viernes, 17 de noviembre de 2017

Libros juveniles Editorial SÉLECTOR




Moby Dick
Bilingüe
Herman Melville


Moby-Dickn​ es la increíble historia de una Ballena Blanca perseguida el barco ballenero Pequod, comandado por el capitán Ahab, quien prometió aniquilar al gran cachalote blanco. Ismael, un joven que se había enrolado como marinero en la isla Nantucket, Nueva Inglaterra, junto con una tripulación de diversas nacionalidades, es quien narra esta historia de aventura, peligro, ira, venganza y muerte. Es una novela del escritor Herman Melville publicada en 1851, que desde su publicación ha tenido un gran impacto.

Mujercitas
Louise May Alcott

“El libro en el que creí ver reflejado mi futuro fue
Mujercitas.  Sin duda yo quería ser como Jo,
la intelectual.  Con ella compartía el rechazo a las
tareas domésticas y el amor por los libros”.
Simone de Beauvoir

Esta novela clásica cumple 150 años de haber sido publicada. Desde entonces, millones de lectores de todo el mundo han sido parte de la complicidad de las cuatro hermanas March, quienes a través de sus gestos y palabras resumen el espíritu crítico de una época. Meg, la hermana mayor y la más responsable, cuida de todas; Jo, la apasionada y vivaracha lectora, que en su juventud rechaza cualquier compromiso sentimental para realizar su sueño de ser escritora. Beth, la sensible y delicada jovencita que toca el piano y a quien le gusta ayudar a los demás, y la más pequeña es Emy, la más guapa y presumida, hasta el punto de querer corregir su nariz apretándosela con una pinza de ropa.

Metamorfosis
Carta a mi padre
Franz Kafka

En su diario, Kafka escribió lo siguiente: “Día perdido. Visita a la fábrica de Ringhofther, seminario de Ehrenfels, luego en casa de Weltsch, cena, paseo, y ahora, a las diez aquí. Pienso continuamente en el escarabajo negro, pero no escribiré”. Un año antes había terminado de escribir la novela que ahora es un clásico mundial: La metamorfosis. ¿Dudaba de su obra? ¿En ampliar el texto? ¿En qué pensaba? No lo sabremos nunca, pero su lectura causa el mismo efecto: uno piensa en el insecto para el resto de la vida.  

A Kafka le gustaban los perros; admiró el teatro yiddish; frecuentó diversos grupos intelectuales; pasó largas temporadas en clínicas y sanatorios; admiraba a un tío materno; masticaba la comida setenta veces antes de tragársela, según confesión propia. Pero hubo una circunstancia que lo llevó a escribir un testimonio desgarrador: nunca se sintió querido por su padre.

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