Tercera parte
El infierno en Auschwitz
Por Héctor Medina Varalta
En la presentación del libro, estuvieron presentes el autor de esta obra y Alfonso Collignon, prestigiado locutor de esta ciudad y descendiente de Mario y Eduardo. El escritor refirió , que Hanna Aigner, la protagonista de su libro no sólo es el eje de Ernest y Ritter, sino que también hay una historia muy bonita con Eduardo, es decir, hay una desesperada lucha por conquistar a Hanna, sin embargo, ella les infunde valor y principios, manteniéndolos firmes ante la adversidad y dificultades que les rodean. Por otra parte, tal vez, el episodio más duro de la novela es enAuschwitz, en ella Mario Escobar describió lo que no había descrito en su anterior novela Canción de cuna de Auschwitz, que es el Auschwitz de los verdugos; hubo oficialmente tres Auschwitz, porque según donde cayera el prisionero podría morir a las dos o tres horas de haber llegado o podía llegar a tener esperanza de sobrevivir. De hecho, cuando Mario Escobar visitó Auschwitz acompañado de su esposa para escribir Canción de cuna de Auschwitz, lo primero que les dice el guía que los llevó a Auschwitz y Birkenau caminando durante seis horas, hacía un frío terrible, él dijo: “este año no está haciendo frío. Ustedes llevan seis horas conmigo, pero el 80 por ciento de la gente que llegaba a Auschwitz no llegó a estar más de tres horas, porque al bajar de los trenes, caminaban menos de 300 metros”. Los nazis hacían una selección: los útiles eran, seleccionados como esclavos y los que ellos consideraban desechables: niños pequeños, mujeres embarazadas, madres que sabían que iban a dejar solos a sus hijos y ancianos.
Los esclavos y los desechables
Estas personas, eran llevadas por personas vestidas de la Cruz Roja a lo que llamaban las “duchas”, eran muy sinvergüenzas porque adornaban con flores y un bello jardín, los metían a un sótano, ahí les pedían que se desnudaran, no sin antes decirles que dejaran muy bien acomodada la ropa para que al salir no se confundieran, intentando de engañarlos para que no se rebelaran. Algunos, en el último momento, se daban cuenta de lo que iba a suceder, y como los prisioneros llevaban dinero en los forros de los abrigos o de los trajes, rompían el dinero, como diciendo: “cuando menos no se van a llevar el dinero estos sinvergüenzas”. El comando que ayudaba en las cámaras los apremiaban diciéndoles que se apresuraran, pues el agua se podía enfriar o a los últimos no les iba a quedar agua caliente. Y los metían en aquellas terribles cámaras de gas, en la que morían en cuestión de minutos. No obstante, había otro Auschwitz, el de los “dioses” en aquel momento, que tenían en su mano la vida y la muerte de seres humanos inocentes, que por capricho podrían matarles, sin que eso supusiera para ellos ni siquiera una pestañeada de arrepentimiento; ese Auschwitz era un sitio para privilegiados, ya que tenían piscina climatizada, un club oficial con los mejores alimentos-el mejor alimento del ejército alemán-, un gimnasio, tenían teatro, tenían cine; el autor quiso reflejar a través de Ernest como era el mundo de los verdugos. En cambio, Rudolf Hess, el comandante de campo que vivía con su familia a pocos metros de donde se cometían estos horrores con un jardín precioso y jugaba con los niños después del “trabajo” pues robaban las pertenencias de los prisioneros al momento de ser arrestados, pues creían que iban a un sitio a trabajar y llevaban su propia comida y algunos eran personas con mucho dinero. Esto es un gran contraste cuando pensamos en el Auschwitz de las víctimas que era un campo de destrucción y muerte, pero al lado del infierno, Hess y su familia vivía en su pequeño Paraíso.
La indiferencia, la gran enfermedad del siglo XXI
Las anécdotas que el autor narra en su obra están basadas en hechos reales y algunas son tan increíbles, que cuando las investigaba, pensaba cómo pudo pasar estas cosas, algunas, incluso le sacaron varias lágrimas y otras una pequeña sonrisa, de cómo el hombre hace cosas para poder sobrevivir. Para Mario Escobar fue duro volver a Auschwitz, no físicamente sino emocionalmente. Como escritor también le dejó la piel erizada al escribir lo que sucedió ahí. Es tan doloroso, tan triste, pero tan necesario hablar a otros lo que sucedió, porque el mundo en el que vivimos hoy se va pareciendo demasiado a aquel mundo. Vemos lo que está pasando en países como Estados Unidos donde el extremismo ha tomado el poder, donde se persigue al diferente, donde se está rechazando a comunidades enteras, donde separan a las madres de sus hijos como si fueran criminales. Otro ejemplo, lo vemos en Italia con la extrema derecha y la extrema izquierda que se han unido para que la gente muera en el mar, porque prefieren eso a recibirlos en su país. Pero vemos que eso se va extendiendo: la extrema derecha, la extrema izquierda y el ultranacionalismo es la gran enfermedad del siglo XXI. La literatura tiene también esa función, no sólo entretener a los lectores y disfrutar de la historia, sino que sepamos comprender que somos testigos y somos responsables para que esas cosas no vuelvan a suceder. El mundo en el que vivimos es cada día más intolerante: se respeta menos y se persigue al diferente. Está en nuestras manos el poder difundirlo a través de la literatura unos con otros para que esto no vuelva a suceder.
Los extranjeros, embajadores del Tercer Reich
Un dato muy curioso acerca de las Olimpiadas en Alemania se dieron antes de que Hitler llegara al poder; antes de celebrarse el Comité Olímpico este les dijo a los alemanes, que tenían que aceptar a atletas judíos y de cualquier raza; el siguiente país que les iba a tocar celebrar las Olimpiadas y no lo llevó a cabo fue Japón. Es increíble que dos de los miembros de los ejes más importantes consecutivamente iban a celebrar las Olimpiadas; Japón era un estado fascista, pero el emperador era “dios” y le rendían pleitesía, pero es curioso que se produjo ese hecho. Las olimpiadas, además de ser el escaparate de Hitler, fue un sitio donde se manipuló a la población, incluso a la alemana, de una manera singular. Como sabían que el deporte era muy fácil de utilizar para manipular a la gente, por primera vez en la historia de las Olimpiadas y de cualquier otro evento de importancia, se grabó en directo y se transmitió en pantallas gigantes en Berlín, que era una cosa muy novedosa en ese momento y también por televisión, que es una cosa que muy pocos saben. Muy pocas personas tenían una televisión en casa en aquella época, pero los nazis pusieron todo el empeño en que la gente conociera lo que pasaba, es decir, como les sucedió a Mario y Eduardo, pues serían embajadores de lo que sucedía en el Tercer Reich. Referente a las víctimas del Holocausto, es muy difícil saber el número exacto de las víctimas del Holocausto, pues sólo se registra a los prisioneros que quedaban en el campo para hacer trabajos forzados, por no decir, matarlos lentamente de hambre y trabajo.
Es muy difícil saber cuántas personas murieron en el Holocausto
Todos los prisioneros que llegaban a la cámara de gas, la mayoría no era registrada, y además, los nazis, cuando vieron que se acercaban las tropas soviéticas destruyeron gran parte de la documentación, lo que hace que nunca lleguemos a saber el número de muertos. Ahora se sabe, que la mayor parte de los judíos asesinados, gitanos, comunistas, no fueron masacrados en cámaras de gas, sino por fusilamiento. A medida que avanzaban las tropas nazis a Ucrania y todo lo que fue la Unión Soviética, en Polonia y en varios países del este, a medida que entraban en la aldea sacaban a todos los judíos, los gitanos, los comisarios comunistas y los que fueran peligrosos políticamente o gente que podría causarles problemas, los sacaban hacia las afueras, los hacían cavar una zanja y los fusilaban, luego rociaban elementos químicos para que los cuerpos se disolvieran y los volvían a enterrar. A esto se le llama genocidio por balas. Fue tan brutal el genocidio, que no se sabe a ciencia cierta las cifras exactas, sin embargo, hay una asociación francesa que investiga esto y lleva entre 20 o 30 años recopilando información.
Los nazis querían desarraigar a una raza
Todavía se pueden encontrar testigos de Holocausto, por ejemplo, los niños de ese entonces que salían de los pueblos para ver a dónde llevaban a la gente y presenciaban los fusilamientos. Aun así, es muy difícil calcular cuánta gente murió. Por ejemplo, en el grupo de los gitanos, algunos hablan de medio millón y otros aseguran que casi fue un millón, en el grupo de los judíos se habló que fueron hasta 6 millones, ahora se está hablando que fueron entre 9 y 10 millones. La cifra no es tan importante, sino que al final, al matar a un solo hombre, no sólo se mata a ese individuo, sino a toda su estirpe; todos los descendientes que podrían salir se ese hombre ya no saldrán y todos los ascendientes serán olvidados, porque los nazis no sólo querían exterminar a un pueblo o a una raza, querían desarraigarla de la Tierra, que se perdiera de la memoria. Todas estas historias, al final lo que consiste, es devolverles la memoria o la voz a aquellos que los nazis se las quitaron.
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