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El cine helvético: un reencuentro con la humanidad



  • Hoy arranca a las 19:30 horas en la sala 1 de la Cineteca Nacional el ciclo ‘Joyas del cine suizo’

El patriotismo suizo, si se puede describir como tal, está dividido en cuatro. La separación territorial en el país de los Alpes y la Cruz Roja es de una correspondencia lingüística: el oeste es la parte francesa; el sureste, la italiana; algunos valles en el centro y este son la parte romanche, y el resto, que es la mayor parte del país, la alemana. Cada sector cuenta con sus propias leyes, su propia cultura y, por consecuencia, su propio cine.
Es por eso que acadĂ©micos especializados como Marcy Goldberg y Walo Deuber han cuestionado la existencia de una verdadera identidad nacional en la cinematografĂ­a suiza. Este Ăşltimo, en su colaboraciĂłn para la antologĂ­a From Multiculturalism to Hybridity: New Approaches to Teaching Modern Switzerland(2010), enfatiza la tendencia hacia lo extranjero: los directores suizos, en lugar de retratar un espĂ­ritu Ăşnico de su paĂ­s, apuntan hacia los paĂ­ses vecinos y los problemas de migraciĂłn.
Tal ha sido el caso de reconocidos trabajos como Somos italianos (Siamo italiani, Alexander J. Seiler, 1964), El bote está lleno (Das Boot ist voll, Markus Imhoof, 1981) o El viaje de la esperanza (Reise der Hoffnung, Xavier Koller, 1990), que reflejan que las preocupaciones de cineastas suizos de diferentes Ă©pocas se concentran en su trato con el exterior.
“En Suiza hay incomunicaciĂłn; puede tener que ver con lo lingĂĽĂ­stico o tambiĂ©n con una sociedad absolutamente individualista donde la familia ya no juega un gran papel; donde los viejos, como en el cine de Tanner o en el El beso de Tosca (Il Bacio di Tosca, Daniel Schmid, 1984) pasan sus Ăşltimos años en asilos en donde nadie los visita”, dice en entrevista Annemarie Meier, crĂ­tica e investigadora zuriquesa.
El beso de Tosca (Il Bacio di Tosca, Daniel Schmid, 1984)
El beso de Tosca (Il Bacio di Tosca, Daniel Schmid, 1984)
A pesar de que la fragmentación política y social ha provocado que su producción fílmica se haya fragmentado también, durante el siglo XXI han surgido tendencias cinematográficas que indican que la identidad y el carácter suizo del cine radican en un esquema de valores y no en una comunidad lingüística o cultural. Los nuevos directores, sin embargo, se enfrentan con un sistema industrial que, aunque les otorga apoyos económicos y de distribución, es de un espectro limitado.
Una industria modesta
La producción de cine en Suiza es comparable con la mexicana a pesar de las diferencias radicales que los dos países tienen en otros ámbitos. Ambas están en crecimiento, en proceso de consolidar una nueva generación de cineastas en los festivales internacionales más importantes y tienen restricciones monetarias que las enfrentan con la hegemonía de Hollywood en las taquillas.
AsĂ­ como en MĂ©xico El crimen del Padre Amaro (Carlos Carrera, 2002) no encontrĂł rival en ganancias durante 11 años; Suiza no ha producido un Ă©xito taquillero desde que Los hacedores de suizos (Die Schweizermacher, Rolf Lyssy) se estrenĂł en 1978; parcialmente debido a la renuencia del pĂşblico por consumir cine nacional.
Los hacedores de suizos (Die Schweizermacher, Rolf Lyssy, 1978)
A pesar de que los presupuestos asignados al sector cultural de ambos paĂ­ses en el 2016 son similares (894 millones de francos suizos, informa Indiewire, y 17 mil millones de pesos mexicanos), la producciĂłn total de ambos, asĂ­ como su distribuciĂłn internacional, resulta dispar.
De acuerdo con el reporte anual publicado por Swiss Films (disponible en lĂ­nea en http://www.swissfilms.ch), instituciĂłn encargada de la promociĂłn y exhibiciĂłn de cine suizo en el extranjero, 47 largometrajes distintos fueron distribuidos en 28 paĂ­ses en 2014; mientras que MĂ©xico, segĂşn el documento análogo del Instituto Mexicano de CinematografĂ­a, estrenĂł 117 largometrajes en 41 paĂ­ses.
Sin embargo, para Suiza esto representa un repunte en la posiciĂłn internacional del cine de autor que, desde finales de los años setenta, no contaba con el reconocimiento crĂ­tico ni con la visiĂłn estĂ©tica definida que tenĂ­a en la Ă©poca considerada como la más importante en su historia: El “nuevo cine” suizo.
La “Época de Oro”
La primera etapa de producciĂłn cinematográfica en Suiza ocurriĂł formalmente gracias a la Segunda Guerra Mundial y el aislamiento que sufriĂł por su neutralidad bĂ©lica. La recepciĂłn de exiliados capturĂł la atenciĂłn de los directores de los cantones alemanes, que eran tambiĂ©n inmigrantes en su mayorĂ­a. Cineastas como Leopold Lindtberg en Sie fanden eine Heimat (1953) crearon documentales que relatan las historias de los refugiados y su proceso de adaptaciĂłn a sus nuevos hogares.
Sin embargo, el apogeo de la industria cinematográfica se dio hasta despuĂ©s de 1968, influido por los movimientos sociales que permeaban en las corrientes fĂ­lmicas de todo el mundo. El realizador más representativo de esta generaciĂłn, Alain Tanner, introdujo en su paĂ­s las ideas asimiladas durante su estancia en ParĂ­s, en donde la Nouvelle Vague y los cineastas de Cahiers du CinĂ©ma  dominaban la escena cultural.
“NingĂşn otro cineasta suizo ha sido tan influyente en los jĂłvenes directores, ni tan imitado”, escribiĂł Marcy Goldberg en su artĂ­culo Beyond the Generation Gap. Cada entrada en la filmografĂ­a de Tanner ha sido un emblema de un aspecto social de su paĂ­s, desde la desilusiĂłn posrevolucionaria de los que protestaron en las marchas del 68 con Jonás, que cumplirá los 25 años en el año 2000 (Jonas qui aura 25 ans en l’an 2000, 1976), hasta el sueño de emigrar para vivir en lugares más alegres, como En la ciudad blanca (Dans la ville blanche, 1983).
La diversidad temática del director genovés, predominantemente de crítica social, distinguió el trabajo del Groupe 5, formado por él, Claude Goretta, Michel Soutter, Jean-Louis Roy y Jean-Jacques Lagrange (que posteriormente fue reemplazado por Yves Yersin). Su relación con la Télévision Suisse Romande ayudó a financiar gran parte de su trabajo.
Los retratos de urbanidad, la vida cotidiana de los trabajadores y el tratamiento de sectores minoritarios como migrantes y ancianos en las grandes metrópolis fueron otros de los rasgos que definieron el contenido del cine más reconocido por las audiencias suizas y europeas.
Lo que busca la nueva generaciĂłn
DespuĂ©s de un periodo de sequĂ­a creativa durante los noventa (con excepciones como El viaje de la esperanza, primera pelĂ­cula helvĂ©tica en recibir un Ă“scar, o los documentales etnográficos de Jacqueline Veuve) un nuevo grupo de cineastas de las tres secciones de Suiza ha destacado internacionalmente con el cambio de siglo.
El viaje de la esperanza (Reise der Hoffnung, Xavier Koller, 1990)
Las escuelas de cine inauguradas en el país durante la década anterior y las facilidades que otorgaron los medios digitales al medio impulsaron a documentalistas como Jean-Stéphane Bron y Fulvio Bernasconi, y directores que le han otorgado a la ficción suiza una nueva manera de presentar los mismos temas de migración, trabajo y sociedad que preocuparon a la generación de los sesenta, como Ursula Meier, Lionel Baier y Frédéric Mermoud. Estos tres cineastas, junto con Bron, consolidaron la casa productora Bande à part Films en 2009 para impulsar el nuevo cine independiente de su país.
La falta de contacto humano, la intolerancia y la debilidad de la familia, figuras que se contagian en una de las sociedades más avanzadas del mundo, son denunciadas con dramas familiares como Fraulein (Das Fräulein, Andrea Staka, 2006) o Home (Ursula Meier, 2008), y su reconocimiento por la crĂ­tica de diferentes paĂ­ses ha ayudado a que Suiza, además de relojes, chocolates y la belleza montañosa de los Alpes, exporte un mensaje de apertura y reencuentro con la comunicaciĂłn.
A partir de hoy y hasta el 22 de diciembre, la Cineteca Nacional exhibe el ciclo ‘Joyas del cine suizo’, con lo mejor de la cinematografĂ­a producida en los Ăşltimos 50 años en la naciĂłn helvĂ©tica.
RGY

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