La reacción natural frente a un desastre lleva a las personas a hacer uso inmediatamente de las redes de telecomunicaciones al alcance para localizar familiares y amigos, así como para informarse sobre los detalles del evento. Hoy día parecemos creer más a las redes sociales que a nuestros sentidos, porque en cuanto pensamos que tiembla, revisamos Twitter antes que reaccionar en la realidad.
Los eventos telúricos de las semanas anteriores nos evocan otras tragedias de poco más de tres décadas atrás que nos enseñaron a avanzar en protocolos de seguridad y medios de comunicación para la acción y reacción del colectivo social.
La evolución de las telecomunicaciones y la expansión de las redes de telefonía fija, móvil y banda ancha ha traído consigo grandes beneficios a la población mexicana. Adicionalmente a aquellos concedidos al desarrollo tecnológico, las nuevas posibilidades de comunicación se hicieron visibles durante el sismo que sacudió al centro del país la semana pasada.
El México actual, frente a una situación de emergencia, ya es uno muy distinto al que narrara el periodista Jacobo Zabludovsky, por lo menos en términos tecnológicos. Aquella narración fue producto de una de las primeras formas de comunicaciones móviles que hubo en la época, de manera que el testimonio periodístico se pudo realizar gracias al teléfono móvil instalado en su vehículo. Una posibilidad que hace tres décadas era un lujo, ahora se encuentra al alcance de la mayoría de la población urbana.
Precisamente ahora, las redes de comunicación y datos móviles fueron relevantes no sólo para informar a la población sobre los detalles de esta circunstancia, sino incluso para alertar a la población sobre la ocurrencia del sismo y para entrar en contacto con familiares y servicios de emergencia. Ante la saturación de los servicios de voz, el uso de banda ancha móvil permitió satisfacer las necesidades de comunicación. Al mismo tiempo, el uso de aplicaciones de mensajería instantánea y de redes sociales fue vital para la localización de familiares y conocidos, la coordinación efectiva de esfuerzos de apoyo y rescate, e incluso para la comunicación con víctimas del desastre al interior de los derrumbes.
Sin embargo, la crisis también evidenció algunas de las asignaturas pendientes, por ejemplo, en términos de conectividad, al contar todavía con una proporción significativa de la población que aún no cuentan con acceso a servicios de banda ancha móvil.
Esta persistente exclusión digital encontró incomunicadas a personas que no disponían de estos servicios, debido a la falta de dispositivos conectados (smartphones), o a la falta de datos suficientes, pues cabe recordar que la vasta proporción de líneas móviles son de prepago. Por otra parte, la presencia asimétrica de redes y medios entre los sismos de la zona sur del país y del centro dejan clara aún la precaria conectividad en territorios marginados del país.
Cuando cada minuto cuenta, la importancia de una red de telecomunicaciones moderna y resiliente se vuelve evidente. En la coyuntura de emergencia, diversos operadores de redes fijas habilitaron sus conexiones a internet de manera libre, al igual que los centros de México Conectado, para favorecer la comunicación en la ciudad. Aunado a ello, los principales operadores móviles ofrecieron todos sus servicios (llamadas, SMS y datos móviles) de manera gratuita. Frente al reto actual, las redes han soportado de manera ejemplar la carga de tráfico y comunicaciones, a la vez que los operadores han sabido responder con sensibilidad al desastre, derivado de sus esfuerzos de inversión en el fortalecimiento de su infraestructura.
Es así como los esfuerzos de inversión en redes de nueva generación y la expansión en la cobertura de redes han resultado fundamentales para la atención a víctimas y comunicación de la ciudadanía.
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