, yogurt light, pero el paciente bajaba muy poco de peso, pero sus triglicéridos, su colesterol, su presión arterial, su ánimo, su energía, nunca mejoraron. Entonces, yo me ponía más triste y más frustrada porque había terminado mi carrera como médico, había hecho el master en nutrición, había seguido cada uno de los lineamientos que ortodoxamente se me había enseñado, pues para recibir un diplomado y una maestría tuve que hacer tesis; y la tesis la basé en la obesidad y en la nutrición, y cuando la termino, me encontraba en una consulta privada en un estado dónde no me sentía a gusto, no me sentía conforme, porque el mayor compromiso que tenemos los médicos y los nutriólogos es ayudar a otras personas. Está bien el pago que recibimos, pero también está bien servir a la gente. En realidad, me encontraba en un estado en el que oraba y le decía a Dios: “Tiene que haber algo más.”

Crisis de conciencia

Cuando la nutrióloga regresaba de un viaje después de haber asistido a un congreso médico en la capital, su vuelo se atrasó por tres horas. Orozco no llevaba computadora ni libros y me acerqué a la parte de la literatura y vio un libro que estaba escrito en inglés que le llamó la atención: Enter in  the Zone, el primer libro escrito por el doctor Barry Sears, todo un best seller. Afortunadamente, la nutrióloga domina ese idioma. Como tenía tres horas libres decidió comprarlo y cuando empezó a leerlo, se enojó, se molestó y se frustró, porque en realidad todo lo que decía ese libro con bases científicas muy bien documentadas, tuvo una sensación de coraje consigo misma estudiando nutrición y no verlo desde ese enfoque, pero al mismo tiempo rechazaba la idea que el Doctor Sears tuviera razón, cuando pasaron las tres horas había terminado de leer la mitad del libro; cuando llegó a su casa continúo leyendo, casi no durmió los siguientes tres días, en el término de una semana había leído todo el libro. El doctor Sears habla de una manera fascinante la perspectiva que la famosa nutrióloga jamás había escuchado, es decir, siempre había oído de los efectos calóricos de los alimentos, pero jamás había escuchado sobre el efecto hormonal de la comida, eso fue para Orozco una revolución en su mente, porque ignoraba que al comer ciertos alimentos, las hormonas de nuestro cuerpo se producían y que había hormonas que se iban muy arriba en la sangre que son las que nos hacían comer más y engordar; y había hormonas con otros alimentos que estimulaban el consumo de proteínas, estimulando la hormona glucagon que nos da saciedad, pero por otra parte, los carbohidratos que nos encantan a todos los mexicanos: harinas, cereales, granos azúcares, que también están en las frutas y verduras, estimulaban otra hormona que es la insulina y esa hormona ahora se sabe que en exceso produce gordura, ansiedad por comer, dificultad para bajar de peso e hipertensión, fue una perspectiva que empezó a romper los paradigmas de la doctora Orozco, ella se encontraba sumamente molesta. La siguiente semana buscó el correo electrónico del Dr. Sears, a quien no conocía (ahora el concepto de la Zona está en más de 14 países en todo el mundo ha escrito más de veintitantos libros), “imagínese qué caso le iba a hacer a una lectora mexicana que estaba enojadísima; indignada porque no le había parecido lo que el Dr. Sears había escrito.”



¡Una lectora más!

Después de leer el libro, la doctora Orozco consiguió el correo electrónico del doctor Sears, ya que esa es la personalidad apasionada que Dios le ha dado y no se sentía agusto de que de que sí ese señor tenía razón, ella iba a estar recetando nutrición barata, nutrición políticamente correcta, nutrición no basada en ciencia, nutrición que no iba a servir para sus pacientes; chocaba contra sus principios morales como cristiana, pues no podía hacerles eso a las personas. A la mejor otros médicos o nutriólogos no lo hubieran visto así, pero para Orozco fue algo increíblemente fuerte descubrir que no estaba haciendo bien las cosas, a pesar de que había estudiado tantos años en las mejores universidades cómo manejar a un paciente en su estado de salud, fue una crisis de conciencia muy grave. “Me imagino lo que el Dr. Sears pensó: ¡una lectora más! Le escribí una carta enorme en la que a grandes rasgos describo: Acabo de leer su libro, tengo tal especialidad, tal maestría; y déjeme decirle, que si usted tiene razón, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos está equivocado; el Instituto Subirán, está equivocado y todos los médicos y nutriólogos de mi país están equivocados. Obviamente le escribí un correo electrónico dramático aproximadamente de 50 renglones, y lo único que me contestó, por supuesto, muy amablemente, fue: yes. “Eso me molestó más, porque después de escribir 50 renglones y ver cómo desafiaba este hombre a los sistemas de salud más poderosos y le solicité una cita en Boston, Massachusetts, yo quería que él me explicara. Mi marido no sabía lo que yo quería, pero se dio a la tarea de acompañarme. Y cuando llegamos a Estados Unidos y hablo con este señor frente a frente-después de tantos años ahora lo veo como un tutor como a un padre, a quien admiro y respeto bastante-el doctor Sears me dijo: Silvia, la Zona ha sido para mí el descubrimiento más importante en manera personal; yo desarrollo más de doce patentes contra el cáncer en Estados Unidos y mi preparación como especialista en lípidos está en el desarrollo de fármacos, pero la Zona es mi mayor descubrimiento personal porque la Zona me ha salvado la vida. Cuando Barry Sears me dijo eso, me intrigué más, ya lo había leído en su libro, pero lo vi cara a cara y me dijo: mi papá, mis tíos y mis hermanos murieron a los 50 años a consecuencia de un ataque cardiaco y, como en ese tiempo, ya me estaba acercando a esa edad, tuve que descubrir el medicamento más poderoso que evitara mi propia muerte por enfermedad cardiovascular; mis genes estaban ahí, pero yo no sabía lo qué era lo que estimulaba a esos genes; ahora sé que se llama inflamación celular y es producida por un mal estilo de vida, por malas decisiones nutricionales, por deficiencias nutricionales. Y ahora sé que la Zona cambió mi expresión genética, y estoy vivo por eso. Cuando uno le pregunta su edad a Barry Sears, él responde: la edad en la que debería estar muerto.


Así nació la Dieta de la Zona en México

Barry Sears tiene actualmente 69 años de edad, este año cumple sus 70 años, y ha visto más de 20 años a sus contemporáneos: su papá, sus tíos y sus hermanos murieron a los 50 años a consecuencias de un ataque cardiaco eminente sin ningún precedente. Eran personas sanas, estaban en su peso ideal, eran basquetbolistas profesionales, no eran hipertensos, no padecían ninguna enfermedad, pero sus genes le robaron a toda la familia masculina a los 50 años, uno más a los 51, otro a los 49. Barry Sears descubre la Zona y dice: La Zona es un estilo de vida que puede controlar a través de la alimentación el control del estrés, los nutrientes, puede cambiar la inflamación celular, que es la etapa silenciosa de la enfermedad y así cambiar los genes de la muerte, del envejecimiento prematuro y de las enfermedades crónicas.

En su visita a Boston, la nutrióloga relata que el Doctor Sears tomó dos filas grandes de estudios científicos y le dijo: Lee esto y cuando lo hagas, regresa otra vez a Boston. Fueron 20 minutos los que Silvia Orozco estuvo con el famoso científico. Una vez ella le preguntó, “¿Qué impresión tuviste de mí?” Sears pensó que la doctora no iba a leer nada, pero el doctor Sears no contaba que Orozco es muy celosa, ya que cuando regresó a México se puso a leer y cada vez que leía los estudios de investigación empezó a darse cuenta que había mucha ciencia y empezó a descubrir que el sistema político de México lleva un programa de alimentación, que es la pirámide de la salud, recomendada como la más saludable, es políticamente correcta, pero no es favorable para la salud de las personas. De esta forma, empezó a darse cuenta que tenía algo muy valioso en sus manos y se dio a la tarea de hacer grupos de ensayos; tomó cuatro pacientes y a los demás los siguió tratando con el esquema convencional ortodoxo tradicional de nutrición, y se dio cuenta después de un tiempo, que esos cuatro pacientes les iba mejor que al otro grupo: bajaron mejor de peso, bajaron los niveles de colesterol y lípidos, se sentían con energía, algo muy importante que los cuatro pacientes le decían era “Me siento más joven, con mayor energía. Me siento muy diferente a como llegué”. No sólo era que bajaron de peso, sino el bienestar que producía la Zona.

La doctora Orozco comenzó a darse cuenta que era poco ético tener a los pacientes con una dieta que no funcionaba, así que comenzó a darles a todos los pacientes la Dieta de la Zona.

Instituto de Investigación de Inflamación Celular

La siguiente vez que viajó a Estados Unidos fue a prepararse y a prepararse y a tomar cursos de su maestro, el doctor Barry Sears; día a día se fue apasionando más, cambió su enojo por unsentimiento de esperanza para llevar algo tan valioso a toda la comunidad médica, a toda la comunidad de los nutriólogos y a todo México. Esto sucedió hace más de 20 años. En la actualidad, la doctora Orozco se encuentra tan o más apasionada en este tema que nunca. Ella ha encontrado a muchos colegas que le dicen: “Pero, ¿de dónde te sale esa pasión?”, “¿por qué sigues enamorada de la Zona?” y ella sólo da la misma respuesta: ¡Porque la Zona funciona! Nada más hay un requisito, practicarla; porque la Zona transforma vidas miserables, con dolor, sin esperanza; en vidas con esperanza y sin dolor. No se trata de cambiar la apariencia física, se trata de controlar la inflamación celular a través del estilo de vida que es el origen de cualquier enfermedad crónico degenerativa: diabetes, cáncer, hipertensión, enfermedad cardiovascular. En la actualidad, Silvia y su hermano, el doctor Gustavo Orozco, Director Médico del Instituto de Investigación de Inflamación Celular; ambos lo desarrollaron para poder investigar, qué ocurre diez años antes de que alguien tenga Parkinson, demencia senil, Alzheimer, diabetes mellitus, cáncer, antes de que envejezcan de una forma prematura o que muera de un infarto; ahora se sabe que es la inflamación silenciosa. Es la etapa en la que cuando vamos con el doctor y nos dice: “te encuentras bien, no tienes colesterol ni triglicéridos altos, estás perfectamente bien de salud.” Sin embargo, las células que son la unidad más pequeña del cuerpo, esas 60 millones de células tienen un proceso silencioso producido por los malos hábitos nutricionales, por estrés o por no tener el suficiente tiempo para comer. “Yo siempre les digo a mis pacientes: uno se da tiempo para hacer las cosas importantes: si hubiera un medicamento que puede frenar tu muerte por enfermedad cardiovascular, que puede rejuvenecerte, que puede mejorar tu concentración, tu estado de ánimo, tu calidad de sueño, tu sistema inmunológico y tu sexualidad, ¿te tomarías ese medicamento? Ese medicamento se llama… ¡la Zona!

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