- El realizador regresa con un filme sobre el misterio de la vida y sus límites con la irrealidad, una cinta que retrata el duro panorama social en Tailandia
La figura del hospital continúa estando presente en la todavía breve pero ya sustanciosa obra fílmica de Apichatpong Weerasethakul. Lo vimos en Síndromes y un siglo (2006), nominada al León de Oro, y en su trabajo triunfador como mejor película en Cannes, El tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas (2010). Y es que el misterio de la vida en sus límites con la irrealidad de nuevo llama la atención con su más reciente película, Cementerio de esplendor.
Nominada a mejor película en la sección ‘Una cierta mirada’ en Cannes, Cementerio de esplendor se estrena este 19 de agosto en la Cineteca Nacional en la Sala 10, Luis Buñuel. Se trata de un título que, tras su paso por el 36 Foro Internacional, da continuidad a una de las filmografías más interesantes actualmente dentro del panorama de los directores asiáticos.
El filme nos ubica en Khon Kaen —lugar donde el cineasta creció, al noreste de Tailandia—, en lo que fue en el pasado una escuela rural y que ahora como clínica alberga a un grupo de soldados que padece la enfermedad del sueño. La solitaria ama de casa de mediana edad Jenjira (Jenjira Pongpas Widmer) atiende a uno de estos militares (Banlop Lomnoi) quien sufre alucinaciones que desencadenan en sueños extraños, fantasmas y romances.
Con formación de arquitecto y experiencia en el campo de las videoinstalaciones, Weerasethakul siempre genera altas expectativas con su obra. Su nueva película ha circulado por múltiples festivales generando críticas favorables, aunque ciertamente se trata de un autor no para mayorías. Su estilo ostenta una complejidad que muchos no toleran por ser demasiado personal.
Sobre el haber rodado en su ciudad natal, el realizador comentó en entrevista para Film Comment que fue la primera vez que filmó en Khon Kaen: “Fue más personal en la expresión de desesperanza para mí. Se siente como que al vivir allí [en Tailandia], me es cada vez más difícil expresar las cosas, y ver a los amigos detenidos, encarcelados, es casi como esperar mi turno”; esto en referencia al dominio militar que impera en la nación tailandesa y donde las personas ven regulada su conducta.
En su crítica para La Jornada, Carlos Bonfil escribió que el cine poético de Weerasethakul “no se limita ya a mostrar la migración de las identidades ni el misterio de las reencarnaciones en un contexto budista; sino a yuxtaponer épocas históricas y registros de ficción y realidad para señalar una fría modernidad y una decadencia política. Cementerio de esplendor es, a un mismo tiempo, una experiencia gratificante y perturbadora.”
La propuesta estética del también fundador de Kick the machine, compañía que se dedica al fomento del cine experimental e independiente, se apoya en el afortunado trabajo del cinefotógrafo mexicano Diego García (Manto acuífero, 2013; Buey neón, 2015), egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).
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