Por Héctor Medina Varalta
En un apartado pueblo del paÃs, habÃa un campesino muy trabajador y un devoto muy creyente. A tal grado, llegaba su pasión por Dios que siempre lo anteponÃa ante cualquier cosa. Es decir, dejaba de trabajar con tal de no faltar a misa todas las mañanas. Este hombre se llamaba Tomás Piedra Pérez y su mayor pasión era las labores del campo. Le ponÃa tanto esmero en la siembra, que en la cosecha daba excelentes frutos. Por supuesto, siempre le agradecÃa a Dios por la abundante cosecha y como buen cristiano dejaba en la iglesia muy buenas ofrendas. AsÃ, en cada cosecha iba a la iglesia a dar gracias a Dios por tanta cosecha.
Sin embargo, en una ocasión llovió tan fuerte que su cosecha de echó a perder. “Eso no me puede pasar a mÃ-se dijo, pues a diario asisto a misa, me confieso y comulgo y siempre dejo mi ofrenda. Señor por qué permitiste que esto me sucediera a mà si a diario voy a misa, me confieso y comulgo y una vez por semana voy a la adoración nocturna. Yo creo en ti, mesmamente como el más pequeño de tus hijos.
En ese momento, su plegaria fue interrumpida por la voz de señor cura que empezó a hablar de la importancia de la oración y cómo todas las plegarias son escuchadas por Dios.
- Ya sé- pensó Tomas. Eso es lo que me hacÃa falta. Pero yo no sé rezar más que al AtÃsimo. Ahora, ¿Cómo le hago. ¡Ya sé, tengo una idea¡ Iré a correos y le escribiré una carta a Dios¡ Estoy muy seguro que Él responderá a mi plegaria. Al siguiente DÃa, se presentó en la oficina postal, con una gran fe, que muchos quisieran tener. .Asà que, le escribió una carta a Dios.
Tata Dios, tú bien sabes cómo creo en ti. Perdona si no habÃa orado, soy medio bruto, pero creo mucho en ti.. Por esa razón te pido me mandes por este conducto mil pesos.; bien sabes cómo me esmeré en la siembra, pero la cosecha de este año no se logró y quero, asisinita como oyes, quero ese dinerito para comenzar de nuevo.
PD: Por favor, envÃamelo en efectivo, pos no quero tener problemas para cambiar el giro o el cheque, pos extravié mi credencial de identificación.
Esa tarde, los empleados de la oficina postal revisaban la correspondencia para enviarlas a su destino. Uno de ellos con nerviosismo se rascaba la cabeza.
- ¿Qué te sucede, José MarÃa-preguntó el jefe.
- Tengo una carta muy rara-contestó el empleado.
- ¡Porque lo dices¿
- Es una carta a Dios.
- Y quién la envÃa.
- El remitente es de Tomás Piedra
El jefe de correos con nerviosismo se rascaba la barbilla.
- Hay que abrir la carta, tal vez podamos ayudarlo.
- Sà Jefe. Tomás es re buena gente. Además, se sabe que su milpita se echó a perder con el temporal que acaba de pasar.
Al terminar de leer la carta, todos los empleados de correos estaban conmovidos hasta las lágrimas.
- ¿Qué les parece-sugirió el jefe de correos-, si entre todos nos juntamos y le enviamos el dinero.
- Me parece muy buena idea, sugirió un tercero. ImagÃnense Si Tomás no recibe respuesta, su fe en Dios se acabarÃa.
- Asà lo hicieron, se organizó una colecta, pero solo se pudo juntar 500 pesos.
- En fin-dijo el jefe-Ya habrá ocasión se ayudarlo de nuevo.
- El cabo de unos dÃas, Tomás visitó la oficina de correos. Con vivas muestras de alegrÃa recibió el sobre. En tanto, los empleados lo observaban cómo se dirigÃa al mostrador para escribir una carta. Para extrañeza de todos, Tomás los barrió con una mirada de desprecio, saco el dinero para guardarlo en su bolsillo y rompió el sobre. El mensaje decÃa:
- Tata Dios, agradezco de corazón el dinero que me enviaste, pero te suplico me mandes el resto, pues los rateros de Correos que quedaron lo la mitad.
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