martes, 8 de agosto de 2017

La depresión en el cuidador primario de pacientes con Alzheimer



Por Héctor Medina Varalta

La depresión, ese trastorno tan común, no es una enfermedad de nuestro tiempo, sino que se ha descrito casos desde la antigüedad. Hipócrates en el siglo V a. C., habla de ella: “Cuando la aflicción o la tristeza persisten mucho tiempo, indican un estado melancólico”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la depresión es la primera causa de discapacidad en el mundo y es el origen del 27% de las discapacidades que se registran cada año. En el caso de los cuidadores de enfermos con Alzheimer, la depresión también está presente. El doctor Ricardo Virgen Montelongo, médico adscrito al Servicio de Psiquiatría del Antiguo Hospital Civil, Fray Antonio Alcalde, expone que, regularmente por falta de psicoeducación, en anticipar y planificar el cuidado de los ancianos, le dejan la carga a uno solo. Por lo tanto, la psicoeducación tiene que darse desde los más jóvenes. Esto se mama desde el seno familiar, para que la gente identifique, que cuidar a las personas mayores, es una obligación tanto moral como social, más aún si padece una enfermedad mental como el Alzheimer.
Regularmente cuando se da el diagnóstico solamente se encuentra un escaso número de familiares que los atienden. Por lo general, lo primero que hacen los cuidadores con el enfermo es llevarlo al médico, pues en las noches se agita mucho y no puede tener cierta interacción pacífica con ellos. No obstante, esto sucede cuando ya está desgastado el vínculo familiar, y cuando llegan con el especialista, el cuidador o los cuidadores, se encuentran muy desgastados.
Se borran los recuerdos y el cuidador no sabe qué hacer
El cuidador puede sentirse deprimido, angustiado, enojado apenado y con vergüenza debido al desgaste emocional. El doctor Virgen Montelongo asegura que todo depende de la resilencia del cuidador, es decir, de la capacidad de adaptarse a factores de estrés a largo plazo, pues lo pacientes con demencia pueden persistir con sus trastornos y con el deterioro 5 o 10 años, es un periodo largo. Al inicio del Alzheimer de los cuidados del enfermo, el vínculo familiar, con frecuencia los hijos, ellos no ponen a discusión esta necesidad, se vuelven incondicionales, pero conforme va pasando el tiempo, el cuidador presenta etapas muy similares al duelo. En este caso una persona con Alzheimer si está conviviendo con un familiar o un cuidador, esta demencia, poco a poco se va borrando la personalidad del individuo, terminando por desconocer a la persona que lo está cuidando. Porque en ningún momento vuelve a interactuar con el papá o mamá que desde la niñez lo había hecho.
Se invierten los sentimientos de afecto
El proceso de duelo en las etapas iniciales suele estancarse en los cuidadores y no se suele finalizar o completar el círculo de este. Cabe recordar que en las primeras etapas están entre los procesos depresivos y la irritabilidad. Por eso se vuelven muy intolerantes con las personas que cuidan y no desarrollan otros tipos de patologías, como los trastornos depresivos ya francos. Algunos  de los síntomas de los trastornos depresivos son: la intolerancia y la agresividad, incluso, puede haber eventos muy lamentables con los mismos cuidadores. De hecho, se ha visto que cuando no son familiares, los enfermeros o enfermeras que están muy desgastados, han sido denunciados por maltratar a los enfermos. Ahora, cuando el vínculo es más cercano, los sentimientos de afecto se pueden invertir y entra esta ambivalencia, porque en un acto impulsivo de intolerancia los lastiman y no saben si dejarlos en el abandono o si se exigen más. Es un círculo vicioso que terminan a ambas partes.   
Depresión y suicidio
Cuando hay identificación de una patología depresiva, de ansiedad o de culpa en el cuidador, regularmente, a la par de que se tiene tratamiento con el paciente con Alzheimer los cuidadores deben tener tanto tratamiento farmacológico como psicoterapéutico para ir manejando estos procesos de duelo porque pueden quedar atorados en algunas etapas, y aun cuando el paciente en cuestión entre en esa fase del deceso y de alguna manera se libere el cuidador  de esa carga, todos los sentimientos de culpa van a empezar de nuevo a confrontarlo, pues empiezan las dudas: “¿lo cuidé lo suficiente?”, “no debí de haberlo maltratado”, “si no hubiera dormitado no se habría caído”. Este tránsito lo llevan a cabo solo los cuidadores aun cuando fallezca su familiar, pueden meterlos en un problema depresivo muy grave, inclusive con consecuencias de suicidio, porque el paciente con Alzheimer cuando entra con estas fases de deterioro pueden durar de cinco a diez años, son años en que pierde el sentido el cuidador de su vida cotidiana, pues se queda incondicionalmente al cuidado de esa persona. Por lo tanto, son años de depresión, frustración, enojo y desgaste físico y emocional.
Rescatando al cuidador
Muchas veces hemos visto que los conflictos de los cuidadores llegan a deteriorar la dinámica familiar propia, pierden a sus propias amistades por cuidar al enfermo. Entonces, al final del día en el que entra en deceso el paciente en cuestión, tenemos a un cuidador con una etapa de vida deteriorada, depresiva, frustrada, y además los sentimientos de culpa que no solamente van a ir en función de si hizo bien o no el cuidado del paciente y no de su propia vida. Eso sí requiere una asesoría psicoterapéutica constante, ahí se intercambian los papeles. Una vez que uno inicia atendiendo al paciente con demencia y este fallece, es seguro que uno le siga después, pues no se supo atender o proteger. Eso lo anticipamos una vez que hay diagnósticos tempranos de pacientes con demencia, para identificar cuáles son los cuidadores potenciales y cuidarlos. Lo ideal es si lo tratamos de hacer hasta que pase el desgaste, pues es muy difícil rescatarlos cuando se instala el proceso depresivo-asevera el psiquiatra.
Cuando el cuidador fallece antes que el enfermo
Aunque parezca increíble, puede suceder que el cuidador muera antes que el enfermo de Alzheimer, la depresión, el estrés, el agotamiento físico y mental pueden mermar su salud y este enferma y muere. En ese momento el enfermo entra en un estado en un estado de alta vulnerabilidad, lamentablemente, en México, desde hace varias  décadas no hay políticas específicas para que en los Sistemas de Salud a través del Estado existan planes de protección para este tipo de situaciones o de circunstancias que caben o quedan al resguardo del servicio de trabajo social. Cuando sucede un evento como este en el Antiguo Hospital Civil, y los pacientes quedan en una especie de abandono, tratan de localizar a los familiares para que puedan ser cuidadores potenciales, aunque la relación se haya deteriorado con los primeros cuidadores. Es una labor a veces muy difícil, no hay mucha garantía, y cuando de verdad no se llega a un acuerdo o un apoyo de parte de ellos, trabajo social trata de buscar a través de dependencias como el DIF o como otro tipo de asociaciones, encontrar algún tipo de recurso para que entren en un cuidado especial estos pacientes. Sin embargo, no hay recurso que alcance.
Trabajo social, un puente de comprensión
Muchos de los casos de esta etapa de la vida y aunque en la actualidad se establece, que con enfermedad o sin ella, si el paciente de la tercera edad no recibe el apoyo de sus hijos como los familiares directos, ya que la ley los ampara, esta obliga a los adultos jóvenes a que los atiendan. El problema aquí, es que solamente se activa a través de denuncias. En ocasiones no tenemos es tipo de cultura porque los vínculos o están muy deteriorados o se encuentran muy confusos. Las personas de la tercera edad difícilmente van a demandar a un familiar directo, y si le agregamos que estos pacientes tienen un proceso de demencia, es todavía más complicado. Trabajo social nos apoya más en eso, pues les toca la labor de indagar y de ubicar a alguna persona que pueda intervenir, pero explicándole que no va a estar sola para encontrarle un espacio para que pueda estar este paciente. En la actualidad tanto el paciente como el cuidador se encuentran en una situación alarmante en México, pues no ha habido estrategias muy exitosas, ni tampoco mucho interés como para liberar presupuestos tanto de prevención como de solución a este tipo de conflictos. Obviamente esto incluye procesos psicoeducativos desde temprana edad para las dinámicas familiares para que en años posteriores no se estén afrontando estas cosas.
Los jóvenes de hoy, serán ancianos en la década de los 50
Al final del día, lo que nos toca a nosotros es estar constantemente identificando y permeando la psicoeducación, identificando a las personas más jóvenes, si tienen un paciente en estado inicial de demencia, tratar antes de que se deterioren los lazos familiares intentar de abarcar al mayor número de familiares para que esto les quede claro y lo hagan de una manera consensual, voluntaria y motivada. A final de cuentas, todos estamos en el mismo barco; la sobrevida va a avanzar cada vez  más, y para los años 50 de este siglo, la prevalencia de las personas de la tercera edad va a aumentar drásticamente, no va a haber tantos jóvenes. Los pequeños de hoy que van a ser los jóvenes de ese tiempo son los que van a soportar económicamente el cuidado de estos pacientes, que muchas de las veces vamos a ser nosotros, los adultos jóvenes de este momento. Es un ejercicio de autocrítica, de autorresponsabilidad, de que todos, en algún momento, desde nuestra trinchera: nosotros como médicos en lo profesional, las personas en su familia, los papás con los hijos. Es estar constantemente insistiendo que debe regresar ese respeto a los ancianos, para que si nos toca tengamos la disposición de ser mejores cuidadores y obviamente de acercarnos a las instituciones de los servicios médicos para tener la asesoría y trabajar en equipo. Es un trabajo un tanto pesado, pero no imposible. Hay mucho rezago, pero hay personal capacitado como para lograr ese soporte siempre y cuando la ciudadanía lo exija y que se esté educando hasta donde se pueda para que esto no nos alcance, pues ya lo tenemos encima, se están incrementando mucho los diagnósticos demenciales y la falta de cuidadores; de los que hay están engrosando la lista de los pacientes deprimidos. Es un círculo vicioso que nos toca romper-concluyó el psiquiatra   

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