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martes, 10 de octubre de 2017


Fray Antonio Alcalde y Barriga, el fraile de la calavera

Segunda parte

By  Héctor Medina Varalta

“Es el hombre más honrado y decente que he conocido y me siento muy orgulloso de él, tanto, como el de mi Consejo.
Carlos III


En 1786, llamado el año del hambre, el fraile tenía entregados 80 mil pesos para que construyeran el Sagrario, pero estaban en que si construían el Sagrario pegado a la Catedral o donde se encuentra actualmente la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, que antiguamente era la Plazuela de la  Soledad. Llega el año del hambre y el Ayuntamiento de Guadalajara le presta el dinero para el Sagrario, pero se hace hasta 1808, casi 16 años después de muerto el fraile. Fray Antonio Alcalde tuvo tanta sensibilidad a los afectados por el hambre, que deja 6 mil pesos para que, con los réditos, les hagan semas a los presos; a las niñas del beaterio les compra una casa para que cuando salgan de la escuela les hagan un biscocho con la renta de la casa. A él no le gustaba que le metieran mano al dinero, porque era un buen financiero, pues, hiso más ricos a los dueños de las haciendas, pues les presta dinero para que paguen el crédito. Por ejemplo, cuando funda una escuela en el Santuario.

Amor al prójimo
A falta de cosechas por la sequía y las heladas de los dos años precedentes, escasearon los alimentos y los víveres y los pocos que había estaban a precio inalcanzable, sobre todo para la población indígena. El ingeniero José Antonio Rosales Cortes, historiador y biógrafo de Fray Antonio Alcalde, relata que fray Antonio Alcalde repartió 50 mil pesos a los curas de los pueblos para que hicieren siembras en sus parroquias y distribuyeran las cosechas entre los afectados. Estableció cocinas en las parroquias del Santuario, Analco y El Carmen, donde se daba de comer diariamente a unas dos mil personas. En la actualidad con toda la tecnología que tenemos, se batallaría mucho preparar dos mil comidas; las las mujeres de Guadalajara conseguían leña, hacer tortillas y  guisar.  Para combatir la hambruna, prestó sin intereses y sin plazos al ayuntamiento de Guadalajara, cien mil pesos, para que se pudiera vender maíz a los pobres a precios bajos.  Existe un documento, que informa que fray Antonio Alcalde prestó 10 mil pesos, era tan meticuloso que escribió que de esos 10 mil pesos le iban a dar 500 pesos al año, era el 5 por ciento anual, de esa cantidad, 400 pesos se destinaban al maestro y cien era para que les compraran atole a los niños, tortillas, pan, libros.

Amante del detalle
Todo lo que ocupaban para su labor lo deja por escrito, por ejemplo, el maestro debe saber enseñar lengua española, historia sagrada, aritmética, entre otros, pero si el maestro no cubre los requisitos como se requiere, lo demandaba judicialmente. Se puede decir, sin lugar a duda, que era una persona claridosa: lo recto debería ser recto y no había enmendadura, era una disciplina, pero la pobreza la practicaba en su casa. Cuando le hacen inventario en su casa, se descubre que eran los mismos muebles que dejó el obispo anterior, y se compraron en 1756, cuando fallece fue en 1792, casi 40 años. Lo que dejó a los niños, es un dato muy curioso, porque específica que van a ir todos los días a rezar el rosario al Santuario los sábados y el domingo se bañan y se peinan. Era muy amante del detalle. Cuando manda hacer los ornamentos, pues conocía las labores de costura: de trama de oro, de tal tela, de tal nombre y tal color, todo lo describe a la perfección; con galón de tal ancho, que sea de oro fuerte, que esté bien, que tenga buen precio, encajes finos y corrientes, todo lo describía con lujo de detalle. Eso es lo importante de fray Antonio Alcalde, su verdadero legado, no lo hemos aprendido, es la honradez; tanto en cuestiones de la Iglesia como en cuestiones públicas, estamos en otro canal.

Honradez a toda costa
Cuando iba a llegar a Guadalajara le iban a hacer una fiesta en grande, pero no quiso derrochar el dinero, sólo pidió que gastaran mil pesos que ordenaba el rey y no quiso más. En esa época, era muy común que los obispos gastaran en grande a su entrada a la ciudad. En un sermón que predican cuando fray Antonio Alcalde muere, Juan José Moreno, un canónigo de Catedral dijo: Este hombre practicó la pobreza a grado extremo: no ocupó de coches, ni de muebles lujosos, ni de la habitación de un obispo y está todo el pueblo con él.
Dicen las crónicas de esa época, que cuando el fraile fallece todos los habitantes de Guadalajara lo acompañaron a su funeral, es decir, todas las congregaciones religiosas, todos los de la audiencia, todos los pobres y todos los ricos, pues llevaba muy buena relación con la gente rica. Como se ha dicho, el obispo era muy claro, muy generoso y muy honesto: “te presto, pero me pagas”. Los hacía firmar y con aval, nada estaba al aire. En toda la recaudación de rentas, manda investigar los archivos de los testamentos que había para la Iglesia, pues había muchas cosas que se habían testado para la Iglesia y no habían llegado los bienes. Incluso, lo acusan de avaro y de codicioso ante el rey Carlos III, y este poco antes de morir, se expresó del fraile: “es el hombre más honrado y decente que he conocido y me siento muy orgulloso de él, tanto como el de mi Consejo.


Si preparas al pobre, lo estás emparejando
Incluso, le concede el rey, que no le exfolien su herencia, sino que los encargados o albaceas sean los encargados de distribuir sus cosas, el rey le tenía una enorme confianza, ya que fue una persona muy talentosa, pues cuando lo nombran obispo, renuncia al humilde cargo que tenía. El superior de los dominicos le dice: “Me pesa que se vaya pues ya lo tenía considerado para el priorato de Segovia, pero renúncieme, va a obedecer a Su Majestad, porque primero Dios lo inspiró y usted va a obedecer donde su Real Majestad le diga, y que viva muchos años”. Lo que afirmo el superior era verdad, el fraile de la Calavera estaba en el priorato de Jesús María e iba a ir al priorato de Segovia, Es muy interesante la vida de fray Antonio Alcalde, ya que siendo un fraile de convento, se convierte en un personaje público, que sabe lidiar con ricos y pobres además, quería mucho a su tierra, Cigales donde manda mucho dinero; el fraile termina la torre del templo y hace los altares colaterales de su ciudad natal. Su espíritu financiero lo reflejaba en cada una de sus acciones, por ejemplo, al llegar a Mérida les tenía destinados más de 250 mil pesos. El fraile de la Calavera juntaba dinero para gloria de Dios, para obtener salud y preparar al pueblo; Luis Pérez Verdía, escribió una biografía de fray Antonio Alcalde en 1892 donde dice que, enseñar al indio macehual era ponerlo a la altura de sus señores, es decir, si tú preparas al pobre, lo estás emparejando.

Dinero ganado, dinero aprovechado
El beaterio de niñas lo hace para mujeres; había niñas internas y otras que asistían a la escuela de primeras letras, que estaba detrás del Santuario. Después funda la universidad y las cátedras en el seminario, era un personaje muy aventajado. Cuando pasa lo del año del hambre, pide un terreno y se lo dan, y en un mes, ya tiene echados los cimientos del hospital que en la actualidad lleva su nombre. Nuestro entrevistado, subraya que, el legado de fray Antonio Alcalde, esa administración de no disponer del dinero, tendríamos muchos hospitales civiles, muchas universidades, muchas escuelas en toda la república. Justo Sierra O'Reilly, padre del educador Justo Sierra, en 1850, decía: “Es increíble que a más de 50 años de muerto el fraile, ya se hayan repartido las casas que dejó para mantenerlas”.
Esto indica que no sabemos apreciar la riqueza que Dios deposita en nuestras manos y el fraile era un gran administrador y duro, porque las finanzas así son. En la zona alteña, la gente tiene mucho dinero y son dueñas de las principales fincas y demás, esto obedece a la administración: dinero ganado, dinero aprovechado, es decir, venden la vaca, guardan el dinero y tienen para todo el año. Así era fray Antonio Alcalde, a él no le gustaba que le manotearan los réditos; todos los documentos hablan de réditos. Fray Antonio Alcalde bien sabía que no podía estar renovando a cada rato los documentos. Cuando empezó a construir el Santuario en 1777, hace once casas para la parroquia del Santuario, en un principio, porque primero era capeñanía- subraya el ingeniero Rosales.


Fundó Mexicaltzingo
El fraile dejó escrito: “El sacristán va a barrer una o dos veces el templo o más, si es necesario. Hasta las barridas están incluidas, es lo fascinante del fraile. Cuando construye el Sagrario metropolitano, especificó que quería un maestro de la universidad, que tuviera todo lo que compete a la belleza y la firmeza de la construcción. Quería que estuviera bonita, pero que durara, no se le escapaba nada y era una persona muy mayor, pues tenía 84 años de edad. De hecho, funda tanto la parroquia del norte, escoge el norte, porque su templo Dominico era donde está el templo de san José; al sur funda Mexicaltzingo, le tocó el avance de la ciudad en el siglo XVIII, porque la única parroquia que había, estaba en el Sagrario Metropolitano, que estaba en la capilla, debajo de la torre norte, donde está el Señor de las Aguas, ahí era el Sagrario, era un mugrero, y estaba muy chico el espacio y pide dignificarlo. Ahí es donde le presta el dinero al Ayuntamiento, sin garantía  de nada, solamente con la condición de que se lo devuelvan. Los devuelven 18 años después y es cuando empiezan a construir el Sagrario, esto lo cita el  Padre José T. Laris en un libro que escribió, era cronista de la Arquidiócesis, es el único cronista que cita ese dato.


Hombres ilustres

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viernes, 16 de diciembre de 2016






Guadalajara, México, diciembre de 2016. En el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL), la escritora Ángeles González Gamio presentó: La ciudad que me habita. Crónicas amorosas de la Ciudad de México. La autora es cronista de la Ciudad de México y desde hace 25 años escribe todos los domingos en el periódico La Jornada; González Gamio, escribe sobre sus plazas, sus edificios, sus museos, sus monumentos, y escribe lo que eran en el pasado y lo que son en la actualidad, y siempre termina haciendo una recomendación gastronómica en un lugar cercano del que González Gamio describe. Es una especie de guía cultural, pues si uno va de visita a la Ciudad de México y visita la Catedral y luego nos enteramos que a dos cuadras hay un  restaurante hindú en donde se come muy sabroso y si visitamos la Alameda podemos enterarnos que es el parque más antiguo de América, quién lo hizo, las culturas que han pasado ahí, y que a un lado de la Alameda hay un restaurante fantástico.

Nada se escapa a los ojos de la maestra
En el libro, la cronista escribe sobre el Castillo de Chapultepec, Xochimilco, El Peñón de los Baños, Las primeras sinagogas, Tacubaya en la cultura, El primer cronista de la ciudad, La Candelaria en Tacubaya, La colonia Santa María, El barrio de San Rafael, entre otros sitios.
Ángeles González refiere que tiene cerca de mil 500 crónicas en 25 años que tiene escribiendo. Además, este es el tercer libro que ha escrito acerca de crónicas, estas van de 2002 a 2012, también tiene de 1992 a 2006 y viene otro muy pronto, que es de 2012 a 2016.
En la presentación del libro, estuvieron presentes, además de la autora, Miguel ángel Porrúa y José María Muriá. Este segundo habló sobre las virtudes de la Gran Metrópoli: en el centro de la Ciudad de México hay una riqueza arquitectónica inconmensurable, una parte de la cual hace todo lo posible por esconderse a los ojos del visitante, pero no se escapa a los ojos de la maestra Ángeles González Gamio, quien hace de este libro una guía, pues ofrece una dinámica de la Ciudad de México, muy objetivamente.

Excelente investigadora
Muriá destacó que casi todos los artículos del libro son a favor y dejan un gran sabor de boca, ya que le impresionó la capacidad que tiene para darle vida a los lugares que González Gamio les da. Los textos hablan de un lugar, de una cosa de una manera exquisita y termina haciendo referencia de un lugar donde comer en las inmediaciones de ese sitio; de manera que se convierte en una espléndida guía gastronómica. En todos los platillos y en todos lugares donde hace mención, son sitios que no sólo conoce, sino que conocen a la maestra muy bien. De tal manera que da el tip de cómo se llama el cocinero, de qué es lo que le conviene al turista comer ahí, dependiendo de la hora. Y que quede muy claro, que el gourmet no piense de ella como de una persona de una cultura afrancesada, es uno de los paladares más mexicanos y mexicanistas. Su persecución va de cantina en cantina, además, ella es muy buena para el tequila como ella sola. Ese es uno de los motivos de coincidencia que tienen José María Muriá y Ángeles González Gamio.

Estructura coherente y muy nutritiva
Además en cada cantina sabe cuál es botana, cuál es el mejor platillo para escoger, pues ya los ha probado, pero también conoce, como Don Juan Tenorio, en aquel turismo social, ya que ella visita de la manera más modesta los lugares más chic, con la condición de que tengan algo que ver con la bebida, casi sin excepción. También hace mención de los platillos que cada año hay en esos lugares, es decir, no se trata de un libro aburrido, tiene el encanto de un conocimiento muy sólido de la Historia de la Ciudad de México. Muy poca gente conoce la historia de la Capital, sobre todo, del Centro de la Capital como la maestra González Gamio, de tal modo, que de una manera sencilla y casi romántica da una explicación de las cosas; las cosas están ahí. Después de leer el capítulo correspondiente, no sólo sabe que están ahí y que las construyó fulano de tal, sino por qué están ahí. También valer la pena, en su conjunto, considerar que hay que leer todo el libro, pues esta obra nos ofrece una estructura coherente y muy nutritiva de lo que es la Ciudad de México, en su parte y médula. Finalmente, si la lectura es gozo, este libro la ofrece. Es decir, goza uno tanto leyéndolo, y sobre todo, como ella gozó escribiéndolo.

Lluvia de museos
Esta entrañable Ciudad de México no deja de sorprendernos. Ya era una de las que tienen más museos en el mundo, y resulta que en los meses siguientes han surgido tres nuevos. Ya hablamos del Museo del Objeto y hace unas semanas abrió sus puertas al público el Museo Soumaya. Impactante estructura metálica que resguarda la colección de arte de Carlos Slim, del que hablaremos en próxima crónica. El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se inauguró el museo dedicado a las que conformamos más de la mitad de la población mexicana, según nos informa el censo pasado. Desde hace años era un sueño de la historiadora Patricia Galeana, quien dirige la Federación Mexicana de Universitarias (Femu). Finalmente logró que la UNAM le cediera la casona del siglo XIX, que albergó por muchos años la primera imprenta universitaria, situada en la calle República de Bolivia 17, en el corazón del Centro Histórico. Así nació tras una intensa remodelación, el Museo de la Mujer, primero en nuestro país-destaca en el libro de González Gamio.

Ángeles González Gamio, presentó el libro La ciudad que me habita

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