sábado, 26 de septiembre de 2015

Ciclo Conversando con nuestros cineastas


En la Cineteca Nacional, José Carlos Ruiz habló sobre la preparación 
de sus personajes

 

●     Cada papel va dejando un surco en el alma, comentó el actor quien seguirá compartiendo sus experiencias hasta el 15 de octubre

 

“Decía ‘Cagancho’, un gran torero de aquellos ayeres, que el torero debe ser torero 24 horas al día. Yo desconfío profundamente de los actores de 24 horas al día. Estudio, preparo mi papel, lo interpreto y cuando termino, a la hora de quitarme el maquillaje y el vestuario... con permiso, amigo, ahí nos vemos mañana pero ahorita yo soy yo y ya no soy tú”, declaró José Carlos Ruiz durante la charla “Conversando con José Carlos Ruiz” de esta semana, que se llevó a cabo el 24 de septiembre en la Sala 4, Arcady Boytler.

Organizada por el Departamento de Extensión Académica en el marco del ciclo de charlas Conversando con nuestros cineastas, la tercera sesión giró en torno a cómo el actor zacatecano aborda el oficio histriónico y de qué manera lo afectan sus papeles más difíciles, a los cuales deja en el escenario y nunca se lleva a casa.

“Me despojo de toda la parafernalia de un personaje: del pelo, la barba, la emoción, el sentimiento, el dolor… de todo. Lo dejo con mi ropa y me voy a mi casa”. El actor considera que, a menos que esté preparando un papel antes de rodar el filme, no tiene porqué involucrarlo en su vida cotidiana. “¿Por qué voy a cargar yo, por ejemplo, con El Carajo a mi casa? ¿Por qué voy a llegar yo con el albañil a darle de cucharazos a mis hijas?”, bromeó.

Sin embargo, el intérprete toma en serio el estudio de sus personajes. Explicó que, para el papel de la película que se exhibió en la sesión pasada de este ciclo, Los albañiles (Jorge Fons, 1976), asistió en varias ocasiones a una construcción en donde le pidió a los trabajadores que le enseñaran a manejar sus instrumentos.

En el caso de La guerra santa (Carlos Enrique Taboada, 1977), cinta que se proyectó al inicio de la charla, habló de los retos de interpretar al noble alfarero Celso Domínguez. “Me doy mis mañas para no caer en frío en una tarea escénica que ni siquiera he practicado. En este caso, me fui un par de mañanas temprano con un alfarero de verdad; le dije que me dispusiera más o menos la pieza para yo hacer como que la estoy terminando”.

Otro aspecto complicado en la interpretación de Celso fue la transformación anímica del alfarero. Al principio de la historia es un hombre noble, inocente y pacífico al que la Guerra Cristera obliga a abandonar su hogar para pelear con la guerrilla. La violencia, la soledad y el contacto constante con la muerte lo convierten en un personaje torturado y agresivo que, a pesar de todo, no pierde nunca su esencia bondadosa.

La tarea de Ruiz era reflejar en el artesano, así como la del director era hacerlo en el público, los “terribles años de asesinatos, de masacres, terribles en el nombre de Dios, en el nombre del gobierno, en el nombre de lo que fuera” de la Guerra Cristera en México.

La experiencia de actuar la tragedia de Celso Domínguez marcó al histrión para siempre, así como lo hicieron sus otros papeles de igual complejidad emocional. “Cada personaje va dejando un surco en la cara, en el alma, en el sentimiento, en las tripas. No estoy hablando de mi calidad, estoy hablando de una entrega que el actor tiene que hacer con su personaje”, concluyó el artista.

Conversando con nuestros cineastas continuará con su ciclo dedicado a José Carlos Ruiz hasta el 15 de octubreEl 1 de octubrese proyectará Vidas errantes (Juan Antonio de la Riva, 1984); el 8 de octubre,Goitia, un dios para sí mismo (Diego López, 1989), y el 15 de octubreDos crímenes (Roberto Sneider, 1995).


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