martes, 17 de diciembre de 2019

José M. Muriá, de la historia de Jalisco, a la charrería, el tequila y otras cosas

Segunda parte
Por Héctor Medina Varalta

José M. Muriá escribe en su libro El famoso tequila: “Se considera que el maguey es un elemento emblemático de todo el paisaje mexicano, no obstante que su existencia resulta difícil y hasta imposible tanto en las regiones demasiado secas y de clima extremoso que predominan hacia la frontera norte, como en los que excesivamente húmedos parajes del viento sureste hasta más allá de nuestra colindancia con Belice y Guatemala; mientras que en las costas meridionales, hasta que son de clima homogéneo, su elevada temperatura solo permite una variedad de maguey rica en fibras pero con muy bajo contenido de azúcar y, por lo tanto, poco adecuada para elaborar aguardiente. En la cálida península de Yucatán, por ejemplo, se da muy bien el llamado henequén, del que se extrajeron y se mandaron a muchas partes del mundo, hasta la aparición de las fibras sintéticas, cantidades muy grandes de materia prima para la fabricación de costales y telas muy bastas.
Sus raíces mexicanas
El maguey es, pues, una planta mayormente identificada con las templadas y más pobladas tierras del altiplano central de la República Mexicana, donde hay pruebas de su existencia desde tiempos inmemoriales y se encuentran según se dice, más de 200 variedades, aunque solamente algunas reportan alguna utilidad que no sea sencillamente el ornato o de la demarcación de terrenos. No obstante, vale señalar que maguey es una palabra utilizada desde antes de la Conquista española por los indios taínos del Caribe, misma que fue traída a México en el siglo XVI por los propios europeos. Fue una solución práctica para simplificar el complejo panorama de la nomenclatura indígena, en virtud de que, como es de suponer, en cada una de las lenguas había una manera de referirse a las dichas plantas
Técnica de la destilación
Lo cierto es que cuando llegan los españoles, el agave forma parte del paisaje mexicano o por lo menos del occidente de nuestro país. Por lo tanto, el agave era utilizado desde tiempos muy antiguos como alimento o golosina. Nuestro entrevistado comentó que por tres centavos, le daban un pedazo de buen tamaño de agave cocido. De hecho, la palabra mezcal del náhuatl mexcalli, quiere decir “lo que se cuece,” la gente se lo comían. A la llegada de los españoles, que traían toda la tradición de fabricar aguardiente de uva; lo que hicieron fue aplicar el mismo procedimiento al líquido o mosto, de tal manera que, el aguardiente de uva, coñac, brandi, o como le llamen, es el mosto que se saca de la uva al que fermentan y destilan. No es difícil entonces, que al ver los pedazos de mezcal o los pedazos de agave cocidos, si se le quiere llamar así, si le sacaban el jugo y lo ponían a fermentar y lo destilaban, es decir, le aplicaban la técnica de la destilación, que se trajo de España, pero no la inventaron los españoles sino los árabes, si se aplicaba, salía el aguardiente.

La fábrica de tequila más antigua del mundo
Los españoles de esa época eran unos borrachotes, hasta que la corona española prohibió que se hiciera el aguardiente, sin embargo, los conquistadores se las ingeniaron, pues empezaron hacer aguardiente donde la corona española no tenía presencia en lugares remotos y se empezó a convertirse en el siglo XVI el aguardiente de agave o lo que se llamaba vino de mezcal, que se vino a convertir en una producción de indios. Todavía en la Barranca del Tecuán, a un lado de Amatitán, se encontró una fábrica, que es totalmente primitiva, que debe ser del siglo XVI, agujerearon una piedra para ahí hacer la fermentación y los alambiques se hacían con ollas de barro, que no significaban ningún problema. Ahí es cuando se empieza a hacer el tequila, sin embargo, como la corona española necesitaba dinero, de repente lo legalizaban, cobraban impuestos y luego lo volvían a prohibir, luego lo volvían a legalizar. Esa es la historia del tequila.
Infancia y adolescencia del autor
Son conceptos en que uno se va adentrando como resultado de su interés fundamental en la Historia de Jalisco. El autor ignora cuántos libros ha escrito,  pues nunca los ha contado, eso sí, son bastantes. Solamente en la editorial MAPorrúa me han editado cuatro libros, pues también me ha publicado la Universidad de Guadalajara, Fondo de Cultura Económica, pero últimamente me he encariñado con Porrúa, pues me publica todo lo que se me antoja. Por otra parte,  independientemente que nací en la capital de paso, pues me trajeron de casi cincuenta días de nacido; me crie en el barrio de Santa Tere, hasta los 11 años de edad aproximadamente, luego mi familia se trasladó a la Ciudad de México y me  llevaron; luego la familia se regresó a Guadalajara. Y se quedó en la capital, pues ya estaba estudiando la secundaria; terminé la secundaria y me vine para acá, me reincorporé al seno familiar. En seguida entré en la única preparatoria que existía en ese entonces: la que actualmente, le llaman la preparatoria número uno, ahí estuve dos años, que son los años de preparatoria de aquel entonces, luego estuvo un año de crápula, disque trabajaba de vendedor.-
Trabajó en Relaciones Exteriores
Después entré a estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara. Estuve un tiempo nada más, pero como me aburría como ostión, entré a la Carrera de Historia y de ahí “agarré el hilo” y hasta la fecha, estoy metido en la historia. Al terminar la carrera de historia, hice el doctorado en el Colegio de México. Por último, añadió, “Mi vocación ha sido la Historia de Jalisco y últimamente he cometido el pecado de salirme dos veces de la historia; estuve ocho años viviendo fuera de Guadalajara en la década de los años 80, pues encontré una chamba muy buena en Relaciones Exteriores de Director General de Archivos y Bibliotecas y lo aproveché. Me fui por año y medio, acabo el sexenio de López Portillo, vino el siguiente sexenio y me ratificaron y me aventé todo el sexenio allá; fue un aprendizaje muy bueno y además vivir en la Ciudad de México y viajar con encargos oficiales del gobierno, etcétera, lo disfruté mucho, hasta que decidí que era el momento de volver, y en 1989 ya regresé, y he estado yendo y viniendo, pero de planta radico en Guadalajara, pero últimamente como resultado de experiencias, chismes, comentarios y todo lo que tuve acceso en Relaciones Exteriores, acabo de escribir el libro De no ser por México, que habla sobre la Política Exterior de México en Francia, entre 1939 y 1942, cuando los diplomáticos mexicanos salvaron la vida de 130 mil personas; de no ser por México, 130 mil personas hubieran muerto a manos de los nazis o a manos de los franquistas de España.
Los mexicanos también hacemos cosas buenas 
Existe una frase que he escuchado mucho, que dice: ‘Lázaro Cárdenas les abrió las puertas’. Eso es cierto, pero lo más importante, no es que les haya abierto las puertas, sino que mandó por ellos y mandó a gente que se la rifó en serio, es decir, se rifó el pellejo para poderlos salvar. Calculo que son 130 mil personas. Ante ese gran acontecimiento, no resistí la tentación de escribir ese libro, sobre todo, ahora que nos madrean por todos lados, es hora de decirles al mundo, que los mexicanos también solemos hacer las cosas bien-puntualizó José M. M Muriá

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