Por la Lic. Ivette Flores, Psicóloga de la Dirección de Asistencia Social de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) Los seres humanos somos los únicos que nacemos en desamparo, es decir, que recién nacidos no podemos valernos por nosotros mismos, necesitamos de un otro que nos ayude a sobrevivir. Sin el cuidado materno, no habría un infante; el bebé sobrevive porque la madre o quien funge como madre lo desea y lo cuida.
La madre hace de sostén del niño, literalmente lo sostiene, lo carga, lo arrulla en sus brazos, lo ayuda a sentarse, a pararse y dar sus primeros pasos. Sostener implica mantener firme, dar un respaldo, contenerlo en sí y a sus emociones.
Sostener al niño en un primer momento implicará sentirlo, escuchar su llanto, hablar por él cuando aún no puede, y ayudarlo a que de a poco vaya adaptándose a aquello que lo rodea.
La madre cuida al niño sosteniendo su cuerpo, tomándolo de las manos, guiándolo, ofreciéndole alimento, mostrándole cómo son y cómo funcionan las cosas, poniendo su cuerpo para protegerlo. Y luego, habrá que ayudarlo a levantarse y a caminar, para luego soltarlo de a poco, dejar de hablar por él para permitirle hablar, dudar, sentir y reconocer el mundo por sí mismo.
Es este amor con el que son dados los cuidados lo que facilita que el niño se levante, se ponga a andar y a vivir: en un principio se sintió cuidado, de tal modo que luego podrá cuidar de sí mismo. Este vínculo con la madre o con quien funge como tal, es complejo, ya que va de un apego grande, donde el bebé depende de la madre, para luego poder ser autónomo; y es esencial ya que es este vínculo el que provee la seguridad y las herramientas para la vida, para constituirse como persona.
Y por supuesto, en esta ecuación hay un tercero, el padre o quien hace esta función, que forma parte de la familia y tiene un papel fundamental en la crianza y los cuidados esenciales de un niño.
El vínculo con la madre es algo único, que tiene de fondo un montón de emociones, de cercanía, de enseñanzas, de experiencias de vida, de tropezones, que implica un recorrido de la dependencia a la independencia, un recorrido de uno mismo desde el punto vulnerable en donde no nos podíamos sostener y queríamos estar pegaditos con mamá, hasta el punto en donde podemos movernos por nosotros mismos, habiendo evolucionado la relación, donde ya no somos dependientes, y decidimos estar cerca, por ese amor que hubo y que habrá. |
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