Por Héctor Medina Varalta
El edificio es neoclásico, es el más grande de América, posee 23 patios, 106 cuartos, 32 corredores, 465 arcos y 2 capillas. La UNESCO, declaró el inmueble como Patrimonio de la Humanidad.
Guadalajara, Jalisco 27 de abril de 2015 El otrora Hospicio Cabañas, además de su imponente y bella presencia neoclásica, guarda entre sus muros momentos relevantes de la historia regional. En la actualidad, El Instituto Cultural Cabañas es un importante centro de difusión cultural que preserva los más importantes murales pintados por José Clemente Orozco. Estos valores, entre otros aspectos, determinaron que el antiguo Hospicio Cabañas fuera declarado, en diciembre de 1997, Patrimonio de la Humanidad. Caminando por sus largos corredores es retroceder a un pasado lleno de belleza y de misterio.
La construcción
El guía de turistas, historiador y escritor Rubén Rodríguez Corona explica que la historia de esta institución comienza en la época colonial con la llegada del obispo don Juan Cruz Ruiz de Cabañas.
La construcción se inició en 1805, bajo la dirección del alarife José Gutiérrez, y cinco años después, aún sin concluir, la entonces llamada “Casa de la Misericordia” abrió sus puertas a los primero huérfanos y desvalidos para educarlos y alimentarlos. El benefactor más importante fue don José Matute.
En 1810 estalla la Independencia de México y la “Casa de la Misericordia” padece las consecuencias. Las tropas de ambos bandos la ocuparon-en diferentes años-y en ella se alojaron soldados, caballos, y armas, incluso mucho tiempo después de consumada la Independencia.
Nuevas instalaciones
En 1859 llegan de España las Hermanas de la Caridad, quienes se hacen cargo de la administración, llevándolo a la época de mayor esplendor: reunieron a 3 mil niños huérfanos y a 500 familias pobres. Pero el Hospicio continuó envuelto en los cambios políticos de la nación, entre ellos las Leyes de Reforma que hicieron que pasara a manos del gobierno. Más adelante, con el estallido de la Revolución, el país entró en caos, lo mismo ocurrió con las labores del Hospicio Cabañas. Una vez concluida la lucha revolucionaria, el hospicio continuó sus labores de asistencia social.
En 1980, los niños asilados fueron trasladados a nuevas y más cómodas instalaciones, así el edificio cerró su ciclo de orfanato. En 1983, el ahora llamado Instituto Cultural Cabañas se convirtió en museo y centro de promoción cultural. Rodríguez Corona, añade que a finales de 1937, el pintor José Clemente Orozco es contratado por el gobernador de Jalisco para decorar los muros y las bóvedas de la Capilla Mayor.
Orozco pintó 57 murales. En el primer mural sobre la ventana, nos transporta hasta la época prehispánica, su pincel plasmó a la poderosa y temible Cuatlicue, madre de todos los dioses aztecas; a los pies de Cuatlicue se aprecian dos sacrificios humanos; el barco que se encuentra sobre la puerta representa el descubrimiento de América; y el de la derecha, la conquista. La ventana del lado sur nos transporta hasta el siglo XVI cuando llegaron los primeros españoles que causaron temor a los aztecas, ya que para ellos no eran de carne y hueso, sino dioses-por las armaduras-. Por eso Orozco los representa mecanizados; la ventana norte está dedicada a dos pilares del arte español: Cervantes a la izquierda y el Greco a la derecha.
Más simbolismos
En la parte de arriba se encuentra un caballo mecanizado, que visto de perfil avanza ciego como una locomotora, Orozco no quiso pintarlo con realismo para que pudiéramos comprender a través del lenguaje de la pintura, cómo el español y el caballo llevaban ventaja sobre la conquista en esta región. En el segundo mural se aprecia la lucha de la conquista.
En el tercer fresco se ve a un Cortés, mitad máquina y mitad humano. Aquí el maestro Orozco nos plantea aquella teoría: “para los aztecas, Cortés era un dios sin corazón, sin sangre y sin huesos”. A los pies de Cortés se encuentra la raza azteca ya conquistada; el ángel que vuela sobre la cabeza del conquistador es la victoria española.
La rueda también representa el progreso y la tecnología, aunque cada día que transcurría, los aztecas no solo empezaron a perder sus dioses, sino también costumbres, valores culturales y tradicionales.