domingo, 21 de enero de 2018

J. F. Domínguez, presentó Para decir adiós: Las dos princesas


Por Héctor Medina Varalta



José Francisco Domínguez Aguilar nació en Arriaga Chiapas. Es licenciado en ciencias jurídicas con mención honorífica por la Universidad Regiomontana, premio otorgado por la Federación de Colegios Profesionales del Estado de Nuevo León. Su primer contacto con la lectura fue a través de los comics. Con los años, su pasión por la fantasía se extendió al cine, libros y a cualquier medio de expresión en el que se hiciera presente la magia. Escribe para narrar, compartir y agradecer a cada uno de los artistas que lo dotaron de mundos mágicos. Ha escrito dos novelas: Para decir adiós: Las dos princesas y 13 ½ y otras historias del Reino Etéreo.

El odio hace daño
José Francisco Domínguez Aguilar, pero como autor prefiere firmar sus libros como J. F. Domínguez como un homenaje a los escritores que más admira. Su obra está dirigida tanto para niños como para jóvenes, sin embargo, los adultos también los pueden leer, encontrando un sabor distinto del que puede encontrar un niño, pues hay mensajes que el niño va a disfrutar con la historia de hadas y dragones, pero el mensaje principal será captado por los adultos y lo van a gozar bastante. Es un mensaje de no cargar el odio en nuestras vidas, ya que es algo semejante a llevar una mochila llena de piedras y el peso no nos deja avanzar, ya que hace más daño el odio a quienes la guardan que a las personas a quienes la dirigen. La persona que nos hizo daño sigue viviendo normalmente y nosotros guardamos ese rencor.

El origen del libro: una pregunta infantil
Para decir adiós: Las dos princesas, es una historia de redención y de lo importante que es decir adiós al odio. La historia surgió por una inquietud que tenían los sobrinos de Domínguez, en ese entonces tenían aproximadamente 9 años cuando se les murió una mascota y los sobrinos le preguntaron cómo era la muerte, qué ocurría con un animal cuando fallecía. Para el escritor fue un golpe duro ver el sufrimiento de los niños y no tener la respuesta, pues es una pregunta, que ni como adultos sabemos que ocurre después de la muerte, es un misterio de la vida, pues no supo decir si había un cielo, o no existe nada, o si hay otro plano. Para Domínguez fue complicado responder la pregunta que formularon sus sobrinos, se quedó con la duda y esta lo derivó a escribir la obra.

Amor a los animales
El perro, gato, pez no son una mascota sino miembros de la familia. Antes de que el autor tuviera a sus hijos tuvo un conejo-ya era adulto- volcando todo su amor paternal hacia el animalito, lo quería muchísimo, pero el conejito tenía una enfermedad congénita que en algún momento se le iba a presentar. Desafortunadamente se presentó cuando el conejo tenía 5 años y falleció. Para Domínguez fue un dolor muy grande, mucho de ese amor se plasmó en el libro y espera que ese sentimiento que él sacó, los lectores puedan sentirlo y reír en algunas partes, incluso, el escritor lloró al escribir ese sentimiento.

 Sus hijos son sus fans
A veces no les damos el debido respeto a los animalitos, sin vislumbrar que también es una vida que hay que respetar, sobre todo, si vive con nosotros; los animales son tan agradecidos con nosotros, mucho más que nosotros, pues solemos fallarles a las personas que nos dan cariño, incluso, tenemos actos crueles, y los animalitos son tan nobles, que incluso se les golpea y siempre están fieles con nosotros. Desafortunadamente, algunos padres de familia consideran a los animales como un juguete para sus hijos, pero al darse cuenta que también es una responsabilidad, terminan por desecharlos. En lo particular, algo que me llena de orgullo es que mis hijos, Dana Sofía, una niña de 4 años y el niño de 7 años les encanta el libro; la niña aún no sabe leer pero ya identifica el libro cuando pasan por las librerías y lo ven en el aparador.

Proyectos
Emilio, el mayor ya sabe leer y ya leyó el libro. También me da mucho gusto que crea personajes y los dibuja; hay un villano en mi libro que se llama Stöttan y le gusta mucho dibujarlo y la protagonista que se llama Löria, me dice Emilio: “esa no me sale, mejor dibújala tú. Eso me gusta de él, que intenta hacer sus propias historias, incluso me dijo que para la segunda parte dibuje la espada de la luz que va a vencer a los Goblins. Los niños tiene una sorprendente capacidad creativa, basta encender la mechita y ellos se van solos. Si a Emilio le gusta hacer comics o ser cineasta, adelante o que quiera ser lo que quiera, pero me encantaría haber puesto mi granito de arena en inspirarlo a que él tome la elección del lado artístico. Mi intención es que la serie conste de cinco libros: tres de la historia principal y dos libros de cuentos cortos, que sirvan como anexo. La intención de estos libros de cuentos cortos puedan ser leídos sin siquiera haber leído la obra principal. Por supuesto, disfrutarán mucho más la serie “Para decir adiós.”

Autodidacta
El proceso de la edición fue algo largo: llegar a la Editorial Endira y que le publicaran el libro. El borrador del texto lo escribió en un año, y tardó año y medio en revisarlo, pues las primeras personas que lo leyeron eran familiares y Domínguez estaba consciente de ello, y era obvio que le dijeran que el libro estaba muy bueno. No obstante, a nuestro entrevistado le gusta ser muy consciente y muy humilde, pues en todo este proceso se topó con personas muy arrogantes que les decían a los editores que no se plagiaran la obra. Por otra parte, Domínguez nunca ha asistido a un taller literario, pues ha sido completamente autodidacta, siempre su intención había sido escribir novela gráfica, ya que le gusta mucho la historieta, pero es un proceso muy lento y para él era muy frustrante dedicarle tanto tiempo poder hacer una hoja de historieta, avanza más con el libro y encuentra un lenguaje que le ha sido más satisfactorio.

Los niños pueden crear un mundo en el que puedan transportarse
J. F. Domínguez confiesa que empezó a hacer historias desde los 5 o 6 años de edad, inclusive aún recuerda el primer personaje que creó: un simio King Kong, no era nada original, pero Domínguez tenía 5 años, el personaje se llamaba Kingkonato. Asimismo, jugaba con sus muñecos en el que Kingkonato los atacaba. El escritor se imagina que le puso ese nombre por el personaje de King Kong. Por otra parte, existe la palabra niñato que la usan mucho en España como para indicar que es alguien muy infantil, esto viene a colación por el nombre de su personaje Kingkonato, muy parecido a niñato, en el sentido de que era un King Kong muy infantil. Hay dos aspectos que me gustaría resaltar para aquellos niños y adolescentes que desean convertirse en escritores; uno de ellos es que estoy sumamente agradecido de varios autores tanto de comics como de literatura, no tengo la fortuna de haberlos conocido personalmente, muchos de ellos no existían, otros fallecieron, pero les tengo un enorme cariño y un gran agradecimiento, porque me demostraron que para ellos este mundo fue pequeñito y crearon sus propios universos y sus propios mundos, y me dieron un portal para poder transportarme a sus mundos.

No tengan miedo
Fueron tan generosos conmigo. Eso me gustaría decirles a los niños: si en algún momento están tristes o enojados, ellos pueden crear un mundo en el que puedan transportarse, donde puedan ser felices, donde puedan hacer el mundo que ellos quieren. Eso sería lo primero que les diría. Esa es la magia de la literatura y de la magia del arte en sí: puede ser en una pintura, en danza, pueden crear el mundo que los niños quieren y van a reflejar sus sentimientos y van a poder exteriorizarlos. El otro aspecto que les diría, es que no tengan miedo de hacerlo, pues se van a encontrar con muchas personas que les va a decir que no es posible, incluso, hasta les van a cerrar la puerta, pero que no se rindan, que sigan adelante. En lo particular, no me considero un gran escritor, lo único que me considero es que soy muy necio, pues si me dicen que no sigo tocando las puertas hasta que alguien abre una. Sé muy bien que hay personas que escriben mucho mejor que yo y que quizá no ha publicado, pero se han rendido. Modestia aparte. A mí no me gusta rendirme-puntualizó.  

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