En
el marco de la renegociación y renovación del Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN), celebrado entre Canadá, Estados Unidos y
México hace 23 años, ha sido colocado en el centro de las mesas de
discusión el sector de telecomunicaciones, mismo que en estas casi dos
décadas ha registrado avances trascendentales que han resultado en su
creciente transversalidad en la actividad económica, desarrollo y
convivencia social. De ahí, su relevancia e inclusión en la revisión y
actualización de este acuerdo comercial.
Previo
al inicio de las negociaciones el gobierno de Estados Unidos hizo
público un documento titulado “Resumen de los Objetivos de la
Renegociación del TLCAN” (https://goo.gl/Ap3U6Y) en el que incorpora en su capitulado un apartado específico para la industria de telecomunicaciones.
En
torno esta materia se manifiestan tres aspectos básicos: la necesidad
de promover la competencia efectiva a través de contar con una
regulación transparente y un regulador independiente, asegurar el acceso
a recursos de red en condiciones razonables a partir de la
interconexión y acceso a instalaciones y recursos escasos, así como
establecer medidas de protección a la elección tecnológica de los
proveedores de telecomunicaciones.
En
los dos primeros objetivos se deja ver la intención y búsqueda de
generación de condiciones competitivas en el mercado de
telecomunicaciones en México, escenario que desde la perspectiva
estadounidense no se han alcanzado y que incluso se ha indicado por los
agentes económicos que participan en la industria local como en la de
nuestro vecino del norte.
Bajo
estas manifestaciones, se identifica que el objetivo central de esta
renegociación en telecomunicaciones consiste en la homologación de
condiciones de operación para las empresas que proveen servicios en los
países suscritos. Hoy en día no es factible dar testimonio de esta
homologación con las condiciones actuales de competencia (más bien de
persistente concentración de mercado) y de regulación competitiva que ha
resultado ineficaz para reducir la excesiva participación de mercado
del agente económico preponderante.
A
todas luces, resulta relevante que en esta ocasión no sea un ente local
el que señale estas deficiencias en la operación de las
telecomunicaciones de México y que más bien sea un Estado con conocida
experiencia en la gestación de competencia efectiva y acceso universal a
las telecomunicaciones que sin lugar a duda, se constituye como un
referente para el mundo y por supuesto para México.
En
este sentido, es absurdo continuar con condiciones tan dispares como
marco de partida para alcanzar la renovación de un acuerdo comercial tan
complejo como lo es el TLCAN. Toca a los negociadores del tratado
incorporar la estrategia para abandonar este escenario y transitar a uno
de nivelación del terreno competitivo, empoderamiento de los
competidores y consumidores, así como de plena autonomía y eficacia del
órgano regulador.
Una
vez definidas las bases para que ello sea posible, es tarea
precisamente de este último, la definición e instrumentación efectiva de
los mecanismos en el corto plazo, no sólo para acelerar la
materialización de su cometido, sino también para prevenir la generación
de un mayor desbalance de condiciones sectoriales entre los países
signatarios. Puesto que la realidad es que el mercado estadounidense
además de ser uno de los más desarrollados en el mundo, es uno de los
más dinámicos en términos de operación competitiva y gestación de nuevos
modelos de negocio.
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