- Fundamental para la historia del cine, el filme de Akira Kurosawa encierra un mensaje universal acerca de la dignidad humana
En medio del caos en el cual se encontraba el Japón medieval, los habitantes de una aldea conjuntan esfuerzos para contratar a siete samuráis que los defiendan de los embates de unos bandidos. Sencilla trama que se volvió en exitosa épica y que consagró a Akira Kurosawa, gracias a su emotiva reflexión sobre la importancia de la hombría y de la virtud, así como su señalamiento de la violencia de una era en la cual solamente el honor podría salvar al mundo.
La Cineteca Nacional ha adquirido los derechos de exhibición de Los siete samuráis (Shichinin no samurai, Japón, 1954), clásico filme que ganó el León de plata en la Mostra de Venecia y dos nominaciones al Óscar, y el cual podrá disfrutarse en cuidada versión remasterizada a partir del 1 de abril en la Sala 1, Jorge Stahl.
La película se sitúa en el Japón del siglo XVI. Describe la historia de un pueblo asediado constantemente por un grupo de bandidos. Cansados del saqueo, los habitantes acuerdan contratar samuráis para que los defiendan. Las dificultades iniciales de los campesinos para reclutar voluntarios empiezan a superarse a partir del momento en el que Kambei, un experimentado y a su vez bondadoso samurái, se decide a ayudarles. Poco a poco se va formando el particular grupo de guerreros que acude en ayuda de los aldeanos.
Se trata de una historia simple que encierra una profundidad sobrecogedora, pues tanto Kurosawa como Hideo Oguni y Shinobu Hashimoto, coguionistas de esta y otras películas del realizador japonés, supieron dar a cada personaje gran vitalidad en todo momento. Ayudados por el equipo técnico y por todo el elenco, en especial por dos de los actores más recurrentes del cine de este autor: Toshirô Mifune y Takashi Shimura.
Son los personajes quienes destacan de forma memorable. Del grupo de samuráis resaltan Shino joven (Keiko Tsushima), atraído por una de las chicas agrícolas locales y poniendo en peligro la batalla; el sabio líder Shimada (Takashi Shimura), y por supuesto Toshirô Mifune, interpretando un samurái arrogante e incontrolable en busca de superar a sus compatriotas y obtener la mayor gloria posible.
Los siete samuráis pertenece a lo que el mismo Kurosawa definía como su tendencia artística, opuesta a la realista de Vivir (Ikiru, Akira Kurosawa, Japón, 1952). En esta exitosa épica, el director nacido en Tokio asimila una enorme influencia del cine de John Ford, cineasta al que Kurosawa admiraba y de quien una vez dijo que con un solo plano evocaba de forma tan natural como alucinante la presencia de los grandes espacios del Oeste, así como del western norteamericano. Por ejemplo, el plano de despedida, con las espadas de los samuráis muertos clavadas en sus tumbas, recuerda al de La patrulla perdida (The Lost Patrol, John Ford, EUA, 1934).
La película armó y armonizó en gran medida la industria cinematográfica japonesa de los cincuenta, siguiendo la tradición del chambara o cine de samuráis pero aportando una visión más enraizada con la época en que fue realizada la película. Ello no impide que, gracias a su generosa duración de 200 minutos, abunden las secuencias de acción. De hecho, la última hora de metraje se centra en los constantes intentos por parte de los bandidos de entrar en la aldea meticulosamente defendida por los samuráis, secuencias en crescendo que Kurosawa filmó con tres cámaras al mismo tiempo.
La importancia de esta película como una de las mejores de la historia del cine japonés ha sido reconocida por la crítica a nivel internacional. En 1982 fue elegida en la lista de la revista Sight & Sound de las 10 películas más grandes de todos los tiempos, y entre las 10 películas preferidas de los directores en las votaciones de 1992 y el 2002.
La revista Empire la califica como una obra grandiosa y establece que “Kurosawa crea personajes memorables, todos distintos entre sí. Toda vida humana está reflejada en el filme”. Y agrega: “Indiscutiblemente tiene las escenas de batalla más destacadas del cine. El enfrentamiento final es una leyenda fílmica”.
Como es bien sabido, la película ha servido igualmente como inspiración a otros directores que han realizado versiones de la obra de Kurosawa como La pandilla salvaje (The wild bunch, EUA, 1969) de Sam Peckinpah. También están los western Los siete magníficos (The Magnificent Seven, EUA, 1960) de John Sturges y otra obra con el mismo nombre dirigida en 2016 por Antoine Fuqua.
Al margen de las excelencias de la escenografía y lo cuidado de las escenas de acción, esta película contiene un mensaje universalmente aceptable, que se refiere a la dignidad humana. Kurosawa denuncia la lamentable situación de los agricultores, pero también es crítico frente a los derechos de clase de los samuráis. Cree el cineasta en una nobleza adquirida, pero no heredada.
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