- La maestra Elisa Lozano habló de la labor del director de fotografía quien trabajó con Buñuel y Eisenstein, entre otros
Durante la charla organizada por la Academia Mexicana de la Historia y el Departamento de Extensión Académica de la Cineteca Nacional, la maestra en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México comentó que dedicó su tesis de maestría a rescatar la obra del cinefotógrafo que ha sido prácticamente ignorado por los historiadores de cine y la crítica nacional. De igual manera, destacó la importancia de la colaboración que tuvo con Luis Buñuel, ya que fue quien aprovechó las capacidades fotográficas de Jiménez e hizo que se reconociera su trabajo.
Agustín Jiménez inició su carrera fotográfica como reportero en la Escuela Nacional Preparatoria. En 1931, acompañó a Sergei Eisenstein en su proyecto fallido ¡Que Viva México! haciendo stills y, unos años más tarde, comenzó su trabajo de director de fotografía en las películas de Juan Bustillo Oro Dos monjes (1934) y El misterio del rostro pálido (1935).
"Cuando se encuentra con Buñuel en el 52, estaba ya en un momento de madurez, de dominio técnico y estético. Sin embargo, no se sentía muy contento". Lozano citó una entrevista con la ex-actriz y directora Adela Siqueiro en donde Agustín Jiménez confesó que los productores no le habían confiado películas "de gran envergadura" hasta ese momento. "Espero la obra artística en la que pueda volcar todo lo que llevo dentro", confirmó el fotógrafo en dicha entrevista.
Esto cambio después de su primera película con el cineasta aragonés, El bruto (1953), en la que tuvo más libertad para utilizar todos sus recursos. La investigadora comentó que las rupturas tonales que Jiménez empleó para "mostrar al espectador un mundo ambiguo acorde a la situación emocional de los personajes" y el uso de claroscuros hizo que los críticos aplaudieran la película.
No obstante, la cinta que consolidó su carrera fue Ensayo de un crimen (Luis Buñuel, 1955). Basada vagamente en la novela homónima de Rodolfo Usigli, la película le otorgó su primer Premio Ariel en 1956. "El buen entendimiento entre director y fotógrafo fue clave para lograr secuencias emblemáticas", aseguró la curadora. Este filme fue proyectado al término de la conferencia de Lozano.
El éxito que tuvo con Buñuel le permitió colaborar años más tarde con directores como Servando González en Viento negro(1965), Juan Orol en Plazos traicioneros (1958) y Julio Bracho en La sombra del caudillo (1960).
La carrera del cinefotógrafo se vio afectada por la decadencia en la industria del cine mexicano a partir de los años sesenta. Participó en Angelitos del trapecio (Agustín P. Delgado, 1959), Las mujeres pantera (René Cardona, 1967) y El cuerpazo del delito (Sergio Véjar, 1970), películas consideradas de baja calidad por la crítica. “Algo que caracteriza la filmografía de Jiménez es que independientemente de la poca calidad argumental o histriónica de las películas, la calidad fotográfica se sostenía”, aseguró la coordinadora de Cuartoscuro.
La conferencia de Elisa Lozano marcó el final del ciclo de charlas Miradas al cine mexicano. El Departamento de Extensión Académica de la Cineteca Nacional presentará una nueva serie de conferencias titulada Conversando con nuestros cineastas, que iniciará el jueves 10 de septiembre con el actor invitado José Carlos Ruiz.
RGY
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