POR ALFREDO ARNOLD MORALES
Académico de la Universidad Autónoma de Guadalajara
Noticias del mundo científico informan que un asteroide que chocó en Yucatán hace 66 millones de años provocó un cambio significativo en los océanos, lo que a su vez contribuyó a una extinción masiva que afectó al setenta por ciento de las especies. Otra nota comenta que, a partir del análisis del ADN de unos huesos fósiles fue posible “reconstruir” el rostro de un ser humano que vivió hace 50,000 años. Otra información afirma que un grupo de científicos de Google logró “la supremacía cuántica con un nuevo procesador capaz de realizar un cálculo en tres minutos y 20 segundos, algo que al súper ordenador clásico más avanzado le llevaría unos 10,000 años”.
No lo ponemos en duda. Pero, frente al desastre que está causado el Covid-19 en el mundo cabe preguntarse si la ciencia no está fallando en estos tiempos de genoma, algoritmos, robots e inteligencia artificial.
Tal vez sobredimensionamos el avance científico y tecnológico, creímos que había respuesta para todo y por eso nos decepciona comprobar que la comunidad científica no tiene una solución contundente para acabar con la pandemia. Se emiten recomendaciones, pero nada rotundo como lo fue la vacuna de Jenner a finales del siglo XVIII o la de Pasteur cien años después, o como la penicilina de Fleming en 1928; anticuerpos y antibióticos que desde entonces han salvado millones de vidas humanas.
¿Dónde están los investigadores, los Premio Nobel? Es probable que no haya suficiente colaboración entre los líderes científicos del mundo, entre los gobiernos, las universidades más avanzadas y los grandes laboratorios; que cada quien trabaje por su cuenta como si se tratara de una competencia y no de una emergencia mundial.
Recientemente, poco antes de que la crisis sanitaria llegara a nuestro continente, dio una conferencia en la Universidad Autónoma de Guadalajara el Mtro. Marco M. Muñoz, directivo del MIT (Massachusetts Institute of Technology), quien afirmó que “El principal fin de la innovación tecnológica debe estar enfocado a resolver los grandes problemas de la humanidad”. Una gran verdad.
¿Qué daríamos en estos momentos por tener la solución a la pandemia en lugar de las nuevas funciones que ofrece el último modelo de teléfono móvil?
No hemos caído en cuenta de la fuerza que tiene la fauna microscópica; la amenaza que en tiempos recientes llegó con el sida, el ébola, el SARS, la influenza y otras epidemias. Señalan estudios científicos que, entre los millones de agentes patógenos (virus, bacterias, hongos, protozoarios, etcétera) que existen en los seres vivos, sólo conocemos 1,400. El sistema inmunológico nos protege de ellos, pero factores como el aumento de la movilidad global, la pobreza y el cambio climático nos dejan cada vez más expuestos.
En este momento de confusión, la comunidad científica coincide en que llegarán más ataques de distintos virus en un futuro no lejano. Es una advertencia que no se debe echar en saco roto; por el contrario, se trata de llamado urgente para que todos los países e instituciones enfoquen el tema de la salud como prioridad de la ciencia y la tecnología.
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