El indicador más robusto para para dimensionar el grado de concentración en los mercados es el Índice de Herfindahl-Hirschman (IHH), y en consecuencia el más comúnmente empleado. Su cálculo consiste en sumar el cuadrado de las participaciones de mercado de cada empresa u operador en el mercado, y por lo general se reporta en una dimensión cuantitativa o escala entre cero y uno, o bien, entre cero y 10,000 puntos. Cuando se aproxima a cero su interpretación es que el número de empresas participantes cuentan con tamaños relativos similares. En contraste, cuando toma un valor cercano a su máximo de 1 o de 10,000, representa a un mercado que está controlado, exclusivamente o en su mayoría por una sola empresa.
Los órganos reguladores y organismos internacionales generalmente definen que los mercados en los que el IHH está entre 1,500 y 2,500 puntos son moderadamente concentrados y aquellos en los que superan los 2,500 puntos se encuentran altamente concentrados¹, umbrales también adoptados por el regulador de telecomunicaciones en México.
El IHH aumenta cuando el número de operadores decrece en el mercado, así como cuando la disparidad en la participación de mercado entre empresas aumenta.
Este es el escenario registrado en ingresos del segmento móvil durante el primer trimestre de 2018. En otras palabras, tuvo lugar un aumento de la disparidad en participación de mercado en ingresos entre los operadores móviles en términos del IHH, dejando atrás una fase desconcentración y estabilización, al escalar a 5,385 puntos durante el periodo, en un mayor nivel de excesiva concentración de mercado e incluso superior al observado dos años atrás (5,336 puntos), durante el primer trimestre de 2016, cuando ya se comenzaba a celebrar una desconcentración y ganancia competitiva.
Esto revela la expansión adicional del peso o músculo económico que posee el preponderante (Telcel) para competir y aventajar a sus competidores, que deriva en factores adicionales de concentración y pérdida de competencia, al contar ahora con más recursos para hacerse de mayor cantidad de espectro, para expandir y mejorar su red y para generar mayores beneficios exclusivos en la provisión de servicios. Todo ello es deseable ciertamente, pero no a costa de sus competidores que se disputan la proporción restante del mercado (30.0%), con un marcado desbalance competitivo, no sólo en términos de ingresos, sino también en usuarios, tenencia del espectro radioeléctrico, desarrollo y acceso a infraestructura, entre otros.
La incorporación de esta métrica en la definición normativa de la preponderancia debería ser una propuesta en la agenda sectorial de la próxima administración, toda vez que se ha y se sigue retrasando la gestación de un balance competitivo en el mercado, con sus consecuentes efectos positivos para los consumidores.
Con todo esto tenemos ante nosotros evidencias de las medidas asimétricas no han materializado su promesa esperada y consecuentemente, incumplida. Tenemos un operador preponderante que continúa ganando más ingresos, mientras que sus competidores continúan enfrentando dificultades para ofrecer sus servicios en condiciones similares que aquel. Y acerca del consumidor, sigue encarando alternativas competitivas limitadas para sus crecientes necesidades de conectividad.