Por la Mtra. Elvira Zorrero Lara, Académica de la UAG
Los miembros de cada generación tienen ante sí grandes retos por vencer. En el ámbito laboral, algunos debieron adecuarse al uso de otro idioma; otros, a implantar nuevas tecnologías en su lugar de origen; varios más, a trabajar con personas de otras partes del mundo.
Hoy en día, es común escuchar a padres de familia, reclutadores laborales y maestros por la falta de compromiso de las nuevas generaciones. Sin embargo, no toda la responsabilidad es de los jóvenes; hay que centrar la atención en un aspecto casi olvidado, pero medular en la vida de cualquier persona: la motivación. Es lo que impulsa la realización de muchas tareas y contribuye al logro de objetivos.
Si se destina tiempo y esfuerzo a obtener algunas otras competencias, es importante hacer un espacio para desarrollar estrategias que permitan fomentar la motivación. Un gran número de estudiantes, teniendo la capacidad para obtener el máximo provecho de las clases, se limitan a aprobar, y aplican el mínimo esfuerzo para lograrlo. En contraste, otros con menores capacidades explotan al máximo sus habilidades y aptitudes, de manera que su iniciativa los lleva a profundizar en los temas vistos en clase, y logran resultados sorprendentes; la motivación marca la diferencia.
Sin lugar a duda, la mayoría de las personas queremos que la motivación sea el motor para lograr muchas cosas y hacerla nuestra aliada. No obstante, muy pocos son capaces de enfocarla y sacar provecho de ella.
La motivación es el resultado de muchos factores, algunos relacionados con la persona misma y otros con el medio que la rodea. En el área académica, la motivación influye en los procesos cognitivos que determinan el rendimiento académico. Los saben la importancia de la motivación en los alumnos; no obstante, es conveniente que no se utilice únicamente para terminar un proyecto o una tarea, sino más bien para fomentar el aprendizaje continuo. La motivación por sí misma no garantiza el aprendizaje, pero sí es uno de sus pilares.
Un alumno a nivel universitario, al haber elegido su carrera, ya está motivado, por lo que cuando el maestro imparte clases significativas, atractivas y estimulantes, promueve la motivación. Los docentes solemos planear las sesiones ignorando la curiosidad y el interés, porque con frecuencia desconocemos la importancia de fomentarlas y carecemos de estrategias que las favorezcan.
Asimismo, es importante considerar que, hoy en día, los jóvenes pueden obtener información de manera muy sencilla. Por ello, las clases excesivamente teóricas matan la motivación de los alumnos. Lo que el estudiante realmente quiere es que el docente comparta sus experiencias, les hable de la realidad, y que el conocimiento que están adquiriendo sea aplicable.
Sin embargo, es primordial señalar que la motivación proviene de una decisión propia, y todos podemos decidir estar motivados o no. A cada cual le corresponde reflexionar sobre la importancia y el impacto en su vida de un adecuado manejo de la motivación, con la que incluso puede generar un cambio, contagiando a los demás.