By Héctor Medina Varalta
Hace varios años, en un vecindario de una ciudad de Estados Unidos ocurrió un hecho muy interesante: en las casas donde vivían matrimonios sin hijos o personas solas, después de regresar de sus respectivos trabajos, encontraban la casa impecablemente limpia, cuando la habían dejado desordenada. Lo curioso del caso es que no se llevaban ningún objeto o dinero. Como esto ocurría constantemente, el vecindario más que alarmados, tenían la curiosidad quién era la persona que les dejaba sus casas completamente limpias y ordenadas. Tiempo después descubrieron al autor de tanta pulcritud, era un vecino que padecía el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) que tenía la compulsión por limpiar excesivamente su casa, pero como siempre estaba impecable se le ocurrió limpiar las casas de sus vecinos cuando estos no se encontraban en sus hogares. Al confundirlo con un ladrón en un hogar donde los propietarios llegaron más temprano que de costumbre, llamaron a la policía. Al enterarse por boca de este individuo que padecía dicho trastorno, por supuesto, retiraron los cargos, pero por orden del juez lo convidó a asistir a terapia.
Síntomas
Marco Antonio Espinosa, autor de Psicopatología: Psicología de la Anormalidad refiere que, el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), es un trastorno que involucra pensamientos e impulsos no deseados persistentes e intrusivos (obsesión) y conductas repetitivas (compulsión) que tienen la intención de suprimirlos. El TOC es caracterizado por la generación de obsesiones que desembocan en compulsiones, es decir, la persona presenta ideas que no se puede quitar de su mente y se siente obligada de hacer actos repetitivos como una forma de protección ante estos pensamientos. Las ideas comúnmente abarcan temor, titubeo, duda o vergüenza, y los actos repetitivos generalmente se manifiestan en contar, revisar, ordenar, limpiar o tocar.
Nada puede detener los impulsos compulsivos
Las obsesiones pueden surgir de cualquier situación, por muy rara o insignificante que parezca, como la idea de que le irá mal si no manda la cadena de mensajes de paz a veinte personas que le enviaron a su correo electrónico o su teléfono celular; la infinidad de bacterias que hay en los asientos y pasamanos del transporte público; si al querer salir de casa, habrá cerrado correctamente la puerta; si se le acerca un vagabundo podrá contagiarse de algo y ser como él; pisar las líneas de la banqueta desgastará sus zapatos y dañará las plantas de sus pies, entre otras. Estas ideas intrusivas siempre estarán presentes en el individuo y no cesan. Ante ello se deben tener actos ritualistas que sirven de protección contra la ansiedad y mientras se realizan, el individuo se sentirá seguro. Retomando los ejemplos anteriores, las compulsiones serían: enviar de inmediato a veinte personas la cadena de mensaje de paz.
Otros rituales
Pero como piensa que posiblemente no serán suficientes, la enviará a uno más y podría seguir así sucesivamente hasta llegar a suplicar el número de personas solicitado; usar guantes y cubre bocas cada vez que sube al transporte público (antes del COVID-19) para evitar contagiarse de alguna bacteria; evitar cualquier contacto con algún vagabundo, incluyendo el contacto visual y cambiarse de acera o regresarse por el mismo camino cada vez que esté cerca alguno; confirmar hasta siete veces que se ha cerrado bien la puerta, abriendo, cerrando y poniendo el seguro con la llave dándole vueltas y vueltas; saltar las líneas de la calle, ya sea de la banqueta o de algún lugar como la oficina para que no se desgasten sus zapatos o se dañen las plantas de los pies.
Se acuñó el término “acumuladores”
Asimismo, destacó que, los hermanos Homer y Langley Collyer, fueron dos estadounidenses que se destacaron por su carácter excéntrico y el acumulamiento compulsivo de objetos inservibles. Dichos hermanos, nacieron y vivieron en Nueva York desde finales del siglo XIX hasta mediados de la década de los 40 del siglo XX. Hijos de una familia acomodada que tuvo sus raíces en los primitivos colonos ingleses que llegaron a Estados Unidos, recibieron una sólida formación universitaria (derecho e ingeniería), sin embargo, no se les conoció ocupación alguna mientras vivieron pues las rentas que heredaron les permitieron vivir sin apuros económicos durante el resto de sus vidas. Los hermanos Collyer, acumuladores compulsivos, llegaron a juntar casi 200 toneladas de diverso material en su casa de 4 pisos en el cruce entre la Quinta Avenida y la calle 128 en Harlem, Manhattan. De ahí, se acuñó el término “acumuladores,” para definir a otras personas con la misma problemática.
Montañas de papel
Volviendo a retomar el asunto de los hermanos Collyer, cuando la policía entró el 21 de marzo de 1947 en domicilio de estos personajes, alarmados los vecinos acerca de que los hermanos no daban señales de vida desde hacía bastante tiempo ni iban a cobrar las rentas, la policía no pudo ingresar por la puerta de entrada, pues se encontraron con enormes pilas de periódicos que impedían el paso desde el suelo hasta el techo; por dicha razón, se solicitó la ayuda de los bomberos de Nueva York. No obstante, tampoco pudieron acceder a la vivienda a través de las ventanas pues también se encontraban absolutamente bloqueadas por gigantescas y compactas montañas de papel y otros objetos. Al final, no tuvieron más remedio que hacer un agujero en la azotea del edificio para lograr introducirse en la casa de los hermanos.
Trágico desenlace
Después de seis horas de abrirse paso entre montañas de periódicos, revistas, libros y de todo tipo de objetos, se encontró el cuerpo sin vida de uno de los hermanos, Homer, sentado en una silla. A pesar de las decenas de bomberos y policías involucrados en la búsqueda no se pudo encontrar el cuerpo del otro hermano, Langley, hasta dieciocho días después, el 8 de abril de 1947. Hubo para ello que remover y retirar 136 toneladas de material diverso. Sin embargo, el cadáver del segundo hermano apareció a escasos metros del primero. El cuerpo de Langley apareció en gran parte comido por las ratas y bajo una cantidad ingente de libros, periódicos y otros objetos de todo tipo. Había fallecido aplastado por un derrumbe mientras intentaba acceder en donde se hallaba su hermano Homer para darle de comer pues este era paralítico además de ciego. Su hermano Homer, como la autopsia posterior reveló, falleció de hambre y sed en una lánguida e interminable agonía.
Eran muy desconfiados
Langley, el mayor de los hermanos, estudió ingeniería y Homer, derecho marítimo, pero nunca las ejercieron profesionalmente debido a la fortuna económica que sus padres tenían entonces. Tras la muerte de sus padres (el padre, ginecólogo, y la madre, cantante de ópera) los hermanos decidieron encerrarse en uno de los pisos del edificio de cuatro plantas. Con el tiempo pasaron a ser dos personas completamente introvertidas, que apenas cruzaban palabra alguna con los vecinos de los edificios contiguos, debido a la degradación e inseguridad del barrio en el que vivían. Esto originó su preocupación por que alguien intentara robar en su propiedad y decidieron atrincherarse dentro de su edificio y construir una serie de laberintos y trampas que evitarían que esto sucediera. Cierto día Homer sufrió un derrame que lo dejó ciego y tiempo después paralítico. Langley decidió hacerse cargo del cuidado de su hermano, estando pendiente de él durante el día y saliendo por comida y los periódicos de la jornada durante la madrugada.
Muerto por su misma trampa
Langley también fabricó una serie de trampas caseras que si se accionaban hacían caer kilos de objetos sobre el intruso: la vivienda de los Collyer era una auténtica trampa mortal llena de cajas, basura y periódicos. Tras un aviso anónimo sobre un dolor desagradable que salía del edificio, la policía tardó seis horas en lograr acceder a él. Allí encontraron el cadáver de Homer sentado en su butaca; la autopsia reveló que la muerte se había producido por falta de alimentos y agua. Después de dieciocho días de sacar todo lo acumulado en la vivienda, también se encontró el cuerpo en un estado avanzado de descomposición de Langley, quien se encontraba a pocos metros de la estancia donde se hallaba su hermano y que falleció a causa del derrumbe de una gran pila de periódicos y cajas ocurrido al accionar probablemente, sin querer, una de las trampas por él confeccionadas.
Langley le daba a su hermano cien naranjas a la semana
Cuando las autoridades realizaron el inventario se encontraron con catorce pianos de cola, varios coches, máquinas de rayos X, centenares de miles de periódicos, más de 25 mil libros, miles y miles de discos, alfombras, bolsas repletas de basura, material quirúrgico, revólveres, granadas, escopetas, metralletas y un gran número de envases de cristal que contenían órganos humanos conservados en formol, entre otros. Además, los hermanos acumularon todos los periódicos emitidos en la Ciudad de Nueva York durante aproximadamente 3 décadas y media. Si tomamos en cuenta de que en dicha ciudad existían unos quince periódicos diarios, el total de periódicos acumulados ascendería a más 190 mil. En cierta ocasión le preguntaron a Langley acerca de su inexplicable manía de acumular periódicos. Contestó que los guardaba para que su hermano, ciego, los leyese cuando recuperase la vista y así se pudiera actualizar. Langley tenía la firme convicción que su hermano Homer recuperaría la vista y para tal efecto le daba a su hermano cien naranjas a la semana pues creía que dicho procedimiento era infalible. Esta es tan sólo una más de las decenas de extravagancias que adornaban a los hermanos.
La acumulación se lleva a cabo en la forma de un rito o acto compulsivo
La APA Asociación Americana de Psicología actualmente considera las manifestaciones de acumulación como un trastorno, aun cuando en versiones anteriores del DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) es el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association, APA) y contiene descripciones, síntomas y otros criterios para diagnosticar trastornos mentales, se les consideraba como un síntoma o subtipo del Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). Por su parte, la OMS también consideraba la acumulación como un acto compulsivo. Independientemente de su clasificación, la acumulación surge de pensamientos, ideas, imágenes o impulsos intrusivos (obsesiones); para bajar o controlar su preocupación o ansiedad se lleva a cabo la acumulación en la forma de un rito o acto compulsivo. Antes se consideraba a la acumulación patológica como el síndrome de Collyer, quienes vivieron las tres últimas décadas de su vida acumulando objetos como se destaca líneas arriba-puntualizó Marco Antonio Espinoza.
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