Por Héctor Medina Varalta
Leer libros de superación personal y practicar la información del texto, está muy bien, pues podemos darle un giro de nuevas oportunidades a nuestras vidas, no obstante, hace un par de décadas se pensaba que las personas al llegar a los 60 años se consideraba que no podía de cambiar de conducta porque tenía muy enraizadas sus creencias y no era posible que cambiara su actitud frente a la vida. Sin embargo, Hernández Avilés comenta que el enfoque que justamente aterrizaron en el libro, es este caso, fue justamente que a veces cuando nos resistimos al cambio porque son muchos los elementos, tanto en lo general, tanto en lo psicológico como en lo personal. Pero a veces tiene que ver con pequeñas acciones que están muy relacionadas a cómo yo me relaciono con el cambio o a equis situación que me está implicando o la necesidad de cambiar o la posibilidad de cambiar y definitivamente tiene que ver mucho con el tema de la cultura.
Barreras emocionales
Por otra parte, nuestro entrevistado afirma que, en ocasiones, la cultura nos hace comprar la idea que, determinadamente, el cambio en el contexto social en el que vivimos, es algo que no siempre va a salir a nuestro favor y, en la mayoría de las ocasiones, ese mecanismo de muy buena defensa que tenemos de resistir, incluso a veces, aprendiendo a ser negativos ante situaciones diferentes a lo que ya nos acostumbramos, que no forzosamente significa que sea lo mejor o lo que nos esté dando bienestar, pues es como empieza la narrativa del libro, es decir, como ese aprendizaje que hemos ido construyendo, que a veces compramos esa idea de que el cambio pueda ser complejo y lo vamos reforzando socialmente. A veces, tiene que ver con que no tenemos la información adecuada sobre una situación que implica un cambio, esa nueva persona, esa experiencia y, obviamente, como un mecanismo aprendido también. En ocasiones decidieron poner una barrera quizá un poco agresiva, en el sentido de que Hernández se resiste muy potencialmente a la idea de cambiar algo.
Quiero un cambio
Otra perspectiva, es lo que tienes a la mejor te costó mucho lograrlo en este entorno tan competido
y tan demostrar cómo debemos ser. De tal forma, que a veces queremos atesorar, la situación en la que nos sentimos y también significa que nos resistimos fuertemente al cambio. Por consiguiente, el primer capítulo que se llama Quiero un cambio, es como ir paso a paso a identificar que el cambio se va a presentar, la oportunidad de cambio también se puede presentar o con la combinación de los dos, y que a veces si podemos hacernos de recursos que nos ayuden no a cambiar inmediatamente ni a lograr el resultado que se quiere inmediatamente, pero si tener, al menos la información más clara, organizada y puntual sobre qué implicaría ese cambio en nuestro bienestar y empezar a trabajar, que eso es lo que diferencia, quizá a otro tipo de lecturas como esta.
La pobreza, ¿mala situación económica o enfermedad mental?
Hernández Avilés lo que hace y trabaja mucho, es el desarrollo humano, tanto en lo personal como en las instituciones, tenemos 15 años trabajándolo. Todo lo que hago y aterrizo en el libro, justamente nace de un reconocimiento de Ciencia y tecnología que obtuve en esos 15 años y empecé a apalancar este trabajo en lo humano y puedo compartir que hemos trabajado demasiado con muchas instituciones y gente en el extranjero toda esta parte que nos implican tres cosas: el tema de la Psicología del cambio, el tema del Crecimiento estratégico en la persona del autor y Cómo ir construyendo resilencia, obviamente hay algunos factores cruzados. No obstante, acerca de la pobreza puede deberse, a ciertas circunstancias o a un determinante respecto a cómo, incluso él mismo puede generar barreras para su crecimiento, determinantemente sí. Poco después, nos dio un dato muy interesante. Resulta que el Banco Mundial al final del 2019 y 2018; el Banco Mundial como instancia que regula y facilita condiciones de desarrollo tanto a nivel gobierno, nivel social y nivel personal hacen muchos estudios.
No tengo dinero
Ellos traen un programa de trabajo con poblaciones o países como el nuestro, donde uno de los indicadores que ellos requieren en muchas ocasiones es qué tanto la pobreza genera más pobreza, además la pobreza genera estrés y obviamente imposibilita el cambio. A veces, en las conferencias, en las pláticas o en los programas más grandes que hacemos abordamos ese tema, porque a veces no estamos acostumbrados a identificar que cuando yo, siendo muy amable y muy realista dentro de una perspectiva y humilde, si de repente las condiciones que están a mi alrededor y en mi entorno, si lo pensamos en lo macro que sería el país, en mi colonia que sería inmediatamente mi circunda y a mi familia se generan condiciones donde incluso descuido mi alimentación y no forzosamente que tengan que ver con el dinero, sino que tengan que ver con una promesa, que a veces se apalanca de la mala idea de “no tengo” y el “no tengo” se vincula con “no tengo dinero en muchas ocasiones”. Sin embargo, una pobreza donde no tengo las condiciones necesarias para desarrollarme. Incluso en cuanto a la alimentación, el cuidado de la salud; por supuesto que incluso sobre el tema, qué tipo de gente me hago llegar y me refiero al tipo de gente que me permiten muchas experiencias, no que yo sea alguien sobresaliente, sino que a veces tengo pobreza en mi entorno, y no me permito, justo por esta resistencia al cambio y conocer a otras personas.
Generando sostenibilidad para el futuro
Yo siempre digo y viene parafraseado en el libro, que le gusta mucho traducirles la bendita palabra de sostenibilidad, que se escucha mucho en los programas estratégicos, del gobierno y que, a veces, se escuchan en las noticias: “Es que tenemos que generar sostenibilidad para el futuro. Generalmente, se las traduzco a las personas de a pie les digo con palabra muy sencillas: ‘sostenibilidad’, no es otra cosa más que te asegures siempre contactarte con personas diferentes porque eso va a ampliar tu visión, que te acostumbres de hacer las cosas en escenarios diferentes, porque eso te va a mostrar otra forma y otro entorno donde te puedas desarrollar y que busques siempre hacerte recursos diferentes para que si sabes hacer bien una cosa de una manera te des
la oportunidad de hacerla de otra forma. Justo esto respondería el tema de la pobreza implica de esta manera, y por supuesto implica con la resistencia al cambio. Pero si lo vemos desde otra perspectiva con la posibilidad de cambio, que justamente trato de aterrizarlo muy amigablemente con toda esta experiencia que afortunadamente hemos desarrollado de verdaderamente hacerlo de parte de una estrategia en donde vaya rompiendo estas ideas, que a veces no me permiten, ni tener el bienestar que yo puedo generar, y dos, concentrarme en otra manera de generar condiciones en donde yo me sienta más satisfecho con lo que yo quiero o afronte con mayores posibilidades los desafíos que son abrumadores en la vida actual.
Los dichos históricos que nos acompañan
Por ahí va el temor de ir acompañando al lector desde esa perspectiva. En cuanto a las creencias supuestamente enraizadas en las personas de la tercera edad, en los años 60 se pensaba que era inútil cambiarlas. Hernández Avilés comenta que les platica s sus pacientes en el tema de la resilencia, que justo entre los años 50 y 90, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando todo mundo comienza a estabilizarse los diferentes países en su nuevo desarrollo, aunque no hubiéramos participado ni estado en Europa, se crea una cultura de adaptación, es decir, de buscar siempre generar condiciones de ante la oportunidad y ante lo adverso, adaptarnos. Y en esa cultura de adaptación que está muy bien vinculada con la palabra “existir”, en esa época buscábamos el tema de hay que generar condiciones de vamos a apoyarnos uno al otro para resistir. Incluso desde cómo nos referíamos en los eventos en donde “no hay mal que por bien no venga”, todos esos dichos históricos que nos acompañan o las ideas, como: “donde comen dos, comen tres”.
Es imposible cambiar a un árbol viejo
Y conforme íbamos creciendo socialmente, también nuestras familias y nuestras personas, tomábamos mucho la idea de la palabra “adaptarse”. Era algo con lo que crecimos como sociedad, hasta llegar como estamos en la actualidad. Entonces, con qué perspectiva los jóvenes, los niños y los adultos de ese entonces, que ahora somos los adultos y “viejitos” de hoy, fuimos creciendo con el lema de “a veces nos vamos adaptando y nos vamos resistiendo”. A veces llega un momento en el que ya no creamos, no generamos cambios; llega el momento en que ya dimos lo que teníamos que dar; y viene mucho de esa cultura de adaptación. También el libro contiene esa parte cultural- social de “vámonos creciendo” y ya no se genera nuevo aprendizaje: “es imposible cambiar a un árbol viejo cuando ya pasaron sus mejores momentos de afrontar la vida, y también viene apalancado un poco con el desarrollo de esta investigación científica, no podemos dejarla de lado y también irnos descubriendo de cómo somos como personas o seres humanos.
Nuevos horizontes
En toda esa época, sí se creía y tenían estudios que los soportaban, que llegaba un momento, que incluso, la capacidad de crear nuevas neuronas para que entre ellas se pudieran conectar y generar nuevas experiencias, era finito. Tengo 40 años de edad y recuerdo que en la primaria y en la secundaria, en ese entonces, estaba muy de moda el concepto “de que las neuronas dejan de reproducirse y empiezan a morir conforme uno va creciendo. Y la realidad, es que eso no es verdad. Lo que sucede, es que la ciencia en la actualidad nos dice que, por un lado está la parte social de, vamos creciendo con la idea de adaptarnos y hay que resistir. Y claro, que si crecimos con eso, es muy válido que lo creamos; y por otro lado, lo que nos decía la ciencia de que llegaba un límite para las neuronas.
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