- Muelle de brumas conjuga personajes tanto visibles como ocultos, siendo el azar un elemento clave, según el escritor Martín Solares
Al hablar de cine dramático es irremediable remontarnos a las producciones de origen francés, cuyas historias reúnen las características necesarias para ser equiparables con las clásicas tragedias griegas y mantener al público en constante expectación para asombrarlo una y otra vez.
Para el escritor y editor Martín Solares, éste es el caso de la obra literaria de Pierre Dumarchais, que incluso mejoró al ser transportada al cine. Así lo expresó durante su participación en Charlas sobre cine francés, llevada a cabo este lunes 12 de septiembre en la Sala 4, Arcady Boytler.
Organizado por la Coordinación Nacional de Literatura del INBA, la Dirección de Literatura de la UNAM y la Cineteca Nacional, el ciclo de pláticas se realiza cada lunes desde el pasado agosto y retoma grandes obras de la literatura francesa que han sido adaptadas al cine. En esta ocasión, Muelle de brumas (Le quai des brumes, 1938) de Marcel Carné, fue analizada por Solares.
Durante la conversación con el público, el analista admitió no ser un minucioso experto en la amplia historia de la cinematografía francesa; sin embargo, reconoció que esta entrega de Carné se encuentra entre sus favoritas debido a que el director logró cerrar un círculo perfecto de tinte poético, al iniciar y concluir con escenas en las que abunda la niebla.
Muelle de brumas representa la adaptación al cine de la novela de Dumarchais en manos del guionista Jacques Prévert, de quien el ponente reconoció que “hace una labor extraordinaria; conserva el modo de hablar de la gente en la calle, porque todos los diálogos son extremadamente verosímiles, nadie parece sobreactuado ni decir demasiadas palabras, dicen las palabras justas, como si las hubieran contado”.
La película nos sitúa en la Francia de la Primera Guerra Mundial, donde un desertor del ejército (Jean Gabin) arriba a Le Havre —una ciudad permanentemente envuelta en la niebla— y adopta una nueva identidad buscando huir de su pasado. Su rumbo cambia al conocer a la joven Nelly (Michele Morgan) y al verse envuelto en un misterioso suceso.
Martín invitó al público a reflexionar sobre el filme, comparándolo con el clásico Casablanca (Michael Curtiz, 1942). Declaró que para él se trata de una “Casablanca francesa, mucho más trágica, más poética, en la que hasta los personajes secundarios tienen una frase genial”. Afirmó que ambas historias poseen elementos en común, como el desertor que se convierte en héroe, la mujer que lo hará cambiar sus planes y el desenlace atípico para una historia de amor, todo ambientado bajo una mística bruma.
El ponente aseguró que en la historia intervienen tres personajes “invisibles”: el primero es Maurice quien sólo es mencionado a lo largo del filme; el segundo es la niebla, de la cual Solares comenta que “ningún personaje la percibe de la misma forma”.
Finalmente, el tercer y más importante personaje oculto según el escritor, es el azar, que en la película opera “como una maquinaria que altera el devenir de los personajes, enriqueciéndolos continuamente y ordenando cada uno de los sucesos de la historia de tal manera que esta pareciera cuidadosamente calculada, a la altura de un inolvidable drama griego”.
Muelle de brumas reúne así elementos imprescindibles para ser considerado uno de los mejores dramas franceses: la labor poética de Carné y Prévert, los simbolismos de la niebla y el papel del azar, además de la figura del héroe que escapa de una guerra sin sentido para forjar su propia historia, que para Martín Solares finaliza de la mejor manera: “con un beso de la mujer amada”.
El ciclo de Charlas sobre cine francés continuará el próximo lunes 19 de septiembre en punto de las 18:00 horas, con la proyección de Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage, Georges Franju, 1959), comentada por María Baranda. La entrada es libre solicitando las cortesías de acceso en la taquilla 5 de la Cineteca Nacional.
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