lunes, 17 de diciembre de 2018

Conozca los beneficios de la Medicina Funcional


Segunda parte
El hombre: enemigo de su propia evolución

Por Héctor Medina Varalta

“La responsabilidad del médico es curar ocasionalmente,
sanar frecuentemente y apoyar siempre.”
Hipócrates

Guadalajara, Jalisco, diciembre de 2018. De acuerdo a los doctores Alexander O. Krouhmam y Pablo Krouhmam, para la Medicina Funcional que se centra en la persona y no en la enfermedad, la sanación implica generar cambios que impacten de forma real en el estado de salud del individuo. En palabras de David Rakel, médico funcional: “Cura y arregla cuando sea posible, pero si ignoramos la sanación, seguramente la cura no será duradera o bien dará paso a otra enfermedad que pudiera no ser curable”. El concepto parte de la premisa de que el organismo tiene sus propios mecanismos de reparación y regeneración, de ahí que el objetivo del tratamiento sea aportar los elementos necesarios y crear las condiciones correctas para que el cuerpo pueda recuperarse. Curar, en cambio, implica aliviar una condición o enfermedad. Usualmente se limita a medicamentos y cirugía, aunque también debería de incluir modificaciones en el estilo de vida. La acción curativa con frecuencia no considera al paciente. Además, se apega a protocolos o a lineamientos aceptados de “buenas prácticas,” desarrollados para la población en general y no para el individuo en particular. Según lo anterior, sanar no equivale a curar.

Somos una especie sedentaria
Tampoco supone implementar medidas extraordinarias. Se trata de cambios simples pero trascendentales, como reducir el estrés, mejorar los hábitos alimentarios, practicar ejercicio físico y moverse, promover una sensación de comunidad y de pertenencia, contar con un sentido de vida y bienestar emocional y espiritual. Aun ante las peores circunstancias, enfrentados a padecimientos incurables y en fase terminal, es posible sanar, la compasión y la empatía siempre ayudan, aunque otras terapias no lo hagan. De acuerdo al doctor Alexander O. Krouham-por un error involuntario en la primera parte escribí Pablo, aunque son padre e hijo, quise aclarar este error- el cálculo que se cuenta en la actualidad para que el 0.2 por ciento de nuestro genoma, es decir, de toda nuestra información genética se modifique, tienen que pasar alrededor de 20 mil años. Ahora bien, ¿desde cuando nosotros, los seres humanos somos una especie sedentaria que consumimos granos y que dominamos la agricultura? No tiene más de 10 a 12 mil años. Esto quiere decir, que lo que hoy somos, no necesariamente es civilización, hoy estamos expuestos a una serie de cosas y vivimos en entornos para los que no fuimos creados, sobre todo en lo que ha ocurrido en los últimos 50 o 70 años. Cuando hablamos de la industria y de la influencia negativa de la primera sobre el tema de la salud, no nos limitemos solamente a la industria farmacéutica, pensemos también en la industria alimentaria y en la industria agropecuaria.

Tres elementos para desarrollar enfermedades autoinmunes
Asimismo, nuestra genética no está diseñada para consumir granos. A esto le sumamos otra cosa más, hace 20 años nadie hablaba del gluten, no era un tema, pues nadie lo mencionaba. Ahora pareciera que el gluten se ha convertido en una moda, pero no lo es, pues es un problema real. Uno de los problemas emergentes de salud que han surgido más recientemente y de una manera muy importante en buena parte del mundo son las enfermedades autoinmunes, aquellas enfermedades que son producidas porque nuestro propio sistema de defensa actúa en contra de nuestros propios órganos o tejidos. Los desconoce o confunde y reacciona en contra de ellos. Ahí es donde surge toda la historia del gluten. El especialista mundial en este tema, el doctor Alessio Fasano, del Childrens Hospital General de Boston, Massachusetts, él y su grupo de investigadores descubrieron que para poder desarrollar estas enfermedades autoinmunes, se necesitan reunir tres elementos: el primero de ellos es una predisposición genética, es decir, que el individuo tenga esa herencia que lo predisponga o, mejor dicho, que la persona haya nacido con ciertos genes que lo hacen propenso a poder desarrollar estas enfermedades autoinmunes; en segundo lugar, es que hay una alteración en la permeabilidad del intestino, ahí entra el microbioma.

¡Estamos comiendo trigo contaminado con insecticidas!
El intestino es un filtro, pero este tiene que ser uno selectivo, pues tiene que permitir la entrada de aquello que el organismo necesita, pero, al mismo tiempo, bloquear el acceso para que no entre al cuerpo aquello que no necesita. Si se afecta, por ejemplo, por el uso frecuente de antibióticos, el cuerpo empieza a filtrar cosas que no debería hacer, por ejemplo, elementos propios de la flora intestinal: bacterias, virus, alimentos no digeridos, etcétera. Y el tercer elemento es el gluten del trigo tiene una proteína llamada creatina o gliadina, que es el detonador que activa toda la reacción negativa en el organismo, que finalmente termina produciendo las enfermedades autoinmunes. Por citar un ejemplo, si alguien come pan en Estados Unidos, probablemente en México, pero nuestras prácticas a nivel agrícola en nuestro país son muy similares a como son en el vecino país del norte, pero si comemos trigo en esta parte del hemisferio, es muy diferente el efecto que tenemos que si comemos trigo en Europa; es el mismo hemisferio pero del otro lado del Atlántico. Esto se debe, a que independientemente a que el papel, que en sí mismo tiene el gluten del trigo, resulta que en las prácticas convencionales de cosecha, en Estados Unidos les permiten rociar los cultivos de trigo con insecticidas, pocos días antes de cosechar. De esta manera, se seca el grano, se hace más voluminoso y aumenta la cantidad de la cosecha. Por supuesto, hay un beneficio económico para el agricultor. Estos métodos de cosecha estaban prohibidos hasta hace muy poco tiempo en Europa. Entonces, resulta que lo que hoy nos está afectando no es solamente el comer trigo: ¡estamos comiendo trigo contaminado con insecticidas!

El promedio de vida en nuestros organismos de estos tóxicos es de 30 a 40 años
Ahora resulta que Montsanto, que era la compañía que producía muchos de estos insecticidas, entre ellos, uno que se llama glitocide, el nombre comercial en Estados Unidos es Brow Dog, ahora resulta que Monsanto era la productora de este químico vendió la compañía a Bayer y, al parecer está utilizando la misma técnica en Europa. Existen muchos intereses creados en contra de la salud. Esa es la realidad. No soy un don Quijote y no me estoy enfrentando a molinos de viento. La idea de publicar este libro es educar a la población, educar a la sociedad y vea que hay otras opciones; no todo es la industria farmacéutica y no todo es la actitud paternalista del médico donde no se educa y no se hace partícipe la persona de su cuidado. Hablemos de tóxicos, algunos de ellos ya no se fabrican desde los años 70, sin embargo, todavía existen en nuestros organismos. La vida media de estos tóxicos es de 30 a 40 años. En la actualidad, no hay ningún lugar en el mundo, evidentemente, esto tiene que ver con nuestra movilidad. Esto quiere decir que, donde hay humanos, hay toxicidad. Hay un libro que se publicó en 1962, escrito por Rachel Carson, titulado Silent spring (Primavera silenciosa); a partir de la publicación de este libro-no para académicos sino para la población en general- surgió todo el movimiento ecologista en el mundo. En dicho texto, la autora hacía una demanda en contra de todas las industrias químicas y de todos los pesticidas e insecticidas; Carson no era una autora común y corriente, tenía una gran formación académica y tenía gran autoridad para escribir acerca de estos temas.

En primer lugar: las enfermedades crónico-degenerativas,
Ella denunciaba cómo todos los ríos, mares, lagunas, bosques, praderas ya estaban contaminados por químicos. A partir de ese momento, empezó un movimiento muy fuerte en contra de esa industria. La investigadora fue atacada de una forma terriblemente agresiva por toda la industria química, tristemente, porque tiene que ver con todo esto, un año después desarrolló cáncer de mama y falleció. Por otra parte, se ha modificado nuestro entorno dramáticamente, particularmente los últimos 50-70 años, el uso de pesticidas, fertilizantes, insecticidas, conservadores, el desarrollo de alimentos procesados. Todo esto, por supuesto, también el consumo aberrante de azúcar que hoy tenemos, etcétera, todo esto es lo que está acondicionando epidemias de salud que no teníamos antes. Basta ver, para dar un ejemplo, la lista de las causas principales de muerte en México en los años 70 eran infecciosas: neumonía e influenza eran el número uno y las gastroenteritis infecciosas eran las número dos. En la actualidad, las principales causas de muerte proporcionadas por la Secretaría de Salud están enfermedades crónico-degenerativas; en primer lugar están las enfermedades cardiovasculares, enfermedades cerebrovasculares e hipertensión, pero si verdaderamente las aglutinamos de manera diferente, nos vamos a dar cuenta que la causa principal es la diabetes. Estas son las enfermedades que hemos creado por estas bajas influencias a las que hemos sometido a nuestro organismo en este cortísimo periodo de la historia, pues tenemos de 10 a 12 mil años que somos una especie sedentaria. El mensaje fundamental es el modelo de salud convencional el cual conocemos y, por cierto, mi formación médica es completa y absolutamente tradicional. No hay ninguna diferencia con la de cualquier médico. Adopté este modelo posteriormente, pero toda mi formación es completamente tradicional-puntualizó el doctor Alexander Krouhmam. 



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