Por Héctor Medina Varalta
En el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL), la prestigiada y talentosa escritora y licenciada en Terapia de la Comunicación Humana, Raquel Guerrero, presentó el año pasado ¿Por qué mis padres no me aman? Empezando a sanar, que ha tenido tanto éxito que este año lo volvió a presentar. Guerrero asegura que, en efecto, desafortunadamente, hay padres que no aman a sus hijos. Si uno es buen observador, basta ver en las noticias, a padres de familia cometiendo actos verdaderamente crueles con los niños. En el caso del título del libro, pero él no amar únicamente al hijo, es solamente ser cruel, también hay muchas maneras de crueldad, como el abandono de infantes, denegarle compañía, denegarle atención, de negarle, incluso, un abrazo. Muchas veces, sabiendo el padre o madre que están causando dolor lo siguen haciendo. Este es un pequeño ejemplo de que hay padres que no aman a sus hijos.
Culpabilidad mezclada con el miedo
Tenemos el caso de un paciente que, en su niñez, su padre le exigía pasar de grado escolar con 10, pero Pedro, nombre ficticio, siempre pasaba con 7. Cuando esto sucedía, su padre dejaba de hablarle en la época de vacaciones. Era tanta la culpabilidad mezclada con miedo que, a la hora que llegaba su padre a comer, Luis se metía debajo de la cama y no salía hasta que su progenitor se retiraba a trabajar. Es verdaderamente triste, que los padres, de alguna manera, de pronto algunos se desconectan y no saben cómo demostrar a sus hijos lo mucho o poco que los aman. El relato de Luis es muy común y también es muy común que los seres que supuestamente deberían de amar a sus hijos, son los que ocasionan más dolor. Cabe resaltar que el padre de Luis se crio en el Hospicio Cabañas.
¿Por qué algunos padres no aman a sus hijos?
Raquel Guerrero, manifestó que, de alguna manera, repiten el dolor que no han sanado en sus hijos; es una cadena que se puede repetir, a menos que los padres decidan, someterse a tratamiento psicológico, ya que el maltrato infantil, es una manera de no saber conectarse con los hijos, de cómo nuestras áreas de oscuridad cubren nuestra luz y no permiten iluminar las vidas de nuestros hijos. Ese dolor que tenemos, esa oscuridad que nubla nuestra razón no nos deja transmitir todo ese amor tan grande que sentimos por ellos, por ejemplo, el caso de Luis, tal vez esa es la única forma, en que muchas veces los papás, tal vez esa sea la única forma, en las que muchas veces saben demostrar amor a sus hijos, queriendo que a sus hijos les vayan bien. Nada más que eso. Muchas veces hacer algo más. En cambio el niño no entiende el porqué de tanto dolor, no se explica la tristeza que le embarga en esos momentos, incluso, hasta puede tener pensamientos suicidas.
La agresión a un niño es muy dolorosa
Recuerdo el cado de un paciente, un padre de familia, que el niño tiene problemas de aprendizaje; el papá le gritaba, lo ofendía y lo humillaba. Yo le preguntaba, “¿por qué hace eso?” “¿Por qué trata así a su hijo?” Él me contestaba que lo hacía para que le diera coraje a su hijo, a ver si así reacciona. Ese paciente era sumamente cruel con su hijo. Generalmente, los problemas de aprendizaje, no es porque el niño no quiera, sino que es una cuestión neurológica. El cerebro de los hijos avanza como tiene que avanzar, no como el papá o la mamá quieren, sin embargo, muchas veces los papás pensamos que podemos controlar al niño a través de la violencia, ese es un error enorme. Ojalá que los padres de familia que están leyendo esta entrevista, recuerden lo doloroso que es cuando agredimos a un niño, por ejemplo, en la escuela, eso de estar peleando todos los días con el niño para que nos traiga un diez, ofenderlo y regañando y hacer de las tareas escolares un martirio, lo único que están ocasionando, es que al niño se le va destruyendo su corazón, porque el niño no se enoja con sus padres, está aprendiendo a odiarse a sí mismo.
Hay que amar a nuestros hijos incondicionalmente
Lo que están consiguiendo los padres de familia, maltratándolo para que saque dieces, lo pierden en el momento que le están faltando el respeto a su hijo; si el padre o madre lo respetaran, tal vez, por amor propio, querría salir delante de una mejor manera, que si lo están maltratando. Ningún niño maltratado tiene en sí el ímpetu o deseo, porque sus padres se lo impidieron con sus actos, de seguir adelante. Salen porque muchas veces no les queda de otra; en ocasiones lo logran porque muchas veces no tienen otra alternativa, y porque la vida los obliga a seguir adelante, pero llevando en su espalda de que es un niño tonto, pero aun así, no son nada, en relación a los niños que sus papás apoyan, entienden sus necesidades y los aman incondicionalmente, es decir, tal y como el niño es: con su cerebro que avanza rápido o despacito, con su cuerpo que es veloz o es lento. No importa, queridos lectores, ama a tu hijo tal y como es-destacó Guerrero
Empezando a sanar
Por otra parte, ¿Por qué mis padres no me aman? Empezando a sanar, es un libro excelente: tiene mucho amor, gentileza, es un libro que todos los padres de familia, incluso los hijos que están leyendo estas líneas, de alguna manera, sepan que hay una solución amorosa que los va a ayudar a sentirse bien, en paz con ellos mismos, con el mundo y con su propia historia y familia, para no seguir transmitiendo dolor. De eso se trata el libro. Volviendo a abordar la experiencia de Luis, el paciente de nuestra entrevistada, Guerrero señala: ¿cómo su padre iba a amar?,¿quién lo iba a enseñar a amar?, ¿cómo su padre podría dar amor a otros, si nadie lo había querido, si estaba tan solo. Yo como hija, es m i responsabilidad ponerme en paz con la historia no perfecta de mis padres, don la historia no perfecta mía, para mí, en vez de estar enojada porque las cosas no fueron como yo quería, yo pueda entender y llenar de paz mi corazón. De eso se trata, ¿Por qué mis padres no me aman? Empezando a sanar, se trata de ponerme en paz, porque las cosas no son ni van a ser cómo yo quisiera que fueran; las cosas son como tienen que ser. Hay un poema de Francisco Luis Bernárdez que dice; “
Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,
si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
Porque el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado, “aunque no nos guste, lo que tenemos de florido, vive de lo que está en nuestras raíces en nuestra historia. Lo que nosotros pensamos, tal vez que fue dolor, en realidad nos formó, nos hizo crecer, salir adelante.
Un libro para perdonar
Los padres de familia que quieren sanar sus heridas tienen que verse como hijos, pues es un libro que está hecho para los hijos. Cuando uno se pone en el lugar del padre o madre, en el lugar que le corresponde como hija o hijo, si uno empieza a sanar como tal, automáticamente se empieza a poner en paz la relación con todas las personas, uno se pone en paz con los hijos, con el conyugue, con la gente con la que uno se relaciona; porque estar en paz es una cuestión que se ve reflejada en todas las áreas. En ocasiones, uno puede encontrase con personas que suelen decir: “yo ya perdoné.” Guerrero define que el perdón, no es decir como “ya se me olvidó,” el perdón es un proceso que hay que trabajar, es como subir unas escaleras. Uno no puede decir, “estoy arriba”, si no se ha subido a la escalera, es decir, únicamente se puede llegar haciendo lo que se tiene que hacer: moviéndose. Es un proceso. Cuando lo ignoras, no sales del problema. Por lo tanto este libro es para que pueda el lector llevar a cabo el proceso del perdón, fácilmente, sin dolor y con mucha paz.
Quiero amar a mis hijos como tal vez nadie me amó
Por lo tanto, cuando uno se coloca en el papel de la hija o del hijo se hace uno responsable de nuestro dolor. Es cuando, entonces, puedo yo ser responsable de la forma en la que estoy educando a mi hija o hijo, es decir, si yo no soy responsable de reconocer mi propio dolor, no voy a ser capaz del dolor que yo le estoy causando a mi hijo. Y para eso, también es este libro, para que tú seas capaz de ver y decir: “A mí me dolió mucho el abandono, yo no voy a abandonar; si a mí me rechazaron, yo no voy a rechazar. A mí me dolía que mi papá me golpeara, yo porque voy a golpear a mi hijo. No se trata de decir: “Es que no quiero no tengan lo que a mí me faltó,” se trata de decir: “Es que yo quiero amar a mis hijos como tal vez nadie me amó a mí. “De eso se trata el libro. Raquel Guerrero es licenciada en terapia de la comunicación humana. Atiende a niños con problemas de aprendizaje, de lenguaje y todo lo que esté relacionado con problemas neurológicos, es la base de su conocimiento.
A mis 81 años, por fin pude ponerme en paz con mis papás
Para el año 2020, nos tiene una sorpresa, no lo quiso revelar porque tiene mucho trabajo, pues pone todo su empeño, esfuerzo y tiempo en escribir un nuevo libro, es un proceso que lleva tiempo. No puedo escribir un libro cada año ni siquiera cada dos años, sin embargo, ahí viene el tercero; simplemente las cosas toman el tiempo que tiene que tomar. Me siento muy contenta, muy satisfecha, vamos a ver qué novedades les traigo a mis lectores el próximo año. De todo corazón, este libro está hecho con todo el amor, no puedo decir, que directamente es algo mío, pues para mí los libros se escriben solos; los libros tienen su propia vida, los libros se manifiestan y para mí es una forma en que la vida dice: “Ustedes pueden sanar”, ustedes pueden estar bien; nosotros podemos sanar y estar bien. Cuando mi mamá leyó el libro, me dijo: “Gracias hija, porque a mis 81 años, por fin pude ponerme en paz con mis papás-era el día de su cumpleaños, que ese día, hace 81 años, sus papás estaban muy contentos con la bebita que acababa de nacer. Mi mamá dijo eso después de 81 años después, tal vez, de que ella se resistía porque no sabía cómo perdonar y estar en paz. Ahora mi mamá, es una mujer feliz, que entiende lo que sucedió en su historia. Ama a sus padres y, de esa manera, influye de una manera maravillosa con sus hijas para que ellas puedan estar sanas y, de esa forma, también influyen ellas en los nietos. Por supuesto, el libro influye en muchas fibras sensibles, pero no de mala manera, sino de forma muy amorosa para aquel que se atreva a sanar pueda encontrar en el libro un eco para su corazón.
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