jueves, 30 de junio de 2016

Mujeres que dejan huella



Esperanza Toral Freyre, escritora e historiadora
By  Héctor Medina Varalta



La atractiva y talentosa escritora, presentó el libro Desde el Banquillo de los Acusados: General Tomás Mejía. La autora comenta que Mejía es tratado con cierta objetividad, sin hacer juicios de valor y se narra a partir del juicio legal que enfrenta justamente por estar en contra del gobierno juarista, además enfrenta un Consejo de Guerra y el general Manuel Azpiros le hace el interrogatorio. Toral empezó a investigar a partir de las respuestas que da Tomás Mejía a esta interpelación cuando es apresado y tres días de ser fusilado en Querétaro. Cada respuesta que él le dio al fiscal fue verdad, Mejía no mintió en cada respuesta; cuando él declara que fue perseguido por el gobierno de Ignacio Comonfort y por el gobierno de Juárez, es cierto, que por eso tomó las armas es una realidad. Por ejemplo, Juárez declara en 1861 que aquella persona que logre asesinar a Tomás Mejía va a recibir un premio de 10 mil pesos y si quien lo hace es un delincuente se le van a eliminar todas sus penas. En realidad, Mejía fue un hombre perseguido por su ideología.; él no formaba parte del partido conservador, sin embargo, era un conservador de pensamiento, era un religioso, un hombre de mucha fe y de educación católica, con una moral muy alta. Así como Juárez consideró que la patria debería ser regida por un Estado garante de darnos la soberanía, la paz y la seguridad, pues para Tomás Mejía, la patria sólo podía concebirse a partir del cuidado y la protección de Dios.



La viuda y el hijo recién nacido de Mejía
Estos son los dos pensamientos contrarios que se van enfrentar y debido a ello va a ser fusilado. Si estaba en el gobierno y es leal al gobierno del imperio, pero no es un hombre que tenga una relación con Maximiliano, en el libro podemos ver que Maximiliano no tenía ningún apego a Mejía, éste simplemente va a servir al gobierno que va a otorgar cierta paz y cierto orden al país y no es el único. Juárez habría que tener fusilado a la mitad de los mexicanos de ese entonces por haberse sumado a las filas del imperio. Por ejemplo, Puebla de Zaragoza meses después se convierte en una Puebla imperial que recibe a Carlota en su cumpleaños. La Ciudad de México también apoyó al imperio. Por otra parte, en sus últimas cartas que deja Maximiliano, escribe una especie de testamento en el que, en primer orden está la gente que trabaja, es decir, los alemanes que lo acompañan: su médico, su secretario, su ayudante. Después está la esposa de Miramón que se la encarga a Carlota, pero no vemos nada que deje a favor de Tomás Mejía o de la viuda de Tomás Mejía ni del hijo que apenas nació, ya que la esposa de Mejía va rumbo a Querétaro y en el camino da a luz; está ahí, en el paredón junto a su hijo recién nacido. Posteriormente, Juárez ordena que se mueva a Tomás Mejía y se le dé cristiana sepultura, ya que se queda un tiempo en el Cerro de las Campanas donde aparecen estas tres cruces. Juárez le brinda un poco de ayuda para el entierro a la viuda de Tomás Mejía.


Ni traidor ni asesino
De esto trata el libro. No es la intención de la escritora tratar de evitar que Mejía haya sido un traidor para Juárez, sino tratar de mostrar un pensamiento contrario al de Juárez y que en este caso le costó la vida a Tomás Mejía que no era un político ni pensaba en ser presidente ni en ser gobernador de Querétaro. Este hombre como lo declara Justo Sierra: Quien normalmente descuella sobre todos, es el indígena Tomás Mejía, que fue perennemente fiel a su idea, combatió y murió por una causa que identificaba a su inconmovible fe religiosa, se creyó un soldado de Cristo, poniendo en su lucha todo el temple de los Cruzados y la fe de los mártires; cualquier mexicano, cualesquiera que sean sus ideas, debe saludar su tumba con orgullo y respeto. Por otra parte, Tomás Mejía no fue ningún asesino tal y como lo tacha la historia, todo lo contrario: no fusila a los prisioneros de guerra; les perdona la vida. Incluso, perdonó la vida de Mariano Escobedo. También le perdona la vida en Río Verde al emblemático personaje de la revolución de Ayutla, que es Juan Álvarez. Además, tiene una amistad con Mariano Escobedo, obviamente no lo manda fusilar por ser prisionero de guerra. Sin embargo, Escobedo es el Secretario de Guerra y es el que va a ejercer la orden de fusilarlo.

Mensaje al mundo
Anteriormente, el general imperialista Leonardo Márquez, se enfureció con Mejía al darse cuenta de que sus órdenes no habían sido cumplidas: Usted no fusiló hoy a Escobedo, mañana él sí lo fusilará a usted. Cabe resaltar que Mejía guardó silencio ante su muerte, no es como Miramón o Maximiliano que dicen unas palabras antes de morir, Mejía tiene un crucifijo en la mano y nada más, en silencio enfrentó a la muerte. De acuerdo a Esperanza Toral, es un fusilamiento simbólico. El mensaje que se nada al mundo es muy claro: Aquí no hay ningún usurpador, es una república que yo gobierno. México es una nación libre, soberana e independiente. El fusilamiento de Miramón, es un finiquito al partido conservador y el fusilamiento de Tomás Mejía es un mensaje muy duro al pueblo: Puedes tener la fe que quieras, pero no puedes levantarte en armas contra el estado. Eso es lo que está detrás de este montaje. Toral asegura que Juárez los fusiló por miedo no por valiente. El fusilamiento fue una manera de acabar con el temor.
En este libro no hay juicios de valor al respecto porque Toral trata de presentar al personaje sólo como lo que hace y lo que es, sin ningún juicio de valor de su parte. El texto empieza por el final, cuando es apresado Tomás Mejía al igual que todo el ejército conservador que cae en Querétaro al lado de Maximiliano y son enviados a la prisión que se encuentra en el ex convento de las Capuchinas y el Consejo de Guerra se lleva a cabo en el Teatro de Iturbide ahí es donde se realiza el juicio que lo va a llevar a cabo el general Manuel Azpiroz. Tal y como se menciona líneas arriba: el texto empieza por el final y va haciendo cuestionamientos a partir de las preguntas que Tomás Mejía enfrenta en el juicio.

Trayectoria profesional
Esperanza Toral nació en el puerto de Veracruz el 14 de octubre de 1968. Es egresada del Centro de Escritores del maestro Juan José Arreola y de la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México. Estudió en la Fundación Octavio Paz, así como en seminarios y diplomados de Historia de México, impartidos por el doctor Pedro Ángel Palou en La Casa de la Cultura de Puebla, el Consejo Estatal de la Crónica y la Secretaría de la Cultura del Estado de Puebla. Además ha enfocado su interés en Historia del Arte con cursos de Arte Prehispánico y Colonial. Es autora de la novela En el Ombligo de Hierro, editado por Nueva Imagen (2004) y del libro de cuentos Letras de Adobe (1999), editado por Mixcóatl, Los surcos de la Mano Negra, Manuel Parra Mata (2011); Ciudad y Puerto. Veracruz ayer y hoy (2012); Entre Santa Anna y Juárez: Ignacio Comonfort (2012); Vida y obra de Díaz Mirón (2013); Primero las bases: Biografía de Adolfo Ruíz Cortines (2013); y Porfirio Díaz y Teodoro A. Dehesa, 1898-1899 (2013), estas últimas de Editorial Las Ánimas.

Ha colaborado también en las gacetas culturales de la Universidad del Nuevo Mundo, así como en El Universal, La Jornada, El Heraldo de Puebla, Momento y en la revista El Gran Acontecer Veracruzano. Ha impartido talleres y seminarios de novela, cuento periodismo literario en diversa instituciones culturales de la Ciudad de México y en la Secretaria de Cultura de Puebla.  

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