*Por CHARLY DE BALZAC.
En la introducción, a los medios se adelanto la retrospectiva de este director del séptimo arte, que al parecer lleva ya algunos títulos en su habre. Que bueno que sea un connacional que llame la atención de los informadores de la fuente cultural. Quizá para algunos sobretodo, los intelectuales del poder digan que porque abordo dicho tema, pero es la verdad de los que ocurre en México, entre la crisis migratoria y la violencia desatada, en varios estados, como Zacatecas, Guanajuato, Guerrero, Michoacan entre otros. Ni que decir de las caravanas migrantes en el sur de Chiapas. Por ende la inspiración de este cinefilo, vuelve a algunos de los tópicos ya tratados en su cine y con justa razón. Pero vale detallar parte del argumento de este nuevo trabajo en donde aparecen diversos personajes con ansias similares, pero marcados por el clima o aspecto de un territorio particular, el desierto de Sonora, en Quitovac.
Pero volviendo a la cinta enunciado, documenta un seguimiento a la cotidianidad de una comunidad indígena, los Tohono O’otham, que vive en un espacio sin límites, donde la idea de frontera (entre EE.UU y México) queda difuminada, ya sea por conservar un sentido del territorio heredado de sus ancestros o por un tema político, de un mundo libre de barreras, manteniendo un sea idea de pueblo aliada a la naturaleza, el desierto o la tierra misma. El cineasta se acerca a estos habitantes, sobre todo a una familia de hermanas, madres e hijos pequeños, que viven de pequeños trabajos agrarios o ganaderos, y a partir de un grupo de hombres, estancados en un campamento improvisado, que quieren pasar la frontera y que permanecen en una espera que parece eterna, en busca de la mejor oportunidad para cruzar el desierto.
Y este espacio adquiere una dimensión simbólica, de sueño de libertad, pero también como un terreno que encarna el miedo y lo incierto. El cineasta va mezclando algunos intertítulos con extractos del poema El Paraíso Perdido de John Milton, que va dando forma y potencia a esta metáfora del desierto como espacio de tránsito, en relación a un estadio de meditación o reflexión forzada, sobre todo de los hombres que ven esta espera como castigo. Como si Sepúlveda se amparara en los versos de Milton para dar cuenta del interior que estos personajes transmiten con sus gestos, con sus declaraciones secas, o con sus miradas este sentimiento de frustración. En La sombra del desierto (o el Paraíso Perdido), las personas ven desde las montañas al territorio inhóspito, que trae historias, mitos, pero también la posibilidad de la muerte. Sin embargo, la contemplación de un atardecer, que el cineasta capta de manera maravillosa, desliza un poco de esperanza.
La verdad este humilde escribiente ya no aguanto el final ni el gozoso mezcal que la producción prometió, a veces no vale la pena festejar como fue en este caso, ya que la exhibición fue retardada por mas de una hora y sin previo aviso, así las cosas, mejor me fui a casita a soñar con los angelitos. * poeta y periodista cultural.
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