jueves, 14 de septiembre de 2017

“Ante todo, un editor es un lector”: Juan Casamayor



¿Cómo recibes este homenaje, que también han obtenido grandes nombres de la edición como Roberto Calasso o Beatriz de Moura?
No hay un solo adjetivo para decir cómo me encuentro. Es como estar en un umbral donde pasan muchas cosas, donde hay alegría y felicidad, emoción, desde luego que sí, conmoción. Por otro lado, es como un paseo de nervios ante la responsabilidad que a uno le viene encima. Por un lado, por esa nómina que pesa muchísimo, porque no es que sean sólo editores importantísimos o imprescindibles: es que son parte de entender la cultura escrita en español de la segunda mitad del siglo XX en adelante. Formar parte de todo eso crea una responsabilidad.

Páginas de Espuma nació hace casi 18 años como editorial independiente, y así se mantiene. ¿Cuáles son las ventajas y las desventajas de esto?
Las ventajas, que se pueden entender quizás como una desventaja, son que para bien o para mal el editor tiene una responsabilidad final de todo lo que está en la editorial. Por nuestro tamaño y nuestros recursos humanos, la ventaja es que el editor tiene que tomar decisiones en todos los ámbitos y eso da cierta coherencia, que es muy importante para que una editorial vaya progresando. Se habla mucho de la coherencia del catálogo. En nuestro caso ha sido el cuento, pero hay más coherencias, y eso en manos de un editor, si se hace bien y se comentan más aciertos que errores, que creo que es lo que ha llevado a Páginas de Espuma a estar aquí, pues entonces todo eso se convierte en una ventaja. Desventaja puede ser que, por nuestro tamaño, en algunas condiciones nos puede llevar el viento, pero hasta esa desventaja puede convertirse en una ventaja a la hora de refugiarnos en un entorno muy pequeño para mantenernos en pie durante tiempos donde todo sea muy adverso. La verdad es que cuando juegas en una editorial independiente haces otro tipo de movimientos y tomas otro tipo de decisiones, pero también otro tipo de trabajo que está en el mismo terreno de los grandes grupos. No me gusta decir que los independientes somos muy buenos y los grandes grupos no. Hay muy buenos editores en los grandes grupos y muy malos en los independientes, y al revés.

Entonces, al ser una editorial independiente ¿eso te acerca al lector y al autor?
Creo que el editor es, desde luego, ese interlocutor, el prestidigitador que recoge el manuscrito y lo convierte en libro para el lector. Desde una editorial independiente la política de autor es fundamental. Si Páginas de Espuma ha llegado aquí y ha podido ser merecedora de este homenaje es, en gran parte, por las relaciones profesionales, pero, sobre todo humanas, de amistad, de cercanía con el autor. Eso en un espacio independiente, un editor lo puede llegar a desarrollar muy bien. A veces algunos autores míos, que también publican en grandes grupos, sienten que no están acompañados durante muchos años por un mismo editor, sino que hay vaivén: ‘Contraté el libro a este editor y cuando fui a publicarlo había otro’. Hay casos de editores en grandes grupos que cumplen esa función y llevan muchísimos años, y hay maravillosos editores en este sentido. Creo que es más fuerte en el campo de la edición independiente para mantener este tipo de relaciones. Lo mismo te diría con los lectores: a lo mejor en un gran grupo, quien se dirige más a los lectores puede ser gente de prensa, pueden ser las personas que acompañan a los autores. En cambio, aquí, en las editoriales independientes, todos hacemos de todo y, por ese todo, continuamente están pasando lectores.

En este recorrido de 18 años de Páginas de Espuma ¿cuál ha sido la fórmula de resistir, y además de crecer, ante el panorama de que en el mercado editorial la novela es lo más fuerte?
Es verdad, no me engaño. La industria editorial ha creado como gusto predilecto la novela, pero creo en esa resistencia. De hecho, uno de los puntos de arranque de nuestra editorial fue la antología Pequeñas resistencias. Esa resistencia viene precisamente de una especialización, que en un momento dado el sector miraba como de soslayo, ‘¡uy!, el cuento, el cuento no vende, el cuento no nos interesa’. ¡A los autores se les ponía una cara! La publicación de los libros de cuentos era más esporádica en los noventa. Creo que haber resistido estos casi 20 años tiene que ver con que hemos construido en ficción una coherencia y una militancia en torno a la narrativa breve. Una narrativa breve que además pasa por dos orillas, por un compromiso con América Latina, muy profundo, y por sus cuentistas, y por los escritores y cuentistas españoles. Y de pronto hemos visto que ese catálogo se ha ido enriqueciendo hasta tal punto, que para nosotros fue todo un aprendizaje que ciertos autores decían: ‘Bueno, yo mis cuentos los publico con vosotros y las novelas las publico en otro lado, pero los cuentos con vosotros’. Así que hay autores como Ortuño o Neuman, Ana María Shua, al español Eloy Tizón, que sus cuentos ahora están de nuestro lado. Y eso ha hecho, como tú preguntabas muy bien, que hayamos resistido estos casi 20 años.

Tocabas un tema muy importante, los vínculos que ha generado Páginas de Espuma con América Latina y Europa, tanto en autores como en lectores. ¿Qué opinas de este gran puente que ha creado la editorial?
Ante todo, un editor es un lector, y como editor de cuentos y lector de cuentos, yo tenía una realidad en mi universo de lectura que hacía referencia a América Latina y a todas sus radicales diferencias y semejanzas. Algo que hicimos muy pronto fue viajar a América Latina. Es en ese viaje continuo que hemos conocido ya no sólo a los escritores, a los libreros, a los distribuidores, a los responsables de las ferias, sino que hemos comido en los restaurantes, que hemos hablado con los taxistas, que hemos estado viajando en los medios de transporte; eso es lo que ha creado que Páginas de Espuma haya podido hacer ese puente. Desde luego, no creo que eso sólo haya hecho fuerte a la editorial, sino que, de verdad, me ha hecho fuerte a mí. Yo he aprendido de esa doble realidad que es mi trabajo. He aprendido las diferencias que hay y las semejanzas que tenemos, y por eso estoy muy agradecido. Quisiera puntualizar algo que me parece indispensable: llevo catorce años yendo a la FIL Guadalajara. Esta es la decimoquinta. Mi gratitud con toda la familia de la FIL Guadalajara que hace posible la primera feria del libro en español del mundo. Me gustaría que constara la gratitud de toda la editorial y yo que desde luego tenemos por la FIL, porque hicieron algo más que un sueño: esto era algo que nunca lo pensamos, nunca trabajamos pensando en que podríamos ganar premios, pero haberlo ganado será estar felices por muchos años.

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