Segunda parte
Por Héctor Medina Varalta
A través de estas páginas, el misticismo milenario de la India baila y se entrevera sin censura con la mexicanidad alegre y la orfandad dolida de Marcela Bracho. Su curiosidad insaciable es una esponja que absorbe, un pincel que pinta, un oído aguzado que recoge rumores entre las piedras y la opulencia palaciega de imperios remotos; una nariz que olfatea los caminos pletóricos de especias, inciensos, delicias, excreciones y podredumbre. Su capacidad de adaptarse, sonriente y desafiante a lo insólito, desata los nudos caóticos de un itinerario que tiene voluntad propia, a pesar de haber sido cuidadosamente planeado. Sus brazos se abren, amorosos y dolidos, cuando llega con la hija que lleva meses por allá en un voluntariado. El candor de la sonrisa de Marcela se humedece mientras le escribe una carta a su madre o se sirve, en algún sitio sagrado y a escondidas, una cuba libre (Bacardí blanco y Coca-Cola) en honor a su padre, legendario cuballero con el que brinda y recrea situaciones familiares que hacen contrapunto con la majestuosidad del país que visita. Al desvelar los misterios de esa tierra fascinante, Marcela se reconoce a sí misma.
Un destello de divinidad se asoma
La distancia que recorremos en un viaje tan hondo, por lejano que este sea, mide, en realidad, pocos centímetros: los que hay entre un ventrículo y el otro. Mientras tanto, el corazón del padre se agiganta y palpita en la copa deun árbol, en la mirada de un mono o en la luz del amanecer en el Taj Mahal. La tinta de Marcela mantiene su flujo gracias a que no discrimina en pormenores. Es tinta inclusiva y, por lo tanto, irriga lejos de la solemnidad o el rigor de la bitácora. Es verdad que nos ilustra y nos lleva con ella a lugares maravillosos valiéndose de su narrativa depurada y precisa, pero también es verdad que, al escribir, Marcela se divierte y por ello nosotros gozamos al leerla. Diría que este es un libro de viaje pero prefiero no decirlo, pues las definiciones limitan y Jugar la vida es precisamente eso, un juego, un abrirse por completo y permitir que el intercambio ocurra. Recomiendo acompañar esta lectura con pañuelos desechables. Se utilizarán para enjugar una que otra lagrimita causada por la risa, por el modo en que el amor entre padre e hija se manifiesta… y allá por el final, cuando un destello de divinidad se asoma, si sabemos verlo- escribe en el prólogo Federico Traeger.
¿Qué es la vida?
El libro quedó muy bonito y de muy fina calidad. Desafortunadamente, el año pasado, el libro salió a la venta después de haber pasado la Feria Internacional del Libro (FIL). Esperemos que este año no suspendan la FIL, debido a la contingencia. Marcela ya tuvo la oportunidad de presentar otro libro en el 2015, el libro se titula Parejas sin fecha de caducidad, es de un tono terapéutico de consulta para las parejas, se les hace un viaje por todo lo que es la historia del matrimonio y cómo de alguna manera, no caduca. Pasando a otro asunto, le preguntamos a Marcela, ¿qué es la vida? y respondió que para ella, la vida es un problema, pero la felicidad lo resuelve. También dijo que la vida es un espacio donde venimos a ver y descubrirnos: dolor, miedo, enojo, desesperación, angustia, sinceridad, es parte de todo el paquete que somos como seres humanos y también tener la oportunidad de bendecir la vida y no la muerte, pues mucha gente está muerta en vida.
Una carta de amor a mi mamá
Jugar La Vida, es un canto a la vida, es la reconciliación del dolor con la alegría y con el amor. Transformar esa etapa de duelo que podemos sentir por lo que vamos perdiendo: un padre, una madre, o lo que sea y saber que siempre van a estar a nuestro lado mientras los recordemos. Por mi parte, hago conversaciones profundas que hago con mi papá. Entonces, con nombrar y poner ese tono, que sea un libro que llega al corazón y a los sentimientos. Es una vislumbre de lo que voy contando, ese es el eje de las conversaciones que hago con mi papá. Es un libro que no sólo llega al corazón y a los sentimientos, sino que tiene un teje o vislumbre de espiritualidad lo que voy contando, es medio mágico porque hay un capítulo donde yo amanezco y mi papá no me deja dormir, como surrealismo, pues me dice “toma la pluma y escribe”. Entonces como una sonámbula empiezo a escribir, pero él escribe a través de mí, una carta de amor a mi mamá. Le dice lo que está sintiendo en el otro plano, en donde sigue vivo aunque no lo veamos. Es una carta preciosa y le escribe todo lo que le pasó mientras estaba en sus brazos muriendo, porque mi papá murió de un infarto en la regadera cuando mi mamá estaba bañándolo. Entonces, mi papá haz de cuenta que se sale de otra dimensión, le escribe la carta a través de mí, en donde le explica cómo veía todo en otra dimensión mientras mi mamá lloraba y él estaba ahí. Es una carta preciosa. Por consiguiente este libro tiene una parte mágica.
Editorial SÉLECTOR
Este libro está escrito en el tiempo actual, pero se refiere a hace ocho años. Entonces recurro a mi diario, lo busco, era una libreta Scribe color naranja. Lo empiezo a leerlo, empiezo a llorar, a recordar todos esos sentimientos que tenía y empiezo a recordar lo que viví hace ocho años y, entonces en la siguiente clase se me ocurrió escribir acerca de mi viaje a la India. Por supuesto, lo aumenté, lo barnicé, le puse florecitas y todo lo que se necesitaba para hacer un libro, sobre todo, que llegara a los corazones, porque esa es la intención. Sin querer queriendo, cuando acaba el viaje empiezo a rediseñar o a recrear el diario, ya de una forma literaria, más creativa, empiezo a escribir anécdotas. Para mí, este trabajo es maravilloso porque me permitió recuperar a mi papá después de ocho años, verlo mejor, en su justa dimensión, reconocerlo como un ser maravilloso porque siempre fue, pero lo volví como a tocarlo. Fue un gozo infinito el estar escribiendo a mi padre después de ocho años de haber fallecido. Como, que rememoré, recapitalicé, a través de él,
de tal manera que se fue formando algo muy lindo, y cuando acabe el libro, que no lo era, eran puros relatos se formó algo muy lindo, pues no era un libro sino puros relatos. Un buen día, me dijeron que tenía que convocarlo. Fue así como llegué a la Editorial SÉLECTOR, pero no fue creado, repito, el libro no fue creado fue ese el propósito. Otra cosa más, conforme iba escribiendo el libro, parecía que su padre le ayudaba.
Segunda parte
Por Héctor Medina Varalta
Guadalajara, México, mayo de 2020. A través de estas páginas, el misticismo milenario de la India baila y se entrevera sin censura con la mexicanidad alegre y la orfandad dolida de Marcela Bracho. Su curiosidad insaciable es una esponja que absorbe, un pincel que pinta, un oído aguzado que recoge rumores entre las piedras y la opulencia palaciega de imperios remotos; una nariz que olfatea los caminos pletóricos de especias, inciensos, delicias, excreciones y podredumbre. Su capacidad de adaptarse, sonriente y desafiante a lo insólito, desata los nudos caóticos de un itinerario que tiene voluntad propia, a pesar de haber sido cuidadosamente planeado. Sus brazos se abren, amorosos y dolidos, cuando llega con la hija que lleva meses por allá en un voluntariado. El candor de la sonrisa de Marcela se humedece mientras le escribe una carta a su madre o se sirve, en algún sitio sagrado y a escondidas, una cuba libre (Bacardí blanco y Coca-Cola) en honor a su padre, legendario cuballero con el que brinda y recrea situaciones familiares que hacen contrapunto con la majestuosidad del país que visita. Al desvelar los misterios de esa tierra fascinante, Marcela se reconoce a sí misma.
Un destello de divinidad se asoma
La distancia que recorremos en un viaje tan hondo, por lejano que este sea, mide, en realidad, pocos centímetros: los que hay entre un ventrículo y el otro. Mientras tanto, el corazón del padre se agiganta y palpita en la copa deun árbol, en la mirada de un mono o en la luz del amanecer en el Taj Mahal. La tinta de Marcela mantiene su flujo gracias a que no discrimina en pormenores. Es tinta inclusiva y, por lo tanto, irriga lejos de la solemnidad o el rigor de la bitácora. Es verdad que nos ilustra y nos lleva con ella a lugares maravillosos valiéndose de su narrativa depurada y precisa, pero también es verdad que, al escribir, Marcela se divierte y por ello nosotros gozamos al leerla. Diría que este es un libro de viaje pero prefiero no decirlo, pues las definiciones limitan y Jugar la vida es precisamente eso, un juego, un abrirse por completo y permitir que el intercambio ocurra. Recomiendo acompañar esta lectura con pañuelos desechables. Se utilizarán para enjugar una que otra lagrimita causada por la risa, por el modo en que el amor entre padre e hija se manifiesta… y allá por el final, cuando un destello de divinidad se asoma, si sabemos verlo- escribe en el prólogo Federico Traeger.
¿Qué es la vida?
El libro quedó muy bonito y de muy fina calidad. Desafortunadamente, el año pasado, el libro salió a la venta después de haber pasado la Feria Internacional del Libro (FIL). Esperemos que este año no suspendan la FIL, debido a la contingencia. Marcela ya tuvo la oportunidad de presentar otro libro en el 2015, el libro se titula Parejas sin fecha de caducidad, es de un tono terapéutico de consulta para las parejas, se les hace un viaje por todo lo que es la historia del matrimonio y cómo de alguna manera, no caduca. Pasando a otro asunto, le preguntamos a Marcela, ¿qué es la vida? y respondió que para ella, la vida es un problema, pero la felicidad lo resuelve. También dijo que la vida es un espacio donde venimos a ver y descubrirnos: dolor, miedo, enojo, desesperación, angustia, sinceridad, es parte de todo el paquete que somos como seres humanos y también tener la oportunidad de bendecir la vida y no la muerte, pues mucha gente está muerta en vida.
Una carta de amor a mi mamá
Jugar La Vida, es un canto a la vida, es la reconciliación del dolor con la alegría y con el amor. Transformar esa etapa de duelo que podemos sentir por lo que vamos perdiendo: un padre, una madre, o lo que sea y saber que siempre van a estar a nuestro lado mientras los recordemos. Por mi parte, hago conversaciones profundas que hago con mi papá. Entonces, con nombrar y poner ese tono, que sea un libro que llega al corazón y a los sentimientos. Es una vislumbre de lo que voy contando, ese es el eje de las conversaciones que hago con mi papá. Es un libro que no sólo llega al corazón y a los sentimientos, sino que tiene un teje o vislumbre de espiritualidad lo que voy contando, es medio mágico porque hay un capítulo donde yo amanezco y mi papá no me deja dormir, como surrealismo, pues me dice “toma la pluma y escribe”. Entonces como una sonámbula empiezo a escribir, pero él escribe a través de mí, una carta de amor a mi mamá. Le dice lo que está sintiendo en el otro plano, en donde sigue vivo aunque no lo veamos. Es una carta preciosa y le escribe todo lo que le pasó mientras estaba en sus brazos muriendo, porque mi papá murió de un infarto en la regadera cuando mi mamá estaba bañándolo. Entonces, mi papá haz de cuenta que se sale de otra dimensión, le escribe la carta a través de mí, en donde le explica cómo veía todo en otra dimensión mientras mi mamá lloraba y él estaba ahí. Es una carta preciosa. Por consiguiente este libro tiene una parte mágica.
Editorial SÉLECTOR
Este libro está escrito en el tiempo actual, pero se refiere a hace ocho años. Entonces recurro a mi diario, lo busco, era una libreta Scribe color naranja. Lo empiezo a leerlo, empiezo a llorar, a recordar todos esos sentimientos que tenía y empiezo a recordar lo que viví hace ocho años y, entonces en la siguiente clase se me ocurrió escribir acerca de mi viaje a la India. Por supuesto, lo aumenté, lo barnicé, le puse florecitas y todo lo que se necesitaba para hacer un libro, sobre todo, que llegara a los corazones, porque esa es la intención. Sin querer queriendo, cuando acaba el viaje empiezo a rediseñar o a recrear el diario, ya de una forma literaria, más creativa, empiezo a escribir anécdotas. Para mí, este trabajo es maravilloso porque me permitió recuperar a mi papá después de ocho años, verlo mejor, en su justa dimensión, reconocerlo como un ser maravilloso porque siempre fue, pero lo volví como a tocarlo. Fue un gozo infinito el estar escribiendo a mi padre después de ocho años de haber fallecido. Como, que rememoré, recapitalicé, a través de él,
de tal manera que se fue formando algo muy lindo, y cuando acabe el libro, que no lo era, eran puros relatos se formó algo muy lindo, pues no era un libro sino puros relatos. Un buen día, me dijeron que tenía que convocarlo. Fue así como llegué a la Editorial SÉLECTOR, pero no fue creado, repito, el libro no fue creado fue ese el propósito. Otra cosa más, conforme iba escribiendo el libro, parecía que su padre le ayudaba.
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