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martes, 1 de agosto de 2017


El acontecer de los días está crecido de hechos que nos desbordan, de sombras e incertidumbres que nos dejan sin aliento, donde nadie respeta a nadie y los asuntos humanitarios apenas nos ponen en movimiento. Por desgracia, hemos convertido este mundo en un espacio de luchas. Sólo hay que ver la cara de tristeza y sufrimiento de algunas gentes que transitan por doquier lugar, con miedo y totalmente desconsolados. Ya no sólo carecemos de diálogo y autenticidad, también nos falta reconocer que somos seres frágiles en una gran diversidad de poblaciones; muy desfavorecidas algunas, mientras otras privilegiadas lo derrochan todo, sin importarle nada los que menos tienen.
De ahí, la importancia de la acción a la hora de proteger derechos humanos, de mantener culturas y formas de vida. Precisamente, el 13 de septiembre de 2007, la Asamblea General aprobó la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas. Indudablemente, se trata de un hito importante y un punto de referencia en cuanto a la cooperación y la solidaridad entre los pueblos indígenas y los Estados Miembros que ha sentado los cimientos de una nueva alianza para la acción en las Naciones Unidas y en todo el mundo. Sin embargo, a pesar de este instrumento internacional, hemos de reconocer que los supervivientes de los citados pueblos, al momento actual, continúan haciendo frente a la exclusión, la marginación y a mil dificultades para poder disfrutar de sus derechos básicos, tal y como reconoce Naciones Unidas, en un informe reciente.
Es notorio, que hoy más que nunca debemos tender puentes; y en este sentido, el mundo del trabajo tiene la misión de que nos podamos realizar como especie pensante. Confiamos en esta apuesta, máxime en una época que incesantemente se hacen llamamientos a una globalización más equitativa, a un desarrollo equilibrado y sostenible, y a un crecimiento económico que impulse el progreso social. Ciertamente, la cantinela ya nos lo sabemos de memoria, pero la situación es bien distinta. En efecto, no solemos pasar de las meras buenas intenciones, de las iniciativas que jamás nos llevan a puerto alguno. Lo que si en verdad prolifera son las ganancias ilegales generadas gracias a la explotación de personas como jamás. Es una lástima que, los gobiernos del mundo, ante este angustioso contexto, tampoco fortalezcan las leyes, las políticas y su aplicación. Como también es una insensibilidad que los empleadores continúen sin escrúpulo alguno acrecentando sus dividendos. Recordemos que, en muchos países, los trabajadores migrantes con frecuencia no tienen ni acceso a la justicia.
Ojalá, se llevasen a efecto, en todo el orbe, los programas de referencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT): el programa sobre los pisos de protección social para todos, que actúa para extender la protección social, y la dignidad que proporciona, a las 5.000 millones de personas que tienen una cobertura parcial o no tienen ninguna. El IPEC+, cuyo objetivo es proporcionar asesoramiento sobre políticas públicas a países que luchan contra el trabajo infantil y el trabajo forzoso. La acción global para la prevención en el marco de la salud y la seguridad en el trabajo, a fin de mejorar la robustez y la seguridad de los trabajadores en las pequeñas y medianas empresas a través de la promoción de una cultura de prevención. El Programa Empleo para la Paz y la Resiliencia, centrado en la creación de ocupaciones, en particular para los jóvenes, en los países afectados por conflictos o expuestos a catástrofes. Y el Better Work, dirigido a mejorar las condiciones de trabajo y la competitividad de las empresas en la industria mundial del vestido y el calzado. El programa ofrece incentivos a las empresas para que mejoren su conformidad con las normas del trabajo y ayuda a los mandantes nacionales a desempeñar un papel más activo en la gobernanza de los mercados laborales.
Lo fundamental es que nos dignifiquemos, algo que aún no está previsto en muchos líderes y Jefes de Estado y de gobierno, para dolor de los moradores de este planeta. ¿Qué dignidad nos cohabita cuando se nos impide expresarnos libremente? Urge, especialmente en nuestro tiempo, activar la proclama de los principios morales, de los referentes al orden social, así como dar respuesta a esta atmósfera de bochornos que padecemos. Para empezar, debemos ser los suficientemente valientes como para desafiar las enormes contrariedades que existen en nuestro entorno. Acto seguido, también hemos de ser lo convenientemente honestos para reordenar nuestras prioridades. Si, en conciencia, queremos hacer de nuestra vida, un encuentro de capacidades, veremos que todas las ideas son necesarias, de modo que hemos de ser considerados hacia toda cultura. Ya está bien de que nos ocupemos y preocupemos nada más que por nosotros y los nuestros, de que nos hayamos activado la pasividad en vez del entusiasmo por mejorar la existencia de todo corazón vivo. Al fin y al cabo, todo este caos es fruto del nulo sometimiento a normas morales, y de que las obligaciones innatas o jurídicas apenas las llevemos a cabo. En cualquier caso, hemos de reconocer que nos sobra toda esa ferocidad salvaje vertida en acciones crueles y nos falta coraje para desarmarnos de una vez y para toda la eternidad. A pesar de ello, utilicemos únicamente medios pacíficos para hacernos escuchar. Ahora bien, que nadie se calle ante el sufrimiento de su análogo, provenga de donde provenga y habite en el lugar que habite.

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martes, 9 de mayo de 2017


  • CEEPI desarrolló un análisis sobre los aspectos positivos y negativos del estereotipo de madre.
  • Existen valores positivos que no deben irse.
  • Por el contrario, la abnegación, la sumisión, y la devoción pueden generar trastornos psicológicos tanto en la madre, como en sus hijos.
  • Por el ritmo laboral podrían irse al polo opuesto: madres poco afectivas y apegadas con sus hijos y su familia.
Cuando se piensa en una madre mexicana se vienen a la cabeza una serie de características que la definen, como el sacrificio, su abnegación y la devoción por sus hijos, así como el sufrimiento o dicho de otra forma, "la madre que da todo por sus hijos". "Sin embargo esta actitud ante la vida, que fue grabada en la mente principalmente por los estereotipos del cine mexicano en su Época de Oro, formó muchas generaciones que fueron marcadas por una serie de trastornos psicológicos", afirma la doctora Claudia Sotelo Arias, directora del Centro de Especialización de Estudios Psicológicos en la Infancia (CEEPI).

"Una 'Madre Santa' implica un sacrificio enorme. Este esfuerzo tarde o temprano se cobra y los pagadores son los hijos. Dar absolutamente todo  conlleva a la frustración de la mujer; es decir, hay mucho pesimismo ante la vida, ya que su papel en sociedad y ante el hombre es secundario. Por eso, la 'Madre Santa' ve en sus hijos un anhelo que significa tener todo lo que no ha tenido o nunca pudo hacer y que piensa hacerlo o tenerlo, pero a través de sus hijos", sostuvo la especialista.

Una de las características de la Madre Santa es la sobreprotección de sus hijos, y ese "amor en exceso" no es gratuito, porque genera una serie de trastornos psicológicos: "se forman seres humanos dependientes e incapaces de valerse por sí mismos, donde el sentimiento de culpa será la norma que regirá su vida, debido a que en la mente de la madre incondicional está el hecho de que sus hijos son de su propiedad. Esto se puede cristalizar en frases célebres y de uso común: 'como madre te di todo y ahora ve cómo me pagas', 'la madre de uno es lo más sagrado de la vida', dijo  Sotelo Arias.

Sin embargo, en el arquetipo de "Madre Santa" se pueden rescatar aspectos positivos. "La madre abnegada también trasmite valores como la unión familiar, el valor de la vida, el cuidado y protección e incluso el compromiso y responsabilidad. Hay que decir que este paradigma está cambiando y en muchos casos se están asimilando los valores positivos. La madre mexicana moderna, quizá ya no tenga tiempo para ser devota y abnegada, por la misma economía de las familias, por la cual las mujeres al igual que el hombre tienen que trabajar. En la familia mexicana moderna y funcional ambos se encargan de la educación de sus hijos, lo cual está creando generaciones de mexicanos más independientes, seguros y confiados en sí mismos", dijo la especialista.

Por ello aunque la "Madre Santa" continua existiendo, por razones sociales, culturales, psicológicas y económicas tiende a irse matizando e incluso en ciertos estratos se extinguirá. "Es necesario que las familias mexicanas retomen los valores positivos sin irse a los polos opuestos, es decir, a la nula comunicación, la poca responsabilidad de padres hacia sus hijos o poco tiempo para estar con ellos. Y esto es precisamente lo que está sucediendo en la sociedad mexicana; el reto, encontrar el justo medio", concluyó Sotelo Arias.



Informes para la prensa nacional e internacional en prensa@masquerp.com o llama al 55 5212 6991 en la Ciudad de México.
 
ACERCA DE CEEPI


Somos un grupo de especialistas en el área de la psicología infantil que tenemos como principio el cuidado de la salud mental de los niños y de los adolescentes. CREEMOS EN LA FELICIDAD INFANTIL, y con base en ello, estamos convencidos de que podemos retomar la esencia de la infancia: Ser niño debe ser un sinónimo de felicidad, juego, ilusión, curiosidad e inocencia.

¿Se está extinguiendo la Madre Santa mexicana?

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