Primera parte
Por Héctor Medina Varalta
Fray Antonio Alcalde y Barriga, nació en Cigales, España, 15 de marzo de 1701 y falleció en Guadalajara, Nueva Galicia, el 7 de agosto de 1792). Tenía 16 años cuando decidió tomar el hábito dominico en el convento de San Pablo, en España. De acuerdo a Wikipedia, fue lector de artes, maestro de estudiantes y lector de sagrada teología en varios conventos de su orden por espacio de veintiséis años. Ocupó el puesto de prior en varios conventos de la orden en España antes de trasladarse a México. El 18 de septiembre de 1761 fue nombrado por el rey Carlos III, Obispo de la Diócesis de Yucatán, con sede en la ciudad de Mérida, responsabilidad que ejerció del 25 de enero de 1762 al 27 de enero de 1772. A finales del año de 1770 y principios de 1771. El 12 de diciembre de 1771, a sus 70 años, llegó a Guadalajara como el XXII Obispo de la Diócesis de la Nueva Galicia y su labor fue fundamental para la creación de dos instituciones hermanas: el Hospital Real de San Miguel de Belén y la Real Universidad de Guadalajara.
Don Ignacio Díaz y Macedo
El personal administrativo del Panteón de Belén invitó al público en general a escuchar la conferencia Arquitectura y en las obras de Fray Antonio Alcalde, impartida por el ingeniero José Antonio Rosales Cortes, historiador y biógrafo de Fray Antonio Alcalde. Nuestro entrevistado, de acuerdo a sus palabras, es aficionado a la historia de fray Antonio Alcalde de toda la vida, ya que pertenece a una de las tantas familias que siempre han pertenecido al barrio del Santuario. Además, tuvo un tío tatarabuelo, don Ignacio Díaz y Macedo quien fue cura del Santuario, allá por las fiestas del Centenario del fraile de la Calavera, como también es conocido. A través de su tío, el cura, su familia empezó a vivir en frente de este templo. El papá de su tío tatarabuelo era abogado magistrado del Palacio de Gobierno, ahí crío a su familia-frente al templo-, y su tío tatarabuelo fue primero señor cura del Santuario y después fue el primer obispo de Tepic, Nayarit, la familia de nuestro entrevistado es Cortes Díaz. Don Ignacio Díaz fue quien consagró el Santuario de Guadalupe. La familia del ingeniero Rosales ha sido bautizada en el Santuario, sus padres fueron muy longevos y toda su familia han sido criados en este barrio.
Rosales, un apasionado de la vida del fraile
Uno de sus tíos fue el periodista Aurelio Cortes Díaz, cronista de deportes, quien trabajó en El Informador, Ocho Columnas y en otros diarios, laboró 60 años en esta profesión. La casa Cortes Díaz aun la conservan, se encuentra en la calle Belén, entre Juan Álvarez y Manuel Acuña. El ingeniero Rosales es ávido lector de la vida de fray Antonio Alcalde, todo libro que esté relacionado con el religioso, lo guarda, ya tiene una amplia colección, y se ha dedicado a estudiarlo. Rosales pertenece al Centro de Estudios Históricos Fray Antonio Tello que sesionan en el Museo de la Ciudad desde hace más de 15 años. También es presidente de la Academia de Estudios Alteños y sesionan en el mismo lugar. La Academia de Estudios Alteños sesiona los lunes terceros a las 20 horas y el Centro de Estudios Históricos Fray Antonio Tello sesiona los lunes segundos en el mismo museo, con domicilio en Independencia 684, entre Contreras Medellín y Mariano Barcena, rumbo al Antiguo Mercado Corona.
El fraile de la calavera
Fray Antonio Alcalde fue un personaje fuera de serie, ingresó al convento a la edad de 16 años y ahí dura 45 años de fraile; era muy brillante, adquirió varios títulos universitarios; cátedras de teología, filosofía y diferentes disciplinas. Además, era maestro de la orden de los dominicos, quienes también se dedicaban a la enseñanza. El fraile estaba muy contento en el convento cuando, por azares del destino, el rey Carlos III se encontraba de cacería; el convento donde se encontraba fray Antonio Alcalde estaba a 11 kilómetros, (dicho convento se llamaba Jesús María Valverde). Para guarecerse de una tormenta, Carlos III y sus acompañantes escogieron el convento. Al preguntar por el padre prior, le informan que se encuentra en su celda rezando, el religioso que lo atendió, ignoraba con quien hablaba no le hizo caso al rey. Cabe resaltar que, los dominicos rezaban el rosario de quince Misterios; los últimos cinco Misterios lo rezaban de rodillas todos los días.
La pobreza, su modelo de vida
El rey decide ver quien era ese personaje, se dirige a la celda y se sorprende al ver la pobreza del cuarto: una mesita, una cruz, una calavera, unos libros de las Sagradas Escrituras, un cilicio con el que se flagelaba fray Antonio Alcalde, una tabla por cama con cualquier cosa para cubrirla, y se le queda muy fijamente la imagen de la calavera. Carlos III recién llegado e hijo de la italiana Isabel de Farnesio, primero fue rey de Nápoles, pues era parte de España y era auto reino. Cuando se desocupa el obispado de Mérida, Yucatán, y lo primero que le viene a la mente para suceder este puesto, fue al fraile de la Calavera; no se acordaba del nombre. El religiosos vivía como lo decía las reglas de los dominicos; el siguió al pie de la letra a Santo Domingo de Guzmán quien vivió en el siglo XXIII. Este santo usaba un solo hábito al año; fray Antonio Alcalde también, sólo usaba otro hasta que el último casi se le caía a pedazos. Él observo las reglas, pero muy austeramente y comía cualquier cosa, y siempre fue ese su modelo de vida. Fray Antonio Alcalde solía decir: “en la mañana estoy para servir a Dios, al pueblo y todo lo que se les ofrezca en las cuestiones de la Iglesia, pero en la noche la dedico a la meditación- y también a la flagelación-. Así vivía en su palacio episcopal, muy pobremente, tenía tres o cuatro personas a su servicio, pero los mandaba a dormir a sus casas, sólo había un muchacho para cualquier cosa que se le ofreciera, pero ni cochero, ni cocinero, y era muy prudente.
Era muy generoso
El historiador refirió que se acaban de encontrar unos documentos de 1790, se trata de un reporte del arzobispo de Toledo, Francisco Antonio Lorenzana y Butrón; cuando era arzobispo de la Ciudad de México y fray Antonio Alcalde obispo de Yucatán. Cabe resaltar que el obispado de Toledo era el más importante de América, y a fray Antonio Alcalde lo mandan a Nueva Galicia y le pide unos informes el señor Agustín José Mariano del Río de Loza. Fray Antonio Alcalde era un religioso prácticamente desconocido, que durará seis años sin salir del convento, pues estaba muy enfermo: orinaba cálculos en forma de triángulo; tenía todas las piernas con llagas; casi no podía comer porque no tenía muelas ni dientes. Por dicha razón, hay algunas pinturas de fray Antonio Alcalde donde se le ve muy flaco y muy macilento. Realmente ese era su físico, pues se castigaba todo lo que podía. Además, era muy generoso, pero regalaba con inteligencia. Él auspiciaba la educación y la salud en su natal Cigales; en Yucatán y en Guadalajara. También se interesó mucho en la educación superior, pues al llegar a Nueva Galicia empezó a poner cátedras en el seminario para tener sacerdotes cultos.
Fundó dos universidades
Referente a la educación, primero fundó la Universidad de Yucatán en 1768, pero cuando es arzobispo de Guadalajara le dan el permiso de fundar la Real Universidad de Guadalajara, diez años dura el trámite para fundar primero la universidad de Mérida; en Guadalajara, el rey Carlos III le concede fundar la Real Universidad de Guadalajara, sin embargo, el permiso llega después del fallecimiento del rey. Le antecede Carlos IV quien autoriza la fundación de la universidad, y esta se funda en noviembre de 1792, a escasos meses de fallecido fray Antonio Alcalde. Todo el movimiento empieza, porque cuando fallece un obispo, en seguida llega Hacienda, le tocó a un miembro de la Audiencia, Miguel del Castillo Negrete y empieza a buscar entre las pertenencias de fray Antonio Alcalde lo que quedaba, pero no encuentra nada, más que una lista de todo lo que hizo. Castillo Negrete se sorprende de todo lo que el fraile realizó.
Dejo este patrimonio para la ciudad
Fray Antonio Alcalde era un administrador, es decir, daba el capital y quería que vivieran de los réditos. Él no iba a estar como actualmente, que se ejercen los presupuestos y se lo gastan, y para el gobierno entrante, no le dejan nada o casi nada; lo más interesante de su obra fue que en 1780 admitió que ya estaba grande de edad, tenía 79 años y no sabía qué fin iban a tener sus cosas. En uno de los documentos escribió: “Voy a donar 30 mil pesos para el Santuario; dejo una constancia ante un notario público, porque cuando muera, no sé qué sucederá”. Lo dice el primer documento del Archivo Histórico del Gobierno del Estado, es una especie de guía operativa, en la que dice qué hacer con el dinero cuando él fallezca, que personas designa, el monje era muy controlador y hacia manuales de operaciones muy precisos. El documento que él redacto continúa diciendo: “por mi quebrantada salud y avanzada edad dejo este patrimonio para la ciudad”. Era una especie de testamento ante notario público. También era muy metódico, ya que cuando manda hacer los retablos del Santuario dejó escrito: “Di 5 mil libros de hojas de oro, compré suficiente carga de madera de sabino y de cedro; tengo encargado al maestro Miguel Gudiño para que haga la labor de restauración del templo; son historias muy interesantes. El monje tuvo personas de mucha confianza, entre ellos, el mayordomo de Catedral, Juan Alfonso de Sánchez Leñero, un personaje muy importante que ni calle tiene, ya que él fue quien hizo la obra de fray Antonio Alcalde. Además, en todos los documentos pone a Juan Alfonso de Sánchez Leñero por su probada honradez. El dinero que le dejo para el hospital lo hace con más de 200 mil pesos.
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