Primera parte
Por Héctor Medina Varalta
Quiero aclarar que no es mi intención herir las susceptibilidades de ninguna persona creyente, es tan solo mi punto de vista. Antes de entrar en detalles, quiero mencionar que fui bautizado en la iglesia católica, pero desde la adolescencia se despertó en mi interior el prurito de investigar cuál es la verdadera iglesia que Jesús supuestamente fundó. Mi primera relación fue con los Adventistas del Séptimo Día, desde el primer día me percaté que todo le echaban la culpa al diablo, por ejemplo, en una ocasión, el pastor Limón de la iglesia a la que acudí, chocó con otro coche. Durante su sermón no se habló de otra cosa, más de que el diablo lo hizo chocar para impedirle seguir propagando la Palabra de Dios. Estuve en esa iglesia varios meses, más que por aprender las enseñanzas de esa secta, en realidad la frecuentaba porque Lilia Inzunza, una chica muy hermosa me robó el corazón. No obstante, años después supe que las enseñanzas de esa iglesia, eran muy parecidas a la de los Testigos de Jehová.
Plagiaria divina
No obstante, leí los libros de la supuesta profetista, Ellen Gould White, también conocida como Elena G. de White, fue una autora adventista estadounidense, cuyo liderazgo llevó al establecimiento de la Iglesia Adventista del Séptimo. Cabe resaltar, que dicha señora plagiaba libros de otros autores y se los apropiaba como de su autoría. Dudlley Canright, en su biografía de Ellen White, revela que un día oyó llorar a Marian Bolton (secretaría de White) en su habitación. Al preguntarle qué era lo que le preocupaba, ella replicó: “Deseo morirme, deseo morirme. Cuando el interlocutor le preguntó por el motivo de su tristeza su respuesta fue: >>Es este terrible plagio>>. Fue Marian quien convirtió la caótica redacción de la señora White sobre la vida de Cristo en el maravillosamente escrito Desire of Ages (El Deseado de todas las gentes, en español). Los adventistas todavía reconocen la belleza de los libros de la hermana White, ignorantes de que los hermosos pasajes proceden de otros autores y ayudantes cuyos nombres y libros no se mencionan en ningún lugar.
Su secretaria sabía de los plagios
Sólo en la última reimpresión The Great Controversy, los oficiales de la iglesia añadieron notas a pie de página en las que se indican las fuentes principales. Los oficiales de la iglesia todavía andan haciendo todo lo que está en su mano para ocultar a sus fieles la gran cantidad de pasajes que la señora White copió de otros libros. Siempre débil, Marian se consumió lentamente. Cuando murió de anemia en 1904, tenía 57 años y pesaba 30 kilos “¿No podía haber sido-se pregunta Alice Gregg-que dejarse morir de hambre fuera la única forma de salir de una situación que ya no podía soportar? Gregg concluye en su ensayo que la controversia sobre los plagios de la señora White nunca cesará hasta que la iglesia adventista sea capaz de “reconocer que Ellen no actuó correctamente cuando copió sin mencionar las fuentes utilizadas”.
Los mormones
Años después, entré en contacto con los Testigos de Jehová, ahí duré solamente un día, pues se la pasan augurando el final de los tiempos hasta el hartazgo, sin embargo, seguí comprando sus libros (en la actualidad los regalan), enterándome de sus enseñanzas erróneas. Más adelante tuve un encuentro con La Iglesia de Jesucristo de los últimos días, recuerdo que llegaron a mi casa un par de jóvenes y una mujer también muy joven. Desde que nos vimos, con mucha sutileza, me empezaron a llamar hermano. En seguida, entramos en oración para después, supuestamente, adoctrinarme, sin saber que estaba enterado de los engaños que los tienen en esa secta. En un principio, la chica trató de que no me saliera del delineamiento que les tienen señalados quienes los manejan, sin embargo, seguí preguntando, apartándome del estudio bíblico y de El libro de Mormón.
La carta comprometedora
Tengo en mi poder un libro muy interesante de una serie llamada: Fraudes espirituales, escrito por Walter Martin, titulado Mormonismo. En el mencionado texto se encuentra la copia de una carta de Charles Anthon, Doctor en Derecho de la Universidad de Columbia, dirigida al señor E, D. Howe, como la misiva es muy larga, escribo los detalles más importantes de la misma: Estimado caballero: esta mañana recibí su carta del 9 del presente a la que contesto sin pérdida de tiempo. Toda esa historia de que yo haya afirmado que la inscripción mormona son “jeroglíficos en egipcio reformado” es totalmente falsa. Hace algunos años, un sencillo y aparentemente ingenuo campesino recurrió a mí con una nota del ahora difunto doctor Mitchell de nuestra ciudad, pidiéndome que descifrara, a ser posible, un papel que me entregaría el granjero, y que el doctor Mitchell confesaba haber sido incapaz de comprender. […] El campesino añadió que se le había pedido que contribuyera con cierta cantidad de dinero a la publicación “del libro de oro”, cuyo contenido, le habían asegurado, produciría un cambio total en el mundo y salvaría a éste de la ruina. Tan urgentes habían sido los ruegos, que se proponía vender su granja y entregar la cantidad recibida a aquellos que deseaban publicar las planchas […].
El Libro de Mormón es un fraude
Al oír aquella extraña historia cambié mi opinión acerca del papel, y en vez de verlo más que una broma que se hacía a los eruditos empecé a considerarlo como parte de un plan para estafar al campesino su dinero y puse a éste al corriente de mis sospechas advirtiéndole que tuviera cuidado con los pícaros […] Ese papel era una singular mezcla de garabatos, y tenía todo tipo de caracteres torcidos dispuestos en columnas. Había sido preparado evidentemente por alguien que tenía entre sí en esos momentos un libro con diferentes alfabetos. En él podía verse letras griegas y hebreas y adornos, caracteres romanos invertidos o puestos de costado, colocados en columnas perpendiculares, y todo ello acabado en el tosco bosquejo de un círculo, el cual estaba dividido en varios compartimientos adornados de diversas marcas extrañas, y evidentemente copiado del calendario mexicano dado por Humboldt, aunque de tal manera que no delatara su fuente de procedencia […] Acabo de darle a usted una declaración completa de cuanto sé acerca del origen del mormonismo, y quisiera rogarle, como un favor personal, que publique esta carta inmediatamente en caso de ver mi nombre mencionado otra vez por esos pobres fanáticos.
¿Quién escribió la Biblia?
Al terminar de leer la carta, sin más, los misioneros se disculparon y se retiraron, quedando de regresar la próxima semana, todavía los estoy esperando. Estoy seguro que esta evidencia les gustaría mucho a los mormones que se olvidase. Por otra parte, el periodista español e investigador de sectas Pepe Rodríguez, escribió en el libro, Los pésimos ejemplos de Dios según la Biblia: Vaya por delante que este libro está escrito en coautoría. El 90 por ciento del texto es la palabra de Dios en estado puro, esto es, tal y como se recoge en la Biblia, y el resto son simples comentarios de un pobre autor al que el Altísimo sólo dotó del sentido común, pero no de fe. Si a algún lector no le gusta su contenido, que dirija sus protestas ante el autor de la Biblia, ya que este escritor no le ha cambiado ninguna palabra a los que a los representantes de Dios certifican que dijo.
Incongruencias bíblicas
Me parece una indecencia intelectual y moral usar partes de la Biblia-a menudo meros fragmentos de un versículo- para tomarlos por “palabra de Dios” merecedora de adoración. […] Cuando uno ha leído la Biblia varias veces y con espíritu analítico, no puede menos que darse cuenta de que es el más contradictorio de los libros, ya que a cada afirmación en un sentido se le puede encontrar otra o varias en sentido contrario ¡y todas realizadas por el mismo Dios, claro está! Es bien conocido el mandato divino que Dios le dio a Moisés dentro del decálogo y que podemos leer, por ejemplo, en el Deuteronomio: >>No matarás>> (Dt 5, 17). Pero resulta que el mismo Dios, unos capítulos después, y también en forma de ley que recibió Moisés, impuso para su cumplimiento que >>si un hombre tiene un hijo rebelde y desvergonzado, que no atiende lo que mandan su padre o su madre (…) sus padres lo agarrarán y llevarán ante los jefes de la ciudad, a la puerta donde se juzga (…) Entonces todo el pueblo le tirará piedras hasta que muera>> (Dt 21, 18-21.
Mandatos legislados de Dios
En la Biblia se lee: Cuando te acerques a una ciudad para sitiarla, le propondrás la paz. Si ella te la acepta y te abre las puertas, toda la gente que en ella se encuentre salvará su vida. Te pagarán impuestos y te servirán. Si no acepta la paz que tú le propones y te declara la guerra, la sitiarás. Y cuando Yavé tu Dios, la entregue en tus manos pasarás a cuchillo a todos los varones, pero las mujeres y niños, el ganado y las demás cosas que en ella encuentres, será tu botín y comerás de los despojos de tus enemigos que Yavé te haya entregado. Así harás con todas las ciudades que estén muy distantes de ti, y que no sean de aquellas de las cuales habrás de tomar posesión. En cambio, no dejarás a nadie con vida en las ciudades que Yavé te da en herencia, sino que las destruirás conforme a la ley del anatema, ya sean heteos, amorreos, cananeos, fereceos, jeveos y jebuseos. Así te lo tiene mandado Yavé, tu Dios, para que no te enseñen a imitar todas esas cosas malas que ellos hacían en honor de sus dioses, con lo cual tú pecarías contra Yavé, tu Dios. (Dt 20,10-18).
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