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jueves, 22 de septiembre de 2022


Por Héctor Medina Varalta

 

Guadalajara, México, septiembre de 2022. La canonización de Juan Diego consumó uno de  los episodios más escandalosos  de la historia católica de México: llevar a los altares a una persona que dudosamente existió, además de significar un engaño innecesario, puso en duda la infalibidad pontificia.

Para escribir el presente artículo, tuve que basarme en tres libros: uno La Guadalupana, ¿fantasía o realidad? De Alejando Reza Heredia-en pro de las apariciones,  Tepeyac Cinco siglos de engaño, de Leoncio Garza-Valdez-en pro de la verdad de las apariciones, El mito Guadalupano de Rius y El mito Guadalupano, símbolo de la eterna conquista de Juan Miguel Zunzunnegui.

 

Juan Diego con más de dos metros de altura

   La manta en la que se estampó la Guadalupana era un ayate, (“tejido ralo para envolver y cargar”. (Diccionario de Aztequismos de Luis Cabrera) lo cual constituye ya de por sí un increíble: es inexplicable que la imagen esté realizada con tanta perfección en una tela usada por costales. Por esta razón, en el libro La Guadalupana, ¿fantasía o realidad?, han referido generalmente este término al del tilma “Tilmantli”, el abrogo de los nahuas, el cual podía ser, incluso de fino algodón. Por otra parte, la gente del pueblo o plebeya usaba una tilma o ayate que muy apenas les daba debajo de las rodillas. El Nican Mopohua dice: “es tan alta la bendita imagen, que empezado en la parte del pie, hasta llegar a la coronilla, tiene seis jemes y uno de mujer. Es decir, la pura imagen del cuerpo mediría un metro y 65 centímetros; mejor dicho, sería todo el cuadro de 1:80 metros, según se ha medido. Lo que vendría a resultar a un Juan Diego con una estatura propia para un basquetbolista de los Bulls 2 metros 50 centímetros.

 


Más allá del mito

En 1531, Fray Juan de Zumárraga ni siquiera era obispo de México. También el fraile escribió en el catecismo un catecismo, dice específicamente que “ya no hay milagros en el mundo”. Otros de los mitos es que,  investigadores de la NASA analizaron el ayate de Juan Diego, pero resulta que la NASA y concluyó que el ayate es una obra milagrosa de pigmentos sobrenaturales. La realidad es que la NASA jamás investigó la imagen guadalupana. Además, la NASA es una agencia espacial norteamericana, dedicada la astrofísica y no a la comprobación de milagros; no hay una sola razón; para que una dependencia de una potencia de religión protestante, con una ideología antihispana y anticatólica, dedique sus esfuerzos a reforzar el milagro guadalupano.

 

Más mitos

Dos investigadores de apellidos Smith y Callagan, ex trabajadores de la NASA, hicieron una investigación pagada por la Basílica, en la que de cualquier forma concluyeron que la pintura tenía arreglos, añadidos y retoques. Por otra parte, Guillermo Schulenburg ex abad de la Basílica por 33 años, siempre dejó claro que las investigaciones de la NASA eran un mito y que nunca se llevaron a cabo. Por su parte, Leoncio Garza-Valdés. Es imposible que un español aceptara la aparición de la madre de Dios a un indio 1531, o sea, diez años después de la conquista. En ese periodo el indio era considerado como un ser carente de alma, por lo tanto era solamente un animal con cuerpo similar a los europeos, pero sin uso de razón. Esta idea de que el indio no tenía alma permaneció en la mente de los españoles hasta que el Papa Pío III publicó el 2 de junio la bula papal Sublimis Deus, también conocida como Veritas ipsa, en la que declaró que los indios eran humanos, racionales y con alma, semejantes a los españoles. Esta bula se emitió 6 años después de la supuesta mariofanía, indicando que en 1531 todavía se consideraba al indio como un elemento irracional y sin alma, por lo tanto era incapaz de entender los valores teológicos.

 

¿Qué paso con la corona?

   Otros datos muy importantes que no se deben para en alto son: corona ceñida en la cabeza de la Virgen, ¿por qué razón desapareció? Además, ¿por qué razón el ángel que sostiene a la Virgen tiene los colores de la bandera mexicana, si en ese tiempo nuestro lábaro patrio aún no estaba con dichos colores. Cabe destacar que en 1884 la corona desapareció; ese año el padre Gonzalo Carrasco mandó pintar una copia para otra iglesia. Interrogado por la prensa, declaró: “el dedo de Dios la borró”. Lo que completó el padre Gabino Chávez con otra frase inmortal: “a Dios no se le piden cuentas de sus adorables disposiciones. A lo que surge una pregunta: ¿por qué la iglesia no ha explicado nunca la ¿desaparición de la corona.

 

El obispo fue renunciado

   Tan descarada burla a la fe del pueblo ignorante provocó que saliera a la luz la investigación de García Icazbalceta y la protesta pública de monseñor Eduardo Sánchez Camacho, obispo de Tamaulipas, quien mencionó: “Declaro con toda sinceridad que no es mi capricho el que defiendo, sino la vergüenza que me da el haber pertenecido a un gremio de obispos que se empeñan en sostener e imponer una cosa falsa a todas luces…” como el “negocio peligraba con las afirmaciones de Sánchez Camacho, Porfirio Díaz lo llamó: “¿Así que usted no cree en las apariciones? No señor-contestó con sinceridad. El obispo fue renunciado y obligado a salir del país rumbo a Estados Unidos. En 1900 regresó a su rancho “El olvido” donde escribió el libro Ecos de la quinta del olvido, del que se extraen algunas verdades: “Es manifiestamente falso que la madre de Cristo se haya aparecido en el cerro del Tepeyac”.

 

Más declaraciones

Sánchez Camacho, escribió: “La pintura que ahí se veneraba era obra de los ángeles y de la misma madre de Cristo, ha desaparecido y está en su lugar una nueva que el excelentísimo señor Abad don Florentino Blancarte mandó pintar y está en su lugar una nueva que mando pintar para sustituir aquella que estaba casi destruida. La NASA jamás investigó la imagen guadalupana, es un mito popular que la propia Basílica ha ayudado a propagar en la actualidad. Asimismo, dos investigadores de apellidos Smith y Callaghan hicieron una investigación pagada por la Basílica, en la que de cualquier forma concluyeron que la pintura tenía arreglos, añadidos y retoques,

No ha sido mi intención lastimar las creencias religiosas de las y los lectores. Lo que escribí está basado en un trabajo serio de investigación, sin embargo, el lector tiene la última palabra.

Las apariciones del Tepeyac, ¿mito o realidad?

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