Familiares, amigos, colegas, autores y lectores le dieron un aplauso póstumo al que es considerado uno de los editores más respetados y queridos de los últimos años
Esta es la primera vez que se lleva a cabo el Homenaje al Mérito Editorial 2019 de manera póstuma, “pero pocas veces con mayor justicia”, comentó Marisol Schulz Manaut, directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, al comenzar una ronda de palabras generosas, pero honestas, acerca del trabajo, legado y personalidad del editor Claudio López Lamadrid. Reconocido como una de las figuras asiduas a la FIL, y que en cada edición recorría los pasillos de Expo Guadalajara saludando a diestra y siniestra, falleció a principios de 2019 después de sufrir un infarto cerebral. “Tarde o temprano estaríamos en este homenaje, pero nunca pensé que no lo haríamos juntos”, añadió Marisol luego de recordar una carrera editorial que comenzó en Tusquets, cuando empezó a trabajar bajo las órdenes de su tío, Antonio López Lamadrid.
El auditorio Juan Rulfo estaba lleno de autores, editores y lectores que acompañaron a los familiares sobrevivientes del homenajeado, entre los que se encontraba su hija, Jimena López, y a quien se dirigieron de manera cálida y respetuosa el resto de los encargados de dedicarle unas palabras a Claudio: Juan Casamayor —editor de Páginas de Espuma—, Melanie Josch —directora editorial de Penguin Random House—, Juan Cruz —escritor y periodista— y Rodrigo Fresán —escritor—, quienes no tuvieron reparo en participar con todos los asistentes la admiración y relación que compartieron con López Lamadrid.
“Un buen editor lo es no porque sabe leer, sino porque lee bien los tiempos que le ha tocado vivir: busca, propone y encuentra”, sentenció Casamayor refiriéndose a la labor de su colega, con quien también compartió autores en su propia casa editorial que, aunque no es tan grande como aquella en la que trabajó Claudio [Penguin Random House] reconoció su importancia y las ventajas de ser un sello lejos de los modelos de comercio gigantes. “Pocos podían comprender la fuerza telúrica de nuestra lengua” como este editor, expresó Josch, quien además de trabajar a su lado en aquella editorial, le aprendió mucho del oficio durante su estancia en Galaxia Gutenberg. “Se hizo amigo de todos sus autores” y no tenía problemas en lo identificaran como anfitrión, secretario, guía turístico, pagador. La ficción se introducía más que la realidad, era una de sus máximas.
Además de compartir esa imagen vertiginosa de López Lamadrid, que lo hacía parecer que “siempre se estaba yendo”, abrió la puerta para conocer una anécdota que, según el oriundo de Tenerife, se convirtió en el lema con el que se conocía al editor. “En una ocasión que no quería pasar noches largas con los autores”, y aquí aprovechó para decir lo que muchos ya sospechaban: los escritores son los que llevan a la mala vida a los editores, “dijo que tenía que recoger a su hijo y sólo tenía un casco en su moto”. Así que para explicar rápidamente esa supuesta excusa, alcanzó a enumerar mientras se montaba en su vehículo y antes de arrancar: “Casco, niño, moto”. Desde entonces, fue su firma.
Finalmente, Fresán habló de esa amistad que mantuvo con él, que se afianzaba más en cada edición de la FIL. “Pasé más horas con Claudio en Guadalajara que en Barcelona” y, al repasar lo que le significó dentro del mundo de las letras como en su vida personal, expresó lo que no todos se atreven a admitir: “Si un escritor es feliz, es mejor”. Para explicar su punto, comentó que un autor siempre se acuerda cuando conoció a su pareja, su hijo y a su editor. “Claudio sí me exigió: me pidió y me permitió que escribiera libros que de otro modo no me habría atrevido a escribir”, recordó antes de decir que el propio Claudio expresó en una entrevista que “los editores somos como Batty, el replicante de Blade Runner [coincidentemente, el actor que interpretó ese papel también murió este año]: hemos visto cosas que no creerías”.
El homenaje terminó con los aplausos entusiastas cuando Villanueva, rector de la Universidad de Guadalajara, entregó el homenaje a su hija, Jimena, quien visiblemente emocionada, dedicó unas breves palabras: “Me consta que la FIL era su Feria favorita, y su gente, la más querida”. Para cerrar el evento, se invitó a todos los asistentes a compartir una copa de vino a su salud.
Claudio López Lamadrid fue un gran admirador de la literatura hecha en Latinoamérica. Su buen ojo le dio luz verde a libros de Antonio Ortuño, Fernanda Melchor, Cristina Rivera Garza, Emiliano Monge, Diego Zúñiga, entre otros. Y gracias a él, autores como Orham Pamuk y Antonio Lobo Antunes asistieron a esta Feria.
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