domingo, 10 de noviembre de 2019

El león que se volvió filósofo


Por Héctor Medina Varalta

   Cierta vez, en medio de la selva africana, unos exploradores dejaron olvidada una caja de madera. Un gorila se la llevó al rey de la selva quien ordenó abrirla. Poco después, el león tenía frente a sus ojos tres extraños aparatos: un telescopio, un microscopio y un estetoscopio. Como el león, tiempo atrás, se había comido a un científico sabía para que eran útiles. Creyéndose la obra máxima de la creación, miró con despreció al microscopio: alguien tan grande como él no era digno de rebajarse observando pequeñeces. Sólo utilizó el estetoscopio para escuchar  los latidos de su real corazón y con el telescopio se dio a la tarea de observar los astros y mucho aprendió de ellos, pero tanto conocimiento lo volvió más soberbio.


   Una noche, un chimpancé le sugirió: “Majestad, sería bueno que también conocieras el microcosmos; de ese modo nadie sería más sabio que tú. Imagínate lo que dirían los demás: ‘el rey de la selva es más sabio que el búho, pues conoce el micro y el macrocosmos’.

-           Te felicito por tu sugerencia tan atinada.

     -     Recuerda que estoy a tus órdenes, su alteza real.

   El león siguió la recomendación del chimpancé. Cuando creyó que todo lo sabía, le obsequió al búho el estetoscopio y el telescopio. En cambio, decidió regalar el microscopio al insecto más pequeño. Una hormiga que por ahí pasaba reclamó el aparato, pero sus palabras fueron interrumpidas por una voz casi imperceptible. Como no descubrió al causante de aquella algarabía se disgustó.

-           Groaaaaaar, ¿quién es el osado-preguntó el león- que se atreve a burlase del rey más sabio de la selva?
    

   Sin embargo, la vocecita seguía escuchándose. Por sugerencia del búho, el rey de la selva colocó el estetoscopio en la cabeza del chango, pues de ahí provenía la voz, descubriendo a una garrapata reclamando el aparato. El león se lo iba a entregar, pero una vocecita mucho más débil que el de la pulga se dejó escuchar a través del estetoscopio. Como no encontró a nadie, utilizó el microscopio en el cuerpo del insecto. Entonces, descubrió en la cabeza de la pulga a un microscópico insecto, que aseguraba ser un bicho viviendo en la cabeza de otro bicho.
   Desde esa noche, el rey de la selva dejó de interesarse por la ciencia, pues por las noches, en vez de contemplar los astros, se pone a pensar si en realidad es un león o un bicho que vive en la cabeza de otro bicho.   

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