John Paul Esteves Reportero murrianose@gmail.com
El Diario de un loco forma parte de una colección de breves relatos: La avenida Nevski, El capote, El retrato y La nariz, que Gógol ubicó en la ciudad imperial rusa de San Petersburgo y que fueran publicados entre 1834 y 1842. Estos textos representan lo más característico del arte narrativo del autor, así como su combinación de denuncia con sátira social, fantasía, ternura y compasión.
Específicamente; en esta obra, Gógol divide a una sociedad viciada junto al maltrato e incomprensión que a menudo sufren aquellos afectados por trastornos mentales. Sin embargo, la obra ostenta una inteligente mezcla de humor, realismo social y elementos fantásticos que crean deliciosos y electrizantes universos paralelos que conviven en la mente del personaje en escena.
A propósito de esto, Mario Iván menciona: “Deseo montar Diario de un loco porque muestra un mosaico humorístico y a la vez terrible de la locura, va más allá de los delirios de un psicótico místico y brinda al actor múltiples vericuetos interpretativos. Asimismo, este histórico montaje que representase por muchos años el maestro Carlos Ancira, bajo la dirección de Alejandro Jodorowsky, hizo historia teatral en México y creó la tradición de ofrecer monólogos los días lunes en la ciudad capital. Nuestro montaje se suma felizmente a dicha tradición. Hoy, después de muchos años dedicado primordialmente al público infantil, considero propicio abordar paralelamente un monólogo para adultos, rindiendo asimismo un tributo continuo a la memoria de aquel histrión y maestro inusitado”.
Con la misma directora Luly Rede, en 2012 Mario Iván Martínez montó una adaptación alrededor de esta obra. Casi 12 años después regresa para ser representada ante nuevos públicos en el mismo lugar: el Centro Cultural Helénico.
Para dar luz a este proyecto, y gracias a la generosa asesoría del doctor Horacio Reza Garduño, el protagonista estudió de cerca el comportamiento de numerosos pacientes psicóticos; adentrándose en sus realidades paralelas, lugares donde la verdad parece obsoleta. Se sumergió en sus anhelos no realizados, en el abecedario de sus desvaríos y rituales, a veces amables y humorísticos, pero en ocasiones igualmente peligrosos y transgresores.
Mario Iván explica que en escena se plantea un juego con un número limitado de elementos escénicos, a través de los cuales surge la magia y la luz, la música y el trabajo actoral que, en conjunto, transforman las múltiples y complejas imágenes de la mente delirante del protagonista, al grado de hacer surgir en Aksenti Ivanovich las propias ofuscaciones, derivadas del texto entrañable y tragicómico de Gógol.
Los creativos de estética, Edyta Rzewuzka, en la escenografía y Matías Gorlero, en la iluminación, se inspiran en Escher y en sus perspectivas ilusorias.