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miércoles, 7 de septiembre de 2016



  • Con Todas las mañanas del mundo, Pascal Quignard establece un diálogo con la vida misma a través de la música, según el periodista Pablo Espinosa

Cuando dos formas de arte complejas como el cine y la música se reúnen de forma tan sofisticada y filosófica, el resultado siempre es fructífero y de gran interés para el público. Tal es el caso de la obra escrita por Pascal Quignard, fuertemente inspirada en sus años como músico y que al ser llevada a la pantalla grande se convierte en un placer único para los sentidos.
Para el columnista y experto en música Pablo Espinosa, discutir sobre la influencia de la música en los textos de Quignard es un tema inagotable, así lo expresó durante su participación en Charlas sobre cine francés, llevada a cabo este lunes 5 de septiembre en la Sala 4, Arcady Boytler.
Organizada por la Coordinación Nacional de Literatura del INBA, la Dirección de Literatura de la UNAM y la Cineteca Nacional, el ciclo de pláticas se realiza cada lunes desde el pasado agosto y retoma grandes obras de la literatura francesa que han sido llevadas al cine. En esta ocasión, el filme Todas las mañanas del mundo (Tous les matins du monde, 1991) de Alain Corneau, fue analizado por Espinosa.
La clave tanto del filme como de la literatura de Quignard reside en una particular frase: “Toda nota debe terminar como si falleciera”, pues no sólo se trata de una instrucción técnica para la ejecución musical, sino de una metáfora; una especie de alta poesía que “establece un diálogo con el silencio, la naturaleza, con el personaje de Monseiur de Sainte-Colombe, con la vida y con la muerte”, según el ponente.
Todas las mañanas del mundo representa la adaptación al cine no sólo del texto homónimo, sino de otros tantos escritos por Quignard en los que también es evidente su inspiración musical y su obsesión filosófica, su “antes de nacer”, reflejada de manera casi autobiográfica en el protagonista del filme, el frío y condescendiente Monsieur de Sainte-Colombe.
La película nos transporta a la Francia del siglo XVII cuando Sainte-Colombe, sumergido en la depresión tras la muerte de su esposa, se convirtió en un maestro de la ejecución de la viola de gamba (instrumento que él mismo modificó), para posteriormente recibir como alumno al joven pero virtuoso Marin Marais.
En palabras de Pablo Espinosa, el filme basado en la historia verídica de ambos personajes, “arrojó luz sobre Marais, uno de los compositores más importantes de la historia que a la fecha no goza del reconocimiento cabal, a pesar de que, por ejemplo, Johann Sebastian Bach le guardó respeto y admiración”.
El ponente se refirió de manera similar a Pascal Quignard, quien intervino de lleno en la realización del filme al escribir el guión. “Quignard sigue en su condición de autor de culto, que es sinónimo de desconocido, cuando se trata de uno de los escritores más importantes de esta era”, reclamó Espinosa.
La película consolidó el prestigio del músico catalán Jordi Savall, compositor de la banda sonora, al ambientar cada uno de los momentos trascendentes de la historia con una pieza única. Paradójicamente, el filme resalta también la importancia del silencio, que para el autor no es sólo la ausencia de sonido, sino “el estado en que el oído está más alerta”.
El silencio, junto a otros elementos como el lenguaje, la escritura, el arte, la sexualidad, la muerte y el “antes de nacer”, fundamentan toda la obra de Quignard y del carácter mismo del personaje de Sainte-Colombe, quien se convierte así en el alter ego de su autor, de acuerdo con Espinosa.
Todas las mañanas del mundo resulta, entonces, la conjugación perfecta del cine, la música de Jordi Savall y el pensamiento filosófico plasmado en la literatura de Pascal Quignard.
El ciclo de Charlas sobre cine francés continuará el próximo lunes 12 de septiembre en punto de las 18:00 horas con la proyección de Muelle de brumas (Le quai des brumes, Marcel  Carné, 1938), comentada por Martín Solares. La entrada es libre solicitando las cortesías de acceso en la taquilla 5 de la Cineteca Nacional.

La relación entre la música y el cine se volvió más íntima en la Cineteca Nacional

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