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El delirio visual de El cuarto prohibido se estrenarĂ¡ en la Cineteca Nacional




  • Luego de su paso por el 36 Foro Internacional, las historias entrelazadas dirigidas por Evan Johnson y Guy Maddin se incorporan a la cartelera


El lenguaje cinematogrĂ¡fico de la actualidad ya estĂ¡ muy distante de las necesidades y las precariedades del cine silente de principios del siglo XX. Antes de que llegaran las talkies (sobrenombre que se le dio a las primeras pelĂ­culas con sonido), la comunicaciĂ³n entre el filme y el pĂºblico tenĂ­a que recurrir a mĂ©todos que compensaran la falta de audio, como intertĂ­tulos y gesticulaciones artificiales.

El cuarto prohibido (The Forbidden Room, 2015), largometraje dirigido por Evan Johnson y Guy Maddin, es una buena oportunidad para las nuevas generaciones de recuperar esa expresividad del cine mudo modernizada con valores de la actualidad. Con un formato fractal que presenta historias dentro de historias dentro de historias, esta cinta novedosa se estrena en la Cineteca Nacional a partir del 30 de diciembre.
No es la primera vez que Maddin recicla los viejos mĂ©todos del primer cine para contar sus historias. A travĂ©s de 11 largometrajes, que incluyen temas tan excĂ©ntricos como la lucha de un soldado amnĂ©sico en las postrimerĂ­as de la Primera Guerra Mundial en ArcĂ¡ngel (Archangel, 1990) o los romances problemĂ¡ticos que provoca una estatua de Venus en El crepĂºsculo de las ninfas de hielo (Twilight of the Ice Nymphs, 1997), el cineasta canadiense ha intentado basar su tĂ©cnica en las prĂ¡cticas de intertitulaje y actuaciĂ³n corporal.
Esta renovaciĂ³n del estilo del cine mudo sostiene en El cuarto prohibido una serie de narraciones que parecer no estar ligadas entre sĂ­: las desventuras de la tripulaciĂ³n de un submarino que emplea mĂ©todos poco ortodoxos para mantener su raciĂ³n de oxĂ­geno en el fondo del mar, de un cirujano secuestrado por “mujeres esqueleto” y de un bigote que busca la compañía de la viuda de su antiguo portador, entre otras escenas delirantes.
La naturaleza descabellada y onĂ­rica del filme es consecuencia de la fascinaciĂ³n de su autor por el movimiento surrealista. Desde su primer cortometraje, El padre muerto (The Dead Father, 1985), Maddin ya aprovechaba las capacidades del formato blanco y negro en 16 mm para narrar cinematogrĂ¡ficamente a la manera de sus mayores influencias en ese entonces: Luis Buñuel y Man Ray.
La producciĂ³n de esta entrega se da de manera paralela a uno de los proyectos audiovisuales mĂ¡s recientes de Maddin. Titulada Seances, la colaboraciĂ³n con Evan y Galen Johnson, y el National Film Board of Canada, es un secuenciador de recreaciones de pelĂ­culas perdidas que, a travĂ©s de un algoritmo personalizado, ordena escenas aleatorias en un cortometraje de 10 a 13 minutos cada vez que un usuario le da clic al sitio web.
Al seguir con la tradiciĂ³n prĂ¡cticamente museogrĂ¡fica e interactiva de sus instalaciones artĂ­sticas, es tambiĂ©n notable el hecho de que El cuarto prohibido fue grabada en estudios pĂºblicos en donde cualquiera puede ingresar para presenciar el rodaje; el primero de ellos en el Centre Georges Pompidou en ParĂ­s y el segundo en el Centre PHI en Montreal.
En general, esta producciĂ³n ha sido recibida positivamente en su gira de festivales y apoyada por crĂ­ticos como Stephen Holden, de The New York Times; Todd McCarthy, de The Hollywood Reporter, y J. R. Jones, del Chicago Reader, a pesar de su carĂ¡cter experimental y de contar con una tĂ©cnica narrativa que bien podrĂ­a considerarse anacrĂ³nica en nuestra era.

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