El 11 de abril de 2006, el psicólogo José Antonio Vera Díaz salió del Altiplano, antes Almoloya de Juárez donde estuvo injustamente preso durante casi un año. Todo ocurrió con la pérdida de su credencial de elector, la primer credencial que le dieron cuando tenía 18 años. Su vida transcurría normalmente hasta que extravió la credencial del IFE no la reportó directamente a la PGR, acude al IFE y ante esta institución reporta la pérdida de la credencial y tramita una nueva, que se le entrega tiempo después de haberla tramitado. Sin embargo, resulta que con una copia de la credencial que extravió, la persona que se la encontró compró un vehículo en Puerto Vallarta y desde ese automóvil, años después de la compra, cometen un homicidio. La familia de Vera Díaz y los abogados que lo estuvieron asesorando, que en primera instancia son estipulados por la Federación; y en segunda instancia los que José Antonio Vera nombra como sus abogados. . El expediente después de que lo evaluaron los profesionistas empezaron a encontrar una serie de irregularidades, ya que no concordaban con el delito con el que lo acusaban; no había coherencia ya que cuando se cometió el ilícito Vera Díaz se encontraba en la Cruz Roja de Guadalajara, de hecho, se encontraba en clases. Cuando sus compañeros de clase se enteraron que lo habían detenido injustamente fueron a declarar junto con el instructor, que ese día también se encontraba ahí, incluso llevaron las listas de asistencia de que Vera Díaz se encontraba en Guadalajara, inclusive, había una hora de diferencia en los hechos ocurridos y lo que Vera se encontraba en la escuela, tiempo que, obviamente es real para cualquier persona en cualquier medio de transporte ir hasta Puerto Vallarta y cometer el delito con el que injustamente las autoridades lo estaban señalando.
Irregularidades
Las autoridades lo llamaron dos veces: la primera vez-meses antes de ser detenido-fue llamado a la Ciudad de México a declarar sobre la compra de un vehículo, pero jamás le dan una referencia de que en ese vehículo se había hecho un ilícito; en ese momento el secretario actuó de manera legal, ya que observó que no había ningún proceso o que las acusaciones que se hacían en su contra no eran viables para iniciar un proceso judicial, le da la oportunidad de regresar a su casa, sin embargo, en menos de un año regresan por él y se lo llevan con engaños, es decir, un día antes de llevarlo de nuevo a la capital, se presentan los mismos agentes federales que se habían presentado la primera vez, diciéndole que a la siguiente mañana temprano iban a pasar por él para que volviera a declarar y luego lo iban a regresar a su casa como lo habían hecho la vez anterior. Obviamente, Vera Díaz, con la confianza que les había tenido antes y sin temor de que algo malo ocurriera, puesto que siempre, desde sus primeras declaraciones, sabía y declaró que no era el causante de lo que se le estaba acusando, los esperó en su casa. No obstante, en esa segunda ronda, Vera Díaz se da cuenta que las personas que están involucradas en la investigación cambiaron rotundamente y empieza un proceso penal maleado con una serie de irregularidades, que anteriormente habló con otros medios de comunicación en su momento; y es ahí donde su familia se dio cuenta que no había ningún factor de esa proceso porque hay una irrealidad.
En la cárcel se conocen a los verdaderos amigos
Ahora, teniendo más conciencia y teniendo una madurez emocional más fuerte descubro muchas cosas que sí ocurrieron, pero en ese momento no las veía muy claras. Tenía 19 años la primera vez que fui a declarar, a los 20 años la primera vez que fui a declarar, a los 20 años quedo detenido y ahí cumplo mis 21 años dentro de Almoloya de Juárez. Mis abogados me daban indicios de que yo era un chivo expiatorio, estábamos viendo particularmente algunas cosas del proceso y vimos que estaba maleado; fui manipulado en ese momento para concretar algo que a ellos se les hizo lo más lógico cuando realmente no lo era por múltiples factores. Ahora, después de nueve años de mi reclusión me doy cuenta de que fui un chivo expiatorio. Por otra parte, en temas y factores económicos que gastó mi familia para verme libre, e números no los tengo claros porque no vi esa línea estando dentro de la cárcel, sin embargo, la casa de mis padres estuvo hipotecada algún tiempo, muchos bienes materiales necesarios para cualquier hogar, se tuvieron que vender con mucho sacrificio; hubo recolección de dinero de la gente que nos conocía, bazares, trabajos que hacían mis amigos, trabajos manuales que hacían mis amigos y que vendían. Fue mucho dinero el que se invirtió.
El Colegio de Abogados se involucró
A consecuencia de tanto estrés del proceso que les tocó vivir, su madre, la señora Lupita Díaz, fue quien estuvo más ligada al proceso porque tenía la facilidad y si no la tenía se dio el tiempo de movilizarse le detectan una enfermedad en el hígado, causante del factor de estrés prolongado, pues casi fue un año en el que se vivió ese factor de miedo, aparte como una secuela de eso, presentó diabetes, que en la actualidad vive con esas dos enfermedades, que son crónico degenerativas, ocasionadas ya con certeza, diagnosticadas por la parte médica de que el factor que las provocó fue el estrés psicológico que vivió durante el evento de ver a su hijo preso. Por otra parte, hubo llamadas telefónicas de amenazas a su familia, José Antonio nunca supo bien en qué sentido porque jamás se volvió a tocar ese tema, pero supone que fue en el sentido de que había mucho movimiento porque los medios de comunicación se enteraron, funcionaros federales, algunos funcionarios estatales; el Colegio de Abogados de Jalisco se involucró. Incluso, quien fuera cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez a quien tuvo la fortuna de conocerlo le dio cartas de recomendación.
23 horas al día encerrado en la celda
La estadía de Vera Díaz pasó por tres procesos, los primeros días fueron de presentación dentro de la SIEDO, que ahora es la SEIDO, posteriormente en una casa de arraigo que fue en un hotel y posterior a la casa de arraigo, en el altiplano de Almoloya de Juárez. El proceso donde nuestro entrevistado se empezó a dar cuenta de que su situación era crítica le fue tomando tiempo para entender cómo es posible que se esté viviendo eso, por dos factores, el primero por la parte de saber que cómo no hizo nada, y que estuvo intentando de alguna forma comprobar por todos los medios posibles la legalidad de sus argumentos y qué aun así no fue suficiente y la segunda por la separación de la sociedad, pues estar recluido lo inhibe de ella. Asimismo, en la cárcel se puede leer Centros Federal de Readaptación, pero es para reingresar a la persona en un estado que pueda ser factor para hacer cosas buenas, y no se da, porque de acuerdo a José Antonio, pasaba entre 22 y 23 horas al día encerrado en la celda, ya que no hay actividades de trabajo. A veces, algunos días de la semana había clases de literatura o de dibujo y la otra hora-que no se cuenta-sacan a los presos a la cancha para hacer alguna actividad deportiva, pero si llueve se suspende la actividad. Por lo tanto, hubo días en las que estuvo encerrado en la celda sin posibilidad de hacer algo para distraerse, pues en la celda no hay espacio para hacer algo, ya que mide 4 por 3 metros. Por eso la instancia es tan difícil, primero tuvo que pasar por la etapa: una fase negativa de aceptar lo que le estaba ocurriendo, ya que es algo traumático.
Infierno en vida
Probablemente la descripción de lo que me sucedió, puede ser similar a estar en el infierno, tanto en la parte individual, en la parte de observar cómo se iba deteriorando el estado de salud de mi familia, cómo se fue deteriorando mi estado anímico y también se tiene el infierno en la parte de la impotencia de no poder resolver o hacer algo, ya que realmente encerrado no se puede hacer nada; la segunda fase que es la adaptación, pero no porque le guste a uno estar ahí, sino porque las mismas reglas de la reclusión empujan al preso a tener que hacerlo porque si se irrumpe algo de lo que está ahí, se va a causar un problema que va a traer una consecuencia, y los castigos y unas cosas que hacían no convenían porque les quitan a los reclusos los pocos beneficios que podía tener ahí; la última fase, que es la más difícil porque hay una irrealidad porque la vida de un preso se tiene que acostumbrar a ese ritmo, ya que se desfasan de lo que hay afuera: todo se empieza a convertir en pensamientos, en recuerdos, pero se empieza por perder la identidad social que se empieza a perder. Esto lo expreso con un sentido, inclusive documentado por los libros, inclusive por otras cosas, pero es cierto: se pierde la identidad social porque ahí no la tiene uno. Sólo se tiene un número y esa es la identidad social adentro del reclusorio. La lucha por recuperar mi libertad duró casi once meses y algunos días, casi un año.
Conforme a derecho
El proceso de liberación se logró por las pruebas contundentes que se presentaron, porque las declaraciones que se hicieron desde el inicio fueron siempre las mismas, porque al decir la verdad, no se le puede agregar o quitar muchas cosas a lo que está ahí dicho. Inclusive, cuando Vera Díaz declaraba, no tenía miedo en pensar qué iba a decir porque las cosas eran claras, fluidas y certeras. Ese proceso y las pruebas que se recaban a lo largo de la situación jurídica le beneficiaron para obtener la libertad; las pruebas que llamaron mucho la atención fueron varias: en el caso del vehículo no había indicios de que Vera estaba ahí, pues no encontraron sus huellas digitales y si las hubo el Ministerio Público nunca quiso presentarlas, porque obviamente sabían que no eran de él. La otra prueba es un video donde aparecen dos personas en el aeropuerto y a Vera lo señalan como una de ellas, y son personas que, en su momento tendrían 38, casi 40 años, de complexión sumamente robusta y altos. Vera Díaz no cumplía ni siquiera de que se alterara en una parte algo con el video que se estaba observando ahí, y aun a pesar de eso, había una negativa de parte de las autoridades de aceptar que él no era quien había cometido el ilícito. Para quienes no conocen a nuestro entrevistado, en la actualidad su imagen es de un joven de 20 años, pero cuando estaba en Almoloya tenía esa edad, podía parecer quizá un adolescente de 16 años. Esa es otra de las pruebas.
Unas de las cosas que aprendí ahí, es que la mayoría de las personas que están recluidas en Almoloya de Juárez que no tienen nada que ver con los sucesos que se les imputa y están ahí como chivos expiatorios, que por mala suerte o como el de mi caso y están viviendo los procesos. La ventaja que tuve fue que mi familia no se quedó callada, lucharon contra la parte de la corrupción y creo que al sistema, al final de cuentas no les quedó más que hacer las cosas “conforme a derecho”. Considero que si se aplicara el “conforme a derecho” con las personas que ni siquiera reclaman, no porque no quieran sino porque no tienen la posibilidad de hacerlo o porque les da miedo hacerlo, tal vez los juicios serían diferentes y habría más situaciones verídicas que inculpados sin haber cometido ningún ilícito.