DESDE ESPAÑA
La Injusticia no es inmune
“Nos corresponde hacer del mundo un l lugar para todos
Hay algo innato en nosotros que debemos fomentar mucho más, el
espíritu de encuentro y unidad, sin temer las divergencias. Todo hay que
cultivarlo armónicamente desde la escucha y el diálogo. Por
eso, que los líderes se reúnan a construir puentes y a fortalecer
vínculos para hacer frente a los desafíos globales, es lo más sensato;
y, en todo caso, un signo de expectativa que siempre vale la pena
celebrarlo. Sin duda, la principal contienda que hemos
de vencer, pasa por convencernos a nosotros mismos, que tenemos entre
todos que erradicar la miseria y renunciar a la estupidez de los
privilegios y la supremacía. Nadie puede quedar excluido porque todos
somos necesarios, únicos e imprescindibles, para la
construcción de ese astro habitable en el que ha de confluir la
solidaridad intergeneracional, pero también la concurrencia de todas las
culturas, interactuando para sostener valores e identidades que han de
regenerarse, en esa conjunción de miradas y oídos,
que necesitamos para salir adelante. La humanidad tiene que pensar que
la injusticia no es invencible, y aún menos inmune, y lo que si requiere
lo justo es ausencia de soberbia entre nosotros y talante comprensivo.
De ahí que el compromiso ciudadano deba mundializarse,
puesto que conlleva una lucha decidida contra la idolatría del dinero, o
contra el mismo poder usurero, que es capaz de dejarnos sin aire con
tal de impedir que respiremos.
Ciertamente, cada día
hay más carencia de ambientes níveos. Por eso, que no podemos fracasar,
máxime cuando el laurel se lo llevan los fuertes y el desengaño los
débiles. En consecuencia, es hora de conciliar otros
afanes y desvelos en una escala global, cada uno desde su experiencia
en la misión, que nos lleve a una línea de maduración más poética que
política, más humana que deshumanizadora, más libre que esclava de ese
universo de intereses que todo lo contamina de
inmoralidades y vergüenzas. Bajo esta perspectiva de donarse, y hasta
de perdonarse uno mismo de las andanzas pasadas, pienso que hemos
llegado al instante preciso, de intentar promover estrategias conjuntas
que nos dignifiquen a todos por igual. Fruto de
esa conjunción de entusiasmos es como surgen los ambiciosos proyectos.
Se me ocurre pensar en el Plan de Apoyo de la ONU para el Sahel, cuyo
objetivo es "acelerar la prosperidad compartida y la paz duradera" en
diez países sahelianos. Rachel Kyte, representante
especial para la Energía Sostenible, cree que el Sahel está en la
"cúspide de una revolución" donde la potencia solar puede proporcionar
electricidad a la red regional y energía a las comunidades locales.
Verdaderamente, son estos avances ilusionantes, en
aproximación con todo lo que nos rodea, lo que nos hace converger en un
cambio del corazón. El referente de santa Teresa de Lisieux, puede
ayudarnos a reencontrar esa palabra justa, amable, capaz de acercamos
ante la riada de egoísmos que nos circundan por
todos los continentes.
Sea como fuere, no podemos continuar por sendas de iniquidad, necesitamos vencer el aluvión de maldades que entre todos hemos cosechado, para no globalizar nuestra propia perdición como especie. Ciertamente, nadie se hace perverso de la noche a la mañana, es cuestión por tanto de repensar comportamientos y liderazgos. Y ante este cúmulo de atmosferas injustas tampoco se puede guardar silencio. Somos caminantes de sueños, gentes de hospitalidad y verbo, peregrinos con nervio y moradores dispuestos siempre a no callarse ante lo ilícito. Sigamos con este inherente proceder. Quizás, como poetas en guardia que somos por naturaleza, hemos de repudiar la multitud de escenas violentas e inhumanas que sufrimos a todas horas, y en cualquier sito. No podemos, sin duda, seguir con este abecedario de degradación humana, social y ambiental. Todos estamos perjudicados. Hay que asumir compromisos, y bajo este sentido de ética responsable, enmendar las mil injusticias sociales que padecemos, empezando por el desempleo y los déficits de trabajo decente que continúan elevadísimos, a tenor de las descomunales cifras en muchas regiones del planeta. Por nuestra historia sabemos que lo más fácil es dividir, romper, destruir, aniquilar…; ahora nos falta impulsar otro espíritu más constructor, tal vez sea el momento de hacerlo, precisamente ahora que la ONU invita a las personas de todo el orbe a celebrar el Día Internacional de Nelson Mandela (18 de julio), contribuyendo con pequeñas cosas en sus propias comunidades. Indudablemente, cada persona tiene la capacidad y el encargo de forjar un mundo más equitativo y menos injusto. En cualquier caso, la batalla contra la indecencia debe ser perenne, pues no debemos permitir que nadie nos robe la esperanza por vivir con decencia. En el esfuerzo está el triunfo y, por ende, la honesta vida.
La Injusticia no es inmune
“Nos corresponde hacer del mundo un l lugar para todos
Sea como fuere, no podemos continuar por sendas de iniquidad, necesitamos vencer el aluvión de maldades que entre todos hemos cosechado, para no globalizar nuestra propia perdición como especie. Ciertamente, nadie se hace perverso de la noche a la mañana, es cuestión por tanto de repensar comportamientos y liderazgos. Y ante este cúmulo de atmosferas injustas tampoco se puede guardar silencio. Somos caminantes de sueños, gentes de hospitalidad y verbo, peregrinos con nervio y moradores dispuestos siempre a no callarse ante lo ilícito. Sigamos con este inherente proceder. Quizás, como poetas en guardia que somos por naturaleza, hemos de repudiar la multitud de escenas violentas e inhumanas que sufrimos a todas horas, y en cualquier sito. No podemos, sin duda, seguir con este abecedario de degradación humana, social y ambiental. Todos estamos perjudicados. Hay que asumir compromisos, y bajo este sentido de ética responsable, enmendar las mil injusticias sociales que padecemos, empezando por el desempleo y los déficits de trabajo decente que continúan elevadísimos, a tenor de las descomunales cifras en muchas regiones del planeta. Por nuestra historia sabemos que lo más fácil es dividir, romper, destruir, aniquilar…; ahora nos falta impulsar otro espíritu más constructor, tal vez sea el momento de hacerlo, precisamente ahora que la ONU invita a las personas de todo el orbe a celebrar el Día Internacional de Nelson Mandela (18 de julio), contribuyendo con pequeñas cosas en sus propias comunidades. Indudablemente, cada persona tiene la capacidad y el encargo de forjar un mundo más equitativo y menos injusto. En cualquier caso, la batalla contra la indecencia debe ser perenne, pues no debemos permitir que nadie nos robe la esperanza por vivir con decencia. En el esfuerzo está el triunfo y, por ende, la honesta vida.
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