viernes, 5 de febrero de 2016

Inmuebles históricos Barrio del Carmen


Por Héctor Medina Varalta

 

El Carmen es un barrio pequeño en extensión pero grande en lo que ha sido su historia. En la Guadalajara colonial fue considerado (junto al barrio de San Francisco) un lugar donde vivían las familias de abolengo o como dice la historiadora Lucía Arévalo Vargas, “lo mejor de la sociedad”. El conjunto de la iglesia y el convento del Carmen eran a su vez uno de los contornos con mayor valor patrimonial de aquella ciudad, cuyas orillas, hasta mediados del siglo XIX, eran las huertas delos carmelitas, ocupadas actualmente por el Parque de la Revolución y la Universidad de Guadalajara. La construcción de la Penitenciaría de Escobedo y la apertura de esa avenida que fue parteaguas del desarrollo del sector poniente, Juárez-Vallarta, detonarían ya a finales del siglo XIX la expansión de la ciudad y la aparición de las llamadas  “colonias” (la Americana o Porfirio Díaz y la Reforma, Francesa y Moderna) entre los años 1883 y 1906.

Origen de la calle Pavo

Ilustre aún al despuntar el siglo XX, barrio con prestigio. El Carmen atestiguó importantes cambios en la fisonomía urbana del centro de la ciudad como fue la apertura del Parque de la Revolución (1935) donde estuvo la penal de Escobedo, la ampliación de la avenida Juárez (1948-1950) y más tarde, la construcción de la Calzada del Federalismo o Eje Norte Sur (1976) y la puesta en operación del Tren Ligero (1989). Es un barrio que atesora historias propias, vivencias y tradiciones. La nomenclatura de sus calles es una mezcla de nombres ilustres: Manuel López Cotilla, el gran educador jalisciense; Mariano Barcena, tapatío excepcional del siglo XIX; o la calle 8 de julioque evoca la fecha que se considera decisiva en el acontecer de esta entidad. Posee inclusive una calle con la denominación popular, Pavo, en alusión a una tienda que había y a la costumbre de la gente de llamarla así.

Orígenes del barrio

Su templo continúa siendo preferido para las bodas de los aristócratas. El ex convento del Carmen es un importante crisol cultural en el centro. Durante mucho tiempo este entorno religioso y habitacional fue una de las orillas de la ciudad, la del poniente. Desde luego, la Guadalajara de los siglos XVII Y XVIII era reducida, de escasa población, integrada principalmente por iglesias y claustros que parecían rodearla (San Juan de Dios al oriente, Santo Domingo al norte, San Francisco al sur, Jesús María al poniente).

Respecto a los orígenes del barrio, el arquitecto Daniel Vázquez cita dos puntos de referencia: el primero, la construcción de fincas para familias adineradas de la colonia que vivieron en calles como Cerrada de Jesús María-San Cristóbal (hoy Mariano Bárcena-8 de julio), El Carmen (ahora la avenida Juárez) y Placeres (hoy Francisco I. Madero). El segundo tiene que ver con los padres carmelitas que construyeron un gran conjunto: iglesia, convento y huertas. Tenía más de diez hectáreas de extensión y abarcaba hasta la actual colonia Americana.

Conducción de agua potable

La iglesia del Carmen fue una de las más ricas de la ciudad, tanto por el contenido de su interior como por la vasta zona que en conjunto con el convento abarcaba, ya que varias de las actuales manzanas que circundan al templo-y que aún pueden admirarse-estaban dedicadas a dicho claustro y a sus célebres huertas. Según describe la historiadora Lucía Arévalo, “todo aquello, en conjunto, daba muestras de la magnitud de las obras, ubicadas en el sitio predilecto de la mejor sociedad tapatía que tenía gran estima y consideración por la Virgen del Carmen.”

La Orden de los carmelitas llegó a Guadalajara en agosto de 1595 y originalmente se asentaron en la Capilla de la Concepción, en donde estuvieron hasta 1610. Después se trasladaron a San Francisco y luego a Mexicaltzingo. A ellos se atribuyen las primeras obras de conducción de agua potable para la ciudad aprovechando fuentes por gravedad de origen cercano.



El convento

El convento no era de grandes dimensiones, pero su bello claustro de cantera, con arcos perfectos de medio punto, fue motivo de grande admiración en su época. Asimismo, tuvo fama por su biblioteca (de las más completas que había en la Nueva España) y sus cuadros, que fue un acervo producto de donaciones. Se afirma que su mejor momento, en tiempos de fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera, aconteció en los años 1834 y 1849. Sobrevino después de su decadencia, propiciada por factores ajenos (la intervención del estado en los bienes de la iglesia y por los enfrentamientos entre liberales y conservadores). Al respecto, la historia consigna que las propiedades que tenían los carmelitas fueron el principal patrimonio que perdieron. Los liberales, por ejemplo, piden y obtienen de ellos tres cuartas partes de lo que eran sus huertas a fin de construir la Penitenciaria de Escobedo (1845-1932). Años después, los mismos liberales trataron de apoderase del convento para hacerlo un hospital militar y al no conseguirlo se originó un serio conflicto con la orden religiosa.

Penitenciaría de Escobedo

En 1859 una parte fue ocupada para el cuartel militar de Guerrero y no faltaron otros contratiempos para los carmelitas. Ocurrió durante el sitio de la ciudad, dentro del enfrentamiento que protagonizaron el 27 y 28 de octubre de 1860 las tropas de liberales y conservadores, donde el convento resultó blanco de los cañones quedando seriamente mutilado al igual que la iglesia. Su restauración tardó varios años, hasta 1890 o 1895, rehabilitándose con un estilo afrancesado. Para entonces todo el entorno había cambiado a partir de que abrió la Penitenciaría de Escobedo. Don Mariano Otero fue quien propuso un primer proyecto de la misma y se pensó en primera instancia en que el sitio adecuado para construir dicho reclusorio podría ser al oriente del actual Parque Morelos (La Alameda) cruzando el río de San Juan de Dios o bien hacia el rumbo del Agua Azul. Finalmente, se optó por construirla en terrenos que habían sido de la huerta del convento del Carmen, hacia el poniente, y que tenían uso agrícola solamente. El 24 de mayo de 1845 se colocó la primera piedra por el gobernador Antonio Escobedo y el alcalde Jesús López Portillo, con una aportación inicial de 20 mil pesos para las obras, que tardaron varios años en construirse. La incertidumbre política de esos tiempos fue un factor determinante en la lentitud de los trabajos.

Escobedo fue más que un reclusorio. Detonó el desarrollo del sector poniente de la ciudad en el último tercio del siglo XIX. El proyecto original fue de Carlos H. Nebel, autor de los célebres grabados mexicanos de la primera mitad de ese siglo; pero el proyecto fue modificado luego por don Juan Ramón Cuevas quien inició la obra, siendo concluida por el ingeniero David L. Bravo con su pórtico neoclásico tan similar al del Teatro Degollado. Entró en funciones, al parecer, hasta 1861k, luego del conflicto que hubo en 1869 entre liberales y conservadores. El reclusorio fue bendecido por el ilustre canónigo don José Luis Verdía y de acuerdo a registros que subsisten de su historia, la inauguraron 39 reclusos, de los que dos eran mujeres acusadas de homicidio (aunque existía una cárcel femenil, llamada de Las Recogidas, en El Pilar)

Fuente: Barrio del Carmen, Guillermo Gómez Sustaita; El corazón de Guadalajara, Lucía Arévalo Vargas.

 

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