by Héctor Medina Varalta
Al bosque de un lejano país llegó un insecto bastante raro. Los animalitos y demás insectos le pusieron por nombre mantis religiosa, porque desde el amanecer hasta que declinaba el sol, unía sus patas y oraba sin descanso. Como era vista con buenos ojos, pronto la imitaron.
Resultaba muy curioso ver a los animalitos e insectos con la mirada fija en el cielo y las patas unidas en oración. Cierto día, una mariposa de un lugar apartado arribó al bosque en demanda de ayuda, pues tenía herida una de sus alas, pero nadie le hizo caso: todos se encontraban tan abstraídos en sus plegarias que no la escucharon.
La mariposa se entristeció tanto que lloraba sin consuelo. Sin embargo. Avelina, una simpática abejita que era la única que recolectaba miel, escuchó los sollozos. Al ver a la mariposa herida, dejó .su actividad; y como ambas estaban cerca del panal, Avelina con muchos esfuerzos la llevó al interior. Como había suficiente espacio, porque sus hermanas tenían días y noches dedicadas a la oración, la mariposa pudo convalecer sin ninguna contrariedad. El tiempo que estuvo en el panal, la abejita no sólo cuidó a la mariposa sino que la alimentó con miel.
La mariposa felicitó a la abejita porque era el único insecto que seguía trabajando. Avelina explicó que sus hermanas tenían buenas intenciones, pero que era mejor orar sin dejar la actividad, porque si los animales no comieran hierba, ésta crecería; y si el resto de las abejas dejaran de libar las flores se marchitarían de tristeza. Avelina externaba que, en las mañanas, antes de trabajar daba gracias al Creador por otro día más y, por las noches, hacía un examen de conciencia, analizando sus errores y no darle mucha importancia a sus logros. Pues, según ella, ese era su deber y no tenía por qué ser felicitada.
Es algo así - dijo la abejita - como si al corazón de los hombres se le halagara por latir.
El invierno llegó, y como todos seguían imitando a la Mantis religiosa, Avelina empezó a preocuparse.- "¿Qué haré para sacarlos del trance? - se decía.
La voz del búho interrumpió su reflexión: "Si quieres ayudarlos, tú y la mariposa vayan a las faldas del cerro, traigan pencas de nopal y con ellas pinchen las posaderas de los animales más grandes, y con las espinas que queden, pinchen a los insectos. Como era muy pesada la actividad, la mariposa fue en busca de sus hermanas.
Anochecía cuando una nube de mariposas se dirigió al cerro. Poco después, abeja y mariposas, empezaron la no tan grata tarea. Los ayes de dolor interrumpían el silencio nocturno: 'Mis pompitas, mis pompitas - vociferaba un zorrillo. "Las mías cómo me duelen Ay, ay"-, gritó una libélula.
No obstante tanto esfuerzo, la única que no pudo volver a la realidad fue la Mantis religiosa, se había congelado.
Moraleja: Es muy bueno unir las manos para orar; pero abrirlas para dar, es mucho mejor.
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